home

search

Capítulo 79: El bosque rojo.

  El bosque rojo era un espectáculo visual, eso no se puede negar. Los abedules se alzaban altísimos, con esas hojas rojas que me encantaban cada vez más. La luz se filtraba entre ellas, pintando el suelo de manchas carmesí que se movían con el viento. Era lindo estéticamente, sí, pero hasta ahora no era la gran cosa en cuanto a lo práctico. Esperaba algo más... no sé, fantasioso, supongo. Era solo un bosque. Bonito y común, como si alguien hubiera decidido decorar un parque y se le fue la mano con el rojo.

  Yo caminaba adelante, con Mirella flotando a mi izquierda y Aya caminando a mi derecha. El aire olía a tierra húmeda, con un toque dulzón que no podía ubicar.

  Creo que al lado de uno de los árboles hay algo de color verde fuerte. Tal vez de ahí provenga el aroma.

  "Miren, ?serán las bayas de roclora?" Pregunté al aire, poniéndome en cuclillas para ver mejor el arbusto.

  "Pareciera que sí, ?no?"

  Mis compa?eras se acercaron de inmediato, y Aya arrimó su rostro a las bolitas verdes.

  "Sí, son las de la isla. Tienen el mismo olor".

  "Gracias por confirmarlo. Nos las llevamos, entonces".

  Arranqué un racimo grande y me paré, mirando a Aya.

  "?Podríamos guardarlas en tu mochila?"

  "Sí, claro".

  Ella se dio la vuelta y yo metí el racimo dentro de la mochila.

  "Voy a comerlas algún día, así nos aseguramos de una vez por todas si son malas para la salud".

  "Es una idea arriesgada, Luciano. Sin embargo, si son comestibles, podrían ser un gran recurso para ustedes".

  "Eso justo estaba pensando yo", acotó Mirella, poniéndose entre los dos.

  "Bueno, será mejor que sigamos. Es bueno saber que algo de cosas buenas hay en este bosque".

  "Hmm... Justo eso estaba por decir yo".

  Seguimos caminando, con el constante zumbido leve de las alas de Mirella como música de fondo.

  Unos pasos más adelante, me detuve frente a un árbol cuyo tronco estaba cubierto de musgo. En su base, creciendo en un semicírculo perfecto, había un grupo de, aparentemente, hongos. Tenían tallos blancos y cabezas anchas, planas, como platillos voladores en miniatura de color salmón. Algunos eran del tama?o de mi pu?o, otros más peque?os, y todos tenían un brillo húmedo que los hacía parecer casi comestibles. O venenosos.

  "Miren esto, parece comida", dije, arrodillándome para observarlos mejor.

  "Nunca vi algo así en la isla. ?Qué opinan? ?Los recolectamos?"

  Esta vez fue Mirella la que se adelantó a actuar, posándose a mi lado con brusquedad y agarrando la manga de mi ropa con una mano.

  "?Yo sí los recolectaría! ?Qué son? ?Se ven muy lindos! ?Alguna vez viste algo así? ?Porque yo no! ?Y vas a ponerle nombre?"

  Levanté las cejas, esbozando una sonrisa ante la intensidad de la hadita que tenía a mi lado.

  "Vaya, estás muy contenta... Y sí, ya había pensado en un nombre. Se llamarán 'hongos'".

  "?Pero qué nombre más genial!"

  Aya rio por lo bajo, agachándose también a mi lado.

  "Parece que alguien está teniendo un buen día".

  "?Eh? ?De qué habla Aya?"

  "Nada, nada".

  Por mi parte, corté un hongo desde el tallo.

  "Chicas, miren, ?qué opinan ustedes de esto? ?Se podrá comer?"

  "Déjame ver..." Respondió Aya y yo se lo entregué, mirando de reojo a Mirella, que tenía el ce?o fruncido.

  "?Y por qué se lo das? Yo también puedo olerlo y saber si te lo puedes comer".

  "?Vaya, parece comida!" Exclamó Aya de repente.

  "Tiene un aroma muy especial. Estoy casi segura de que podrán comerlos".

  "?En serio? Este es un gran descubrimiento. Muy bien, Aya. Nos lo llevaremos a todos".

  "De nada", respondió, devolviéndome el hongo, el cual yo guardé en su mochila.

  Me incliné de nuevo hacia la base del árbol, cortando otro hongo con cuidado y metiéndolo en la mochila de Aya.

  Mientras trabajaba en recogerlos a todos, sentía los ojos de Mirella clavados en mí. No necesitaba mover la cabeza para saber que estaba a punto de decir algo inoportuno.

  "?Sabes qué, Luciano? Algún día voy a tomar tanta agua mágica que voy a crecer más que Aya. ?Más que todos! Y entonces voy a llevar mochilas yo también, y no tendrás que necesitar que ella cargue nada, porque yo voy a ser súper útil. ?Más útil que nadie!"

  Sonreí sin mirarla, tirando otro hongo en la mochila.

  "Mirella, ya sos súper útil. Nadie vuela como vos ni encuentra cosas como vos. ?Quién me dijo lo del árbol grande en el bosque? ?Eh?"

  "?Eso es cierto! Pero igual, ?por qué siempre le das cosas a Aya? Yo también puedo oler hongos; yo también puedo decir si son comestibles. ?Y puedo llevar una mochila aunque sea chiquita! ?Podrías hacerme una, no? ?Con hojas rojas, para que combine con el bosque!"

  "Tranquila, Mirella", dijo Aya, con esa calma suya que a veces parecía más un desafío para el hada.

  "No es que Luciano me prefiera. Solo estoy ayudando, como tú".

  "?Ayudando? ?Yo ayudo más!"

  Mirella voló hasta quedar justo frente a mi cara.

  "Luciano, dime la verdad, ?quién es más útil? ?Aya o yo? Porque yo te sigo a todos lados, y ella solo... solo camina y huele cosas".

  "Chicas, chicas, no empiecen. Las dos son útiles por igual, ?sí? No hay competencia, ?entendido? No quiero que tengamos discusiones absurdas en este momento".

  Mirella frunció el ce?o, aunque solo se cruzó de brazos y flotó un poco más arriba, murmurando algo que sonó como "Ya voy a crecer, ya verán".

  Mientras tanto, Aya me lanzó una mirada divertida, como si disfrutara un poco de estas situaciones.

  Terminé de cortar los últimos hongos, metiéndolos todos en la mochila de Aya, y me puse de pie, sacudiéndome las manos. Los hongos parecían ser un buen hallazgo, pero no podía dejar de pensar en lo que Mirella había dicho sobre el supuesto árbol grande. Algo en mi cabeza me decía que, al final del día, este lugar iba a ser importante.

  "Bueno, sigamos adelante. Quiero intentar llegar a ese árbol que viste, Mirella. Si está más o menos cerca, puede ser un buen punto de referencia para decidir si este lugar es importante o no. Y si vale la pena seguir explorándolo por completo".

  "?Sí, sí, vamos! ?Yo seré la que va adelante ahora, Luciano! ?Síganme!"

  Aya asintió, acomodando su mochila.

  "Estoy lista. Vamos a ver qué encontramos".

  Mientras seguíamos caminando detrás de Mirella, noté algunos conejitos correteando entre los arbustos, peque?os, con pelaje marrón y orejas cortas. También vi varios árboles tumbados, troncos partidos... como si una fuerza enorme los hubiera derribado. Probablemente el tsunami había llegado hasta acá, dejando su marca, aunque en menor medida que en la isla. El suelo estaba revuelto en algunas zonas, con ramas rotas, hojas aplastadas y pozos en la tierra.

  Cuando ya llevábamos como media hora de caminata, vi que Aya movía sus orejas sin cesar.

  "?Todo bien, Aya?"

  "No estoy segura... Diría que hay algo cerca, aunque se escucha a paso lento".

  "?Pasos lentos?"

  "Pasos como... ?Algo viene corriendo!"

  "?Un Fufi!"

  "?Qué dijiste, Mirella...?"

  De pronto, algo peque?o y peludo saltó desde el otro lado de un tronco caído, parándose frente a nosotros. Por el pelaje azul y rojo pude reconocer de inmediato que era el animal del mismo tipo que Fufi, tal como Mirella me había dicho cuando exploró.

  Me quedé quieto, observando al se?orito de patas cortas mientras Mirella, sin pensarlo dos veces, bajó al suelo con un revoloteo de sus alas y se acercó al animal.

  "?Ay, qué lindo eres!" Exclamó, acariciándole la cabecita peluda con las dos manos.

  El animal no se movió, solo acercó su hocico y empezó a olfatearla, moviendo la nariz, seguramente analizando cada partícula de su olor.

  "?Mira, Luciano, se porta muy bien! ?Es un Fufi, como el de la isla!"

  "Sí, parece que le caés muy bien. Siempre han sido bien portados estos animales".

  Menos mal que estos bichos son herbívoros... Si fuera un carnívoro, ya le habría mordido los dedos a esta loca, que no tenía ninguna preocupación al tocarlo.

  De pronto, con un movimiento rápido, se le subió encima, como si fuera un caballo en miniatura, y empezó a darle palmadas en el lomo.

  "?Vamos, Fufi, avanza! ?Llévanos al árbol grande, rápido!"

  El animalito de pelo lacio no se movió. Solo giró la cabeza, mirándola con una expresión que, juro, parecía de puro fastidio.

  Mirella frunció el ce?o y le dio otro golpecito, más suave esta vez.

  "?Oye, avanza! ?Qué te pasa? En la isla, Fufi siempre me hacía caso. ?Por qué tú no?"

  Solté una risita, agachándome a su lado.

  "Mirella, este no es Fufi. Es otro... que no tiene nombre. No todos van a hacer lo que vos querés solo porque se parecen. Además, apenas nos conocemos, no podemos pedirle algo así".

  "?Pero es un Fufi que me quiere!" insistió, poniendo los brazos en jarra mientras seguía montada en el animal, que ahora estaba olfateando el pasto, ignorándola por completo.

  "?Fufi me llevaba a todos lados si se lo pedía! Este es un Fufi rebelde, nada más".

  Aya, que había estado observando en silencio, soltó una risa baja, cubriéndose la boca con una mano.

  "Parece que no está muy impresionado contigo, Mirella".

  "?Ya verás que sí me hace caso!"

  "?Qué tipo de animal es este, en serio?" Pregunté en voz alta, rascándome la mejilla mientras miraba la situación.

  "Quiero decir, cómo se llama de verdad. Siempre le decíamos Fufi al de la isla, pero nunca supe el nombre real del animal".

  Aya me tocó la espalda para que le prestara atención.

  "Estos animales son chitires. Son comunes en varios lugares, parece, aunque no los había visto desde que llegué aquí desde la isla. Son inofensivos, comen plantas y a veces son curiosos con los seres mágicos, aunque esto último solo es una creencia mía".

  "?Chitires!" Gritó Mirella, observándome con los ojos entrecerrados.

  "?Por qué no lo sabías, Luciano? ?Tú sabes todo! ?Cómo no conocías el nombre de los Fufis?"

  Puse los ojos en blanco, apoyando una mano en la cadera.

  "Porque le decíamos Fufi al otro, Mirella. Nunca se me ocurrió... Bueno, en realidad, nunca quise preguntar directamente cómo se llamaba el tipo de animal. Y hablando de eso, si vos sabías que eran chitires, ?por qué me dijiste ‘Fufis’ cuando volviste de explorar? ?Eh? Y ahora también les estabas diciendo así".

  Mirella se sonrojó, inflando las mejillas mientras volvía a volar.

  "?Porque es más divertido decir Fufis! ?Chitires suena aburrido! Además, yo no sabía que se llamaban así en un principio, cuando conocimos a Fufi, y por eso les digo así".

  "?Eh? ?No sabías? ?Quién te lo dijo, entonces?"

  Ella se encogió de hombros.

  "No sé, simplemente lo descubrí".

  "?Así, de la nada? Vos me parece que me estás mintiendo. Seguro que alguna de las gemelas te lo dijo cuando iban de caza".

  "Mmm... No sé. No recuerdo".

  ?Me estará tomando el pelo?

  Como si se hubiera hartado de nosotros, el chitir dio un saltito y, con una agilidad que no esperaba, escaló el tronco de un abedul cercano, perdiéndose entre las ramas en segundos.

  Mirella se quedó mirando el árbol, con las manos en las caderas y una cara de indignación.

  "?Traidor! ?Yo te iba a dar bayas verdes!"

  "Dije que creo que solo comen plantas".

  "Vamos, déjenlo irse. Ya fue, no sigamos con el tema... Mejor sigamos caminando. Todavía tenemos que encontrar ese árbol grande y no quiero que mis padres se molesten porque nos demoramos de más".

  Aya asintió, ajustándose la mochila.

  "Sí, mejor no nos distraigamos. Aunque fue un encuentro interesante".

  "?Ya verán que el próximo Fufi va a ser mi amigo!"

  Unauthorized content usage: if you discover this narrative on Amazon, report the violation.

  Reanudamos la marcha, con el bosque rojo extendiéndose de manera pacífica a nuestro alrededor.

  "Por cierto, Aya, quería preguntarte una cosa".

  "Sí, dime".

  "Es algo tonta, solo espero que no te moleste".

  "Claro que no. Nunca me enojaría contigo por una pregunta".

  "Bueno, resulta que te quería preguntar si vos en algún momento de tu vida creíste en algún dios", dije, mirándola de reojo y sin mover la cabeza.

  "No, para nada. Nunca se me ocurrió creer en algún dios, y es por eso que nunca quise hablarle sobre eso a los humanos, porque parece que ustedes creen en un dios llamado Adán, ?no es así?"

  "Eh... Sí. Bueno... O sea, sí".

  "?Pasa algo?"

  "No, nada. Gracias por responder con sinceridad mi pregunta".

  "De nada".

  Será todo un misterio el saber a quién carajos veneraba en aquel santuario... Tal vez se equivocó de palabra o se la inventó, coincidiendo justamente con la palabra utilizada en la Tierra.

  Cuando ya llevábamos como quince minutos después de ver al chitir, vi que Aya movía sus orejas sin cesar.

  "?Todo bien, Aya?"

  "No estoy segura... Diría que hay algo cerca, porque se escuchan pasos lentos".

  "?Otra vez los pasos lentos?"

  "?Algo viene corriendo!"

  "?Eh?"

  Estaba a punto de dar un paso adelante cuando, de la nada, cinco figuras emergieron de entre los árboles, rodeándonos en un semicírculo. Eran altos, más altos que yo, al menos, con cuerpos delgados y pieles de tono blanco pálido. Sus ojos, grandes y de colores variados, nos miraban con unas expresiones de hostilidad. Llevaban ropas hechas de hojas grandes... ?atadas entre sí? No sé, pero les cubrían apenas lo necesario: torsos, caderas, hombros. En sus manos sostenían y nos apuntaban con palos largos con puntas afiladas, como lanzas improvisadas hechas de ramas de abedules; podía verlo por el color blanco de la corteza.

  Espera... Tienen orejas puntiagudas y sobresalientes hacia los costados...

  "?Son elfos!" Grité sin pensarlo mientras veía a Mirella retroceder hasta posicionarse más cerca de mí.

  "?Que ninguno de ustedes dos ataque hasta ver qué quieren de nosotros! ?Podrían no ser nuestros enemigos, porque nosotros no venimos con malas intenciones!"

  Sabía que imponerme primero iba a ser un buen plan para hacerles saber que nosotros no éramos ningunos tontos a los cuales pudieran apuntar con armas. Aun así, entendía que podían estar a la defensiva si este era su territorio.

  Eran como sacados de un libro de fantasía, pero no tenían nada de la elegancia que esperaba. Estos tipos parecían salvajes, con el pelo largo y desordenado.

  Uno de ellos, uno que tenía una cicatriz en su mejilla derecha, dio un paso hacia delante sin dejar de sostener fuertemente su arma primitiva.

  "?Quiénes son ustedes? ?Qué hacen en nuestro hogar? ?Hablen, ahora!"

  Estos también hablan espa?ol. Qué interesante...

  "Tranquilos, no queremos problemas con nadie. Llegamos hace poco a este lugar y estamos explorando. No sabíamos que este bosque era el hogar de alguien".

  "?Explorando? ?De dónde vienen? No hay humanos en este bosque. Y ustedes..." Murmuró, desviando la mirada a Mirella, luego a Aya.

  "No son todos humanos. ?Quién es ella?"

  Se?aló a Aya con un movimiento de la lanza.

  "Soy un zorro místico".

  "?Una qué...? ?Y-Y esa cosa alada?"

  Mirella se puso rígida, y antes de que pudiera detenerla, flotó hacia adelante, apuntando al elfo con un dedo.

  "?Oye, no soy una ‘cosa’! ?Soy Mirella, el hada más increíble que conocerás en tu tonta vida! ??Y tú quién te crees, apuntándonos con ramas como si fuéramos animales que van a cazar?! ?Baja esa lanza, pelo amarillo gran tonto! ?No deberías tener el cabello amarillo!"

  "Mirella, tranquila", siseé, agarrándola del brazo y tirándola hacia atrás.

  Lo último que necesitábamos era que estos tipos se enojaran más. Pero el da?o ya estaba hecho. Los otros elfos murmuraron entre ellos, y uno, aparentemente más mayor que los demás, con pelo plateado y una barba creciendo apenas del mismo color, dio un paso adelante.

  "No nos gusta tu tono de voz fuerte, humana... o lo que seas. ?Crees que puedes hablarle así a un hombre tan bueno como Kael? Muestra respeto. Están en nuestro hogar".

  "?Ustedes son los que nos quieren atacar, grandes tontos!"

  "?Dije que muestres respeto!"

  "?No lo haré!"

  Según mi magia, no hay más que estos cinco tipos. Bien.

  "No buscamos pelear. Somos gente buena", dijo Aya antes de que alguno de ellos siguiera la discusión.

  "Venimos de una isla al otro lado del agua. Todo lo que queremos es un buen lugar para hacernos una casa. No hay necesidad de amenazar".

  El elfo de la cicatriz, al que habían nombrado 'Kael', frunció el ce?o.

  "?Cruzar el agua? ?Qué tonterías dices, mujer? Nadie cruza el agua. El agua es muerte. Y eso de ‘casa’... ?Qué es? ?Habla claro!"

  Aya ladeó la cabeza al escucharlo.

  "Una casa es donde vivimos, donde descansamos y guardamos nuestras cosas importantes. Y cruzamos el agua con magia, con mis barreras. No es imposible, pero tienes que tener un gran poder y una gran inteligencia, como la tiene Luciano. Solo así podrás imaginar cosas nuevas".

  "?Barreras? ?Magia? ?Y qué es eso que brilla sobre la cabeza de la se?orita que va por el aire? ?De dónde sale esa luz?" Se atrevió a preguntar otro elfo, uno que tenía más hojas en su ropa y una cabellera rubia, la cual tenía hecha... ?una coleta?

  ?Cómo tenía ese peinado? Hasta ahora, nunca nadie en este mundo había tenido la lucidez de pensar en atarse el pelo con algo.

  Mirella, que parecía que ya estaba al borde de explotar, voló hacia arriba, haciendo que la bola de luz sobre su cabeza nos alumbrara menos.

  "?Esto es mi gran magia de luz, hombre tonto! ?Es lo que hace un hada increíble como yo! ?Qué, acaso nunca vieron algo tan genial? ?Pff, qué atrasados están!"

  Los elfos retrocedieron un paso, murmurando entre ellos.

  Kael apretó los dientes, claramente molesto.

  "?Magia? ?No entendemos tus palabras! ?Hablas como si fuéramos estúpidos! ?Qué es esa ‘magia’ de la que presumen? ?No entendemos nada y eso nos hace poner nerviosos!"

  ?Acaso los elfos no eran creación de Sariah?

  Solté un suspiro, ajustándome el sombrero. Estos tipos no solo no entendían nada, sino que seguían apuntándonos con sus palos afilados. Miré a Aya, que me devolvió una mirada tranquila pero tensa, y a Mirella, que parecía a punto de lanzarle una bola de luz a alguien. Esto no iba a terminar bien si no tomaba el control a mi manera.

  "?Quieren saber qué es la magia? Bueno, puedo explicárselos... pero, ?podrían primero bajar esas lanzas? No somos una amenaza, solo estamos hablando sin usar nuestras armas".

  El elfo del cabello plateado negó con la cabeza.

  "No bajaremos nada hasta que sepamos quiénes son y qué quieren. ?Habla, ni?o humano!"

  "Está bien... Entonces, no van a bajar sus lanzas, pero al mismo tiempo quieren ver la magia... Ooookey".

  Esto se había puesto interesante.

  "Está bien, entonces les voy a mostrar qué es la magia. Pero les advierto, me da pena tener que usarla en un momento así solo para que entiendan algo que podría explicárselos de una manera más tranquila".

  Antes de que pudieran responder, hundí más la lanza en el piso y me conecté al suelo, sintiendo la tierra, las raíces, el cuerpo de los elfos, la madera de sus armas. Con un movimiento mental, manipulé la materia, con cada una de las lanzas partiéndose en tres pedazos: la punta y la base cayeron al suelo, dejando solo un trozo corto en sus manos.

  Los elfos se quedaron congelados, mirando los pedazos de madera inútiles que sostenían. Kael soltó un jadeo, dejando caer su trozo al suelo, mientras los demás retrocedían, con los ojos bien abiertos.

  "?Q-Qué... qué fue eso?" Titubeó uno de los elfos que parecía más joven, de pelo verde y ojos azules.

  No sé por qué, pero la escena que estaba viendo me hizo esbozar una ligera sonrisa. Era gracioso el ver que esta gente, tan terca en su intento de defender su territorio, podía ser confundida en tan solo un segundo de uso de mi magia.

  "Eso, amigos, es magia. Es una lástima que haya tenido que usarla para cortarles sus palos solo porque no saben hablar como gente civilizada. Cuando alguien quiere charlar amablemente, lo menos que pueden hacer es no apuntarle con armas. Somos dos mujeres y un ni?o explorando un bosque para sacar adelante a nuestra familia. Entiendo que estén nerviosos por ver cosas nuevas, pero eso no les da permiso para tratarnos como enemigos".

  Mirella soltó una risita, flotando a mi lado.

  "?Eso, Luciano! ?Les diste una lección! ?Miren sus caras, parecen chitires asustados!"

  "Escuchen a Luciano. No queremos pelear. Solo buscamos un lugar para vivir".

  Los elfos seguían en shock, mirando los trozos de sus lanzas en el suelo. Hasta uno de ellos se tropezó al caminar hacia atrás, cayendo de culo.

  Kael apretó los pu?os, pero no dijo nada. El de la coleta, sin embargo, parecía más curioso que enojado.

  "?Cómo hiciste eso, ni?o? ?Qué es todo esto?"

  "Ya les dije que es un poder llamado magia. Y no es solo para destruir", contesté, relajando los hombros.

  Quería que entendieran, que vieran que no éramos una amenaza, pero tampoco unos idiotas que se dejarían intimidar después de haber intentado hablar en buenos términos.

  "Miren, la magia también puede usarse para cosas buenas. Déjenme mostrarles".

  Volví a extender mi magia, esta vez concentrándome en el suelo y los árboles cercanos. Sentí la piedra enterrada bajo la tierra y la madera de los abedules. El terreno era completamente mío, estaba a mi merced, al igual que las partículas mágicas.

  Bajo tierra, moldeé la piedra en puntas afiladas con forma de rombo. Luego extraje ramas de los árboles, alisándolas y reforzándolas entre sí para formar cinco palos. Cuando terminé, cinco lanzas emergieron desde el suelo, cada una frente a cada elfo.

  "Tomen las lanzas. Estas son mejores que las que tenían. Como ven, la magia también puede crear, no solo romper".

  Los elfos se quedaron mirando las armas frente a sus narices. Creo que a esta altura ya debían de pensar que todo esto era un sue?o.

  El se?or de la coleta, el que parecía menos arrogante al hablar, fue el primero en estirar su mano, tocando apenas la punta de piedra con un dedo. Quizás estaba dudando de que fuera real.

  "Esto... esto es piedra. ?Cómo pasó? Y la madera... es tan suave. Nunca vi que sucediera algo así".

  "Es magia, literalmente", respondí, viéndolo tironear desde el mango para quitar la lanza del suelo.

  "?Por qué haces esto? Nos quitaste nuestras armas y ahora nos das otras. ?Qué quieres de nosotros?"

  "Ya se los dije, no queremos nada más que explorar. No somos gente mala, y tampoco vamos a dejar que nos traten como si lo fuéramos. Queremos ver un árbol grande que está dentro de este bosque, eso es todo. ?Ustedes lo conocen?"

  "?El árbol grande? ?Hablas de Arbolomé? No pueden ir allí. Los otros no lo permitirán. Nos harán tener problemas si siguen insistiendo".

  "Espera... ?Dijiste 'Arbolomé? ?Qué es eso? ?Es el nombre de alguien?"

  "Sí, Arbolomé, así se llama el árbol grande. Es lo más preciado que tenemos".

  Justo cuando terminó de hablar, los otros elfos estallaron en murmullos, caminando hacia él con caras de furia.

  "?Arbiot, idiota!" Gritó el único que tenía algo de barba, apuntándolo con un dedo, mientras que con la otra mano sostenía la nueva lanza.

  "?Por qué le hablaste de Arbolomé? ?No tenías que decir nada! ?Son extra?os, no sabemos qué pueden llegar a hacerle!"

  "?Sí, Arbiot, no hables más de eso!" Exclamó el joven de pelo verde, dando un paso hacia él, aunque con cierta cautela.

  "?Ahora saben de él! ?Y si van allí y lo lastiman? ?Los ancianos nos van a matar si se enteran!"

  Arbiot, como le habían llamado, levantó una mano, claramente abrumado.

  "No dije nada malo, compa?eros. Solo mencioné su nombre porque no es un secreto que Arbolomé existe. Además, miren estas lanzas, no nos están atacando... Como dijeron, solo quieren hablar y ver a Arbolomé".

  Miré a Aya y a Mirella, buscando alguna pista en sus expresiones sobre qué carajos estaba pasando. ?Un árbol con nombre? ?Arbolomé? ?En serio le ponían nombres a los árboles? Aya me devolvió una mirada tranquila. Sin embargo, sus colas se movían rápido. Mirella, por su parte, solo alzó las cejas, con una cara que parecía ser de "esto es una locura, pero me encanta porque puedo pelear". Ninguna dijo nada, y yo me quedé ahí, con la cabeza dando vueltas.

  "Perdón que los interrumpa, pero... ?por qué le dieron un nombre a un árbol?" Pregunté, tratando de sonar respetuoso, aunque mi voz salió más confundida que otra cosa.

  "Quiero decir, ?es una creencia que tienen o algo parecido?"

  Arbiot me miró, ignorando el murmullo de sus compa?eros.

  "No le dimos el nombre nosotros. él mismo se nombró así. Arbolomé es... Arbolomé, nada más".

  Mi cerebro se trabó por un segundo.

  "?Qué? ?El árbol se nombró solo? ?Me estás diciendo que tiene vida propia o algo así?"

  "Sí. él vive, habla, sabe cosas. También nos da comida y mucho más".

  Casi se me cayó la mandíbula al suelo luego de escuchar semejante cosa. Un árbol que hablaba... Un árbol con conciencia... Esto al final no era solo un bosque bonito, ?esto era una locura de otro nivel! Mi corazón empezó a latir más rápido, y una nueva sonrisa se me escapó sin querer. Por fin, alguien en este grupo de elfos ariscos con el que podía razonar. Arbiot no parecía un tipo como los otros, y si este árbol del que hablaba era real, si de verdad tenía vida y decía cosas, entonces esto podía cambiar todo. ?Tenía que verlo!

  "?No me lo pierdo por nada del mundo!" Grité, dando un paso adelante, con la adrenalina corriendo por mis venas.

  "?Vamos, vayamos con Arbolomé ahora mismo!"

  Sin esperar respuesta, eché a correr hacia el centro del bosque, esquivando árboles y saltando raíces como si mi vida dependiera de ello. Oí a Mirella reír a carcajadas al alcanzarme, con todos los otros detrás nuestro.

  Y claro, los muchachos de orejas alargadas no se quedaron atrás. Ni siquiera el que hasta ahora no había dicho nada.

  "?Oye, ni?o, alto ahí!"

  "?No puedes ir! ?Los otros no te dejarán pasar! ?Vuelve!"

  "?Los elfos mayores te van a castigar si llegas hasta ahí!"

  No les hice caso. Mis piernas se movían solas, impulsadas por una emoción que no podía controlar. Un árbol que habla... ?Un maldito árbol que habla! Si esto era cierto, podía ser la clave para entender este lugar, para encontrar un hogar, para aprender algo que a Sariah seguro que le encantaría que descubriera.

  A pesar de mi rápido avance, no terminé llegando muy lejos. Un segundo grupo de elfos apareció de la nada, bloqueándome el camino. Eran otra vez cinco, todos hombres, con las mismas orejas puntiagudas y ropas hechas de hojas verdes.

  El que parecía liderarlos, porque estaba en medio del semicírculo que habían armado frente a mí, un flaco con pelo verde largo y ojos grises, puso la lanza en alto para detenerme.

  "?No avances más o tendremos que atacar! ?Dije que no des un paso más!"

  Tuve que frenar del todo ante su insistencia, jadeando, con Mirella flotando a mi lado y Aya alcanzándome por detrás.

  "?Quién eres y por qué corres hacia nuestro hogar?"

  "Yo... Yo no... soy malo".

  Los elfos del primer grupo, con Kael y Arbiot incluidos, llegaron tropezando, claramente agotados. Miré al líder de este nuevo pelotón una vez más, y antes de que pudiera pensarlo demasiado, dejé salir todo lo que tenía en la cabeza.

  "?Escuchen, mi vida depende de ver a ese árbol que habla! ?Llegamos de una isla lejana, cruzamos el mar con barreras mágicas, y ahora estamos acá buscando cosas nuevas! ?Arbolomé podría ser la clave para todo! ?Por favor, déjenme verlo!"

  El se?or frunció el ce?o y no bajó el arma. Los otros elfos murmuraron, algunos mirándome como si estuviera loco, otros con enojo.

  "?árbol que habla? Arbolomé no ha despertado desde que el agua fuerte llegó, destruyendo parte de nuestro bosque. Sus hojas verdes están quietas, y sus ojos y boca están cerrados. No hay nada que ver, así que vete".

  Mi entusiasmo se desinfló un poco al escuchar tales palabras.

  "?'No ha despertado'? ?Qué significa eso? ?Está... muerto o algo así?"

  "Claro que no está muerto. Arbolomé duerme profundamente, eso lo sabemos todos..."

  Por alguna razón, bajó su lanza, y los demás lo siguieron.

  "La gran cantidad de agua fuerte que rompió nuestros árboles parece que lo hirió a él también. No sabemos por qué no despierta, pero no dejaremos que extra?os como ustedes se acerquen sin saber quiénes son".

  "Ah, sí, perdón... Yo me llamo Luciano".

  "?Yo soy Mirella, la mejor amiga de Luciano!"

  "Gusto en conocerlo. Mi nombre es Aya".

  "Es una lástima que no esté despierto..." Murmuré, tomando un poco de aire.

  "Escuchen, tengo que verlo de todos modos, porque yo tengo magia. Quizás pueda ayudar a ese árbol, despertarlo o algo. ?Déjenme intentarlo!"

  No podía rendirme ahora. Si este árbol era tan importante para ellos, si tenía vida propia, tal vez mi magia podía hacer algo. Tal vez nuestras magias en conjunto podían despertarlo.

  El hombre se rascó la barbilla, la cual era bien lisa, sin nada de vello facial.

  "?Magia? ?Qué es eso? Hablas como si fuera algo que conocemos, pero no entendemos esas palabras".

  Antes de que pudiera responder, Arbiot pasó a mi lado.

  "Esto es magia, Yanis", dijo, alzando la lanza para que todos la vieran.

  "Este ni?o humano rompió nuestras lanzas viejas sin tocarlas y creó estas nuevas con piedra y madera, todo en un instante y sin que pudiéramos ver cómo lo hacía. Es algo misterioso que no conocemos, pero es real. ?Miren la punta, es perfecta!"

  Los elfos del segundo grupo se quedaron boquiabiertos, algunos acercándose para tocar la lanza de Arbiot. El líder, sin embargo, no parecía tan impresionado.

  Aproveché el momento de distracción para avanzar unos pasos lentos y cortos. No iba a esperar a que me dieran permiso o me terminaría atrasando mucho más que lo prometido a mis padres.

  Si Arbolomé estaba cerca, iba a encontrarlo.

  "Mirella, Aya, ?ahora!" Grité, echando a correr otra vez, esquivando al líder y a los elfos que intentaron bloquearme.

  "?Luciano, te sigo!" Respondió Mirella, volando nuevamente a mi lado, iluminando el camino.

  Aya no dijo nada, pero sus pasos se escuchaban a mi espalda.

  Los elfos gritaron, algunos corriendo tras nosotros, otros discutiendo entre ellos. Intenté no mirar mucho hacia atrás.

  De un momento a otro, el bosque se abrió frente a mí, con los abedules separándose más entre sí.

  No hacía falta seguir avanzando; él ya estaba frente a nosotros.

  "Madre santa de Dios... ?Qué es todo esto?"

  El lugar parecía sacado de un sue?o. Era un claro enorme, un círculo perfecto de, aparentemente, grava gris que separaba todo el bosque del centro. En medio de todo, yacía el árbol gigantesco, de un marrón oscuro tan profundo que parecía absorber la luz. Su tronco era ancho, mucho más de lo que pensaba, y se alzaba varios metros hacia arriba, tantos que no se llegaba a apreciar el final. También estaban sus hojas, verdes y del tama?o de la mano de un adulto.

  Dentro de todo este lugar abierto, había decenas de elfos, principalmente mujeres, viviendo tranquilamente.

  También había otras cosas que colgaban de las ramas... ?frutos dorados? ?Y tienen partículas mágicas!

Recommended Popular Novels