Los elfos no perdieron el tiempo. Apenas di un paso adentro del claro, un grupo de los que nos perseguía se abalanzó hacia mí desde los costados, con lanzas en alto y gritos. No tuve tiempo de reaccionar; sus cuerpos se movían rápidos, demasiado para alguien como yo, que dependía más de la magia que de la fuerza bruta.
"?No lo toquen!"
Antes de que el elfo más cercano me atrapara del brazo, una ráfaga de luz brillante explotó encima de mí, cegándolos a todos a mi alrededor, haciendo que tropezaran y soltaran sus lanzas.
Mirella volaba en círculos sobre ellos.
"?Atrás, orejas largas! ?Nadie toca a Luciano mientras estoy aquí!"
A mi derecha, Aya alzaba las manos, creando una barrera mágica visible que se formó en un instante, bloqueando a tres que no estaban cegados e intentaban flanquearme. Los tipos chocaron contra ella, cayendo con caras de confusión.
"Quédense donde están. No queremos lastimarlos, pero no dejaremos que lo lastimen a él".
"?Gracias! ?Sigan con ellos, chicas!" Grité, aprovechando el caos para correr hacia el centro del claro.
Mi corazón latía desbocado, no solo por el peligro, sino también por la emoción de estar tan cerca de Arbolomé. Esa cosa, supuestamente viva, era real, y yo iba a hablar con él, para bien o para mal. Nadie iba a detenerme, ni los elfos, ni sus lanzas, ni nada.
Mientras corría, mis ojos recorrían el lugar. Era una escena sacada de un sue?o... psicodélico. A mi izquierda, un grupo de cuatro elfas jóvenes dormía plácidamente contra las raíces enormes; sus cuerpos estaban relajados como si el árbol mismo los acunara. A la derecha, otros afilaban lanzas contra las raíces gordas y sobresalientes... ?Acaso eran tan duras como para poder afilarlas allí?
Más adelante, más o menos hacia donde yo me dirigía, unos ni?os correteaban rodeando el tronco por una especie de rampa natural que el árbol mismo formaba, riendo y saltando; parecía que era divertido para ellos. En las ramas altas, figuras ágiles trepaban para arrancar frutos dorados, los mismos que tenían partículas mágicas a su alrededor y una aparente forma de lágrima.
Todos a los que pasaba por al lado me miraban. Algunos con curiosidad, otros con desconfianza, pero ninguno se movió para frenarme. Tal vez era el caos que Mirella y Aya estaban causando atrás, o tal vez algo en mi cara les decía que no iba a detenerme. Seguí corriendo, esquivando peque?os montículos de grava, hasta que llegué al frente del tronco, justo entre dos raíces.
Me detuve, jadeando, y levanté la vista. Arbolomé era inmenso, más de lo que había imaginado. Y allí, en la corteza, a unos tres metros del suelo, había algo que me dejó helado: dos hendiduras grandes y cerradas con forma de semicírculo, como ojos dormidos, y una grieta horizontal debajo, como una boca sellada. Era un maldito rostro en un árbol.
"Qué increíble…" Murmuré, sintiendo un cosquilleo recorrer mi espalda.
"Arbolomé, ?sos vos? ?Me... escuchás?"
Hubo silencio de su parte. Ni un crujido en la madera, ni un susurro. El rostro permanecía inmóvil, lo que me hacía pensar que quizás estaba atrapado en un sue?o eterno. Miré alrededor, esperando que algún elfo me gritara o intentara arrastrarme lejos. Sin embargo, nadie se acercó. Los gritos de los elfos con lanzas y los destellos de luz de Mirella seguían generando disturbios a lo lejos, pero acá, frente al tronco, todo era calma. Demasiada calma.
"Bueno, si no vas a hablar, voy a probar otra cosa".
Pasé la lanza a mi mano izquierda y extendí la otra, la que tenía los dos anillos encantados por Forn, apoyándola contra la corteza, que se sentía algo tibia. En el instante en que mis dedos tocaron la madera, todo a mi alrededor cambió.
El mundo se desvaneció. El claro, los elfos, el bosque rojo, todo se borró de un momento a otro. Me encontraba en un espacio vacío, un infinito de nada, gris y sin forma. No había cielo, no había suelo, solo un espacio abierto.
"?Qué carajo…?"
Estaba solo en este sitio. Sin Mirella, ni Aya, ni los elfos. Solo yo, con mi remera verde, mi bermuda y todo lo que estaba en contacto con mi cuerpo. Recuerdo que algo parecido me pasó cuando vi por primera vez a Forn en un sue?o, cuando Lucía estaba demostrando signos de que era una reencarnada.
Cuando bajé la mirada, vi algo en medio de la nada, a unos pasos de mí. Había un peque?o tumulto de tierra, como esos montículos que se deben hacer para tapar una semilla al sembrar. Era lo único que rompía con la monotonía de este lugar.
No sé ni dónde estoy pisando, para ser sincero.
"Bienvenido, ni?o humano", dijo de pronto una voz.
Era profunda, resonante, pero no venía de ningún lado en concreto.
"Usted ahora se encuentra dentro de mi mente. Le invité a entrar porque noté algo diferente en su cuerpo".
Me quedé congelado, con la boca entreabierta.
"?Arbolomé? Sos vos, ?no? ?En serio podés hablar!"
Una risa suave llenó el espacio.
"Soy Arbolomé, sí. ?Y su nombre es...?"
"Ah, perdón. Yo me llamo Luciano".
"Está bien, Luciano. Siéntese, por favor. Hablemos".
No lo pensé dos veces. Me senté frente al tumulto, cruzando las piernas. Por alguna razón, estar acá, en este lugar más vacío que el espacio interdimensional de Sariah, no me ponía nervioso. Era como si Arbolomé me estuviera abrazando con su presencia.
"Bueno, esto es… una locura. No sé ni qué decirte, porque tampoco sé muy bien cómo llegué hasta acá, hasta tu mente. ?Acaso es magia?"
"Esto sucedió porque usted tiene una mente muy débil".
"?Una mente muy débil? Creo que ya me habían dicho algo así antes, pero... ?por qué?"
"No lo sé, joven".
"?En serio no lo sabés?"
"No piense en eso ahora. Mejor piense en que, gracias a eso, estamos aquí, hablando".
"?Tenés un buen punto, eh! Aunque nunca hablé con un árbol antes, el no poder verte me complica un poco la situación".
"Me disculpo si lo estoy confundiendo... No puedo hacer mucho más en este momento".
"?Por qué?"
"Primero quiero hablar sobre otras cosas con usted, si me lo permite".
"Sí, obvio. Mientras allá afuera esté todo bien, yo encantado de hablar con vos".
"No se preocupe, su cuerpo está en perfectas condiciones".
"Bueno, ?y ahora qué? ?De qué querés hablar?"
"Cuénteme, ?qué lo trajo aquí? ?Qué ha estado haciendo en este tiempo? Quiero saber de su vida".
La pregunta tan distendida me tomó por sorpresa.
"A ver, por dónde empiezo… Hace poco vine de una isla, que es un pedazo de tierra rodeado de agua, cruzando el agua con las barreras mágicas de mi amiga Aya, una zorro místico. Llevamos días explorando esta tierra nueva, buscando un buen lugar para vivir. En ese transcurso, encontramos cosas como carbón, hongos, ciervos, jabalíes, coyotes y ahora a vos. También… bueno, tengo algo que llamo magia, con la que puedo moldear materiales y muchas cosas más. Y en el día a día, trato de ense?arles a los que me rodean cómo hacer cosas mejores, cómo mejorar en diferentes aspectos. Quiero que este mundo sea mejor, ?sabés?
"Es muy interesante todo lo que me dice. Hábleme más de su magia. ?Cómo la usa?"
"Antes de responderte, quería decirte que no hace falta que me trates de usted. Me siento más cómodo con las charlas informales".
"Solo lo trato con el debido respeto que se merece".
"Bueno, como quieras, se?or árbol", respondí, inclinándome hacia adelante, apoyando los codos en los costados de mis rodillas.
"Mi magia es como… no sé, como si yo tuviera manos invisibles por todos lados. Veo partículas mágicas, peque?os puntitos amarillos que flotan en el aire, y puedo usarlas para cambiar las cosas. Por ejemplo, hice lanzas nuevas para los elfos que no nos querían dejar pasar. También construí un refugio subterráneo y, antes, en la isla, hice ropa, herramientas, casas. Pero no es solo mover o crear cosas, es hacer que las partículas mágicas me obedezcan y entiendan lo que quiero hacer, porque ellas son las verdaderas protagonistas de todo mi avance. A veces me asusta un poco el pensar hasta dónde puede escalar todo esto, pero… es increíble el vivirlo".
Arbolomé guardó silencio un momento.
"Fascinante. La magia que usted posee es un regalo raro. Las partículas que ve… son parte de estas tierras, supongo. Yo también las veo en mis frutos, aunque de otra manera. Ellas me dieron vida, me hicieron lo que soy".
"?Y qué sos, exactamente? Quiero decir, sos un árbol, pero, ?cómo llegaste a ser así? ?Cómo terminaste siendo... vos?"
"Eso es una historia larga, pero le daré la versión corta si excava el montículo de tierra frente a usted. Quiero mostrarle algo".
"?Excavar? Está bien".
Me puse de rodillas y empecé a cavar con las manos, apartando la tierra suave. No era difícil porque solo era tierra suelta. A los pocos segundos, mis dedos tocaron algo duro, liso. Lo saqué con cuidado, viendo una semilla dorada, del tama?o de una nuez, que brillaba con un resplandor suave. ?Acaso dentro tenía partículas mágicas?
"Whoa... ?Qué es esto? ?Una semilla?"
"Eso soy yo. O, mejor dicho, es lo que fui antes de convertirme en lo que usted ve afuera. Esa semilla es mi esencia, mi comienzo".
Me quedé mirándola, girándola entre mis dedos. Era cálida.
"?Es como tu cerebro o algo así? ?Tu corazón?"
"Esa solo es mi semilla, lo que me une a esta tierra hermosa. Hace mucho tiempo, cuando este bosque no existía, yo era solo esa semilla, enterrada en la nada. Con el tiempo, creé este bosque rojo inconscientemente, sin querer. Luego di frutos para los elfos cuando llegaron y me descubrieron. Les hablé, los protegí. Pero el agua fuerte, el tsunami, me hirió. Mis raíces están débiles y mis frutos escasean. No tengo la fuerza para despertar, porque si lo hago, todo el bosque podría derrumbarse".
Fruncí el ce?o, apretando la semilla en mi mano.
"?Cómo es eso, Arbolomé? ?Vas a tardar mucho en despertar, entonces?"
"Todavía no lo sé. Hace mucho tiempo que estoy esperando recuperar fuerzas, pero no sucede nada".
"No, no, no, no... Esto no va a quedarse así, amigo. Vos sos demasiado genial para quedarte dormido para siempre. Puedo ayudarte, ?sabés? Tengo una idea muy buena".
"?Una idea?" Preguntó, con su voz sonando intrigada por primera vez.
"?Qué tiene usted en mente?"
"No te lo digo, te lo muestro".
Cerré los ojos, concentrándome en las partículas mágicas que flotaban a mi alrededor, incluso en este lugar extra?o dentro de la mente de Arbolomé. Las sentía, como siempre, danzando, esperando que les diera una orden. Pero esta vez no iba a moldear piedra ni nada parecido. Iba a darle algo a él.
Sosteniendo la semilla con ambas manos, les pedí mentalmente que se movieran, que se transfirieran desde mí hacia él. Era como empujar una corriente de energía, un río de magia que fluía desde mi pecho, mis manos, mi cuerpo, directo al núcleo de este árbol enorme.
"?Vamos, Arbolomé, tomá esto!"
Era agotador, porque era la primera vez que hacía algo así, pero no paré. Seguí empujando, imaginando a Arbolomé despierto, sus hojas verdes reluciendo, sus frutos dorados colgando de las ramas.
De repente, todo se detuvo y el escenario se disolvió, haciendo que mi consciencia volviera a la vida real con un estallido de colores y sonidos. Estaba de nuevo frente al tronco, con la mano aún pegada a la corteza y mis rodillas temblando. Pero entonces lo vi: los ojos de Arbolomé, grandes y dorados, que no tenían ni iris ni pupilas, simplemente eran dos óvalos pegados planamente a la corteza. La grieta de su boca se curvó en una sonrisa junto con un crujido suave.
"?Luciano!"
La voz de Arbolomé ya no estaba solo en mi cabeza; ahora salía del árbol mismo.
"?Funcionó, carajo!" Grité, riendo como tonto.
"?Pero esperate, que todavía me falta por probar algo más!"
Saqué mi cantimplora del costado de mi bermuda, la abrí con manos temblorosas y se la acerqué al tronco.
"Tomá de esto, Arbolomé. Es agua mágica, de la buena. Seguro que va a ayudarte a recuperar tus heridas, así que abrí la boca, por favor".
él no respondió, solo deslizó su cara por el tronco hasta llegar hacia mí, dejando la boca entreabierta.
Derramé el agua mágica dentro de él, siendo absorbida por el interior de la madera en segundos. Y entonces, pasó algo extra?o: las ramas de Arbolomé temblaron, y de ellas comenzaron a brotar frutos dorados, decenas, cientos, con forma de lágrimas que brillaban como peque?as lámparas. Los elfos gritaron, algunos llorando, otros corriendo a treparse por las ramas para recoger los frutos.
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Todos los demás dejaron de luchar, algunos cayendo de rodillas al suelo, otros sonriendo como desquiciados.
"?Arbolomé ha despertado!" Exclamó una mujer de alta estatura, con lágrimas en los ojos.
"?El árbol vive de nuevo!"
"?Arbolomé volvió a hablar!"
Mirella voló hasta mí de inmediato al notar el alboroto.
"?Luciano, lo lograste! ?Hiciste que el árbol hablara! ?Mira cuántas cosas que parecen comida crecieron!"
Aya también se acercó, con una sonrisa suave pero orgullosa.
"Lo lograste, Luciano. Sabía que podías hacerlo".
Me limpié el sudor de la frente, todavía mareado por el esfuerzo.
"Gracias, chicas. Pero esto no fue solo algo mío. Fue gracias a Arbolomé, que es... increíble".
"Luciano, he entendido una cosa", dijo el árbol, haciéndome girar de inmediato mientras volvía a unir la cantimplora a mi ropa.
"A partir de ahora, quiero que esperes de mí lo que recibo de ti, porque yo les daré abundancia. Has traído vida de nuevo a mi cuerpo, y yo te devolveré ese favor con creces. Este bosque, estos frutos, son para todos ustedes. Quédate aquí y te aseguro que seremos más que buenos amigos".
Mi pecho se hinchó de algo que no podía explicar: orgullo, alivio, esperanza. Aun así, había notado un cambio en él.
"?Qué pasó con el tratarme de usted, eh?"
"Tú me lo pediste, y ahora que me he dado cuenta de cuánto te debo, te haré caso".
"Oh... Suena a un trato justo, tanto esto como lo otro. Seguramente vamos a quedarnos cerca de por aquí con mi familia y vamos a construir algo grande. Y vos también vas a ser parte de esto".
"Espero que así sea".
"Sos buena onda, ?sabías? Me caés bien".
"No entiendo qué quisiste decir con eso... De todos modos, creo que sería mejor que te dieras la vuelta. Hay muchos esperando conocerte".
Me giré, todavía con la adrenalina corriendo por mis venas, y lo que vi me dejó perplejo: cientos de elfos, ni?os, ni?as, mujeres, hombres, todos arrodillados sobre la grava, con las cabezas bajas y las manos apoyadas sobre sus rodillas. Parecía que estuvieran venerando algo o a alguien.
"?Qué está pasando acá...?" Murmuré, clavando un poco la lanza en el suelo para detectar si había algo inusual, pero todo estaba normal.
De entre la multitud, una figura se puso de pie y se quedó parado en el lugar. Era Arbiot, el elfo de la coleta rubia. Tenía una expresión tan seria que no se la había visto antes.
"Luciano, los elfos del bosque rojo hemos decidido una cosa al ver esta situación. Tú serás nuestro nuevo líder".
Me quedé congelado, parpadeando repetidamente.
"?Líder? ?Qué? ?De qué estás hablando, Arbiot? ?Por qué decís eso?"
Arbiot levantó una mano, se?alando el tronco gigante detrás de mí.
"Porque Arbolomé te eligió. él despertó por ti, Luciano. Nadie desde ese momento hasta ahora había logrado lo que tú hiciste. Ni siquiera Thalion, el que era nuestro líder, pudo hablar con Arbolomé cuando el agua hirió todo este lugar. Pero tú lo trajiste de vuelta. Eres el elegido del árbol, y nosotros te seguiremos, porque él nos ha dado un hogar desde hace mucho tiempo".
"?Thalion? ?Quién es ese? ?Y dónde está?" Pregunté, frunciendo el ce?o.
Arbiot bajó la mirada un segundo, como si la pregunta lo hubiera incomodado.
"Thalion era nuestro líder hasta recién. Pero él… emprendió un viaje con su familia, hace ya bastante, para conocer nuevas tierras y buscar una solución para Arbolomé. No sabemos si volverá, y ahora que tú has venido y has arreglado todo este gran problema sin que ni siquiera te lo pidiéramos... No puedo decir nada más, solo que Arbolomé te ha elegido, esa es la única explicación".
"?No, no, no, esperá un momento! Esto está mal, Arbiot. Yo no puedo simplemente venir y usurpar el lugar de este tal Thalion. No soy de acá, ni siquiera soy un elfo. ?Soy un humano que acaban de conocer! Acabo de llegar, no sé nada de cómo lideran, de sus costumbres, de nada. No puedo ser su líder así como así. Simplemente tenía pensado vivir acá dentro del bosque o en las cercanías, nada más".
Antes de que pudiera seguir o que él me respondiera, un murmullo fuerte comenzó a crecer entre los elfos. Primero fue un susurro, luego voces más altas, algunas molestas, otras confusas. Los que estaban arrodillados empezaron a levantar la cabeza, mirándome a mí y entre sí con expresiones que iban desde la sorpresa hasta el enojo. Parecía que algo de lo que habíamos dicho había tocado una fibra sensible en ellos.
"?Por qué Thalion no vuelve?"
"?Thalion nos abandonó!"
"?Arbolomé eligió al humano! ?él es el nuevo líder, no Thalion!"
"?Hay que saludar y agradecer a nuestro nuevo líder!"
El murmullo se convirtió en un caos de voces, y de repente, los elfos comenzaron a levantarse. No en orden, no con calma, sino en una ola desordenada, avanzando hacia mí como si yo fuera una especie de imán. Mi instinto me dijo que corriera, pero mis piernas no se movieron. Estaba demasiado atrapado en la locura de la situación. Además, ya tenía a todos encima de mí.
"?Oigan, esperen, no se acerquen tanto!" Grité, pero mi voz se perdió en el bullicio.
El primero en llegar fue un elfo flaco, con el pelo plateado y los ojos verdes, que se lanzó hacia mí y me plantó un beso en la mejilla.
"?Gracias, líder! ?Por Arbolomé, por nosotros!"
"?Qué…?"
Apenas tuve tiempo de reaccionar. Una elfa, de las pocas con arrugas marcando los a?os en su rostro, me agarró la cara con ambas manos y me besó la frente.
"?Bendito seas, humano! ?Has salvado nuestro hogar!"
"?Pará! ?Paren un poco!"
Intenté retroceder. Sin embargo, más gente se acercaba, rodeándome.
Una ni?a peque?a, con orejas puntiagudas que parecían demasiado grandes para su cabeza, se aferró a mi pierna izquierda.
"?Líder, líder! ?Te queremos! ?Thalion era malhumorado!"
Mi sombrero de hojas, ya medio torcido por el beso de la mujer mayor, salió volando cuando un elfo robusto, con el cabello... ?trenzado? Me dio un beso en la cabeza, riendo.
"?Eres nuestro salvador, ni?o humano!"
"?No soy un salvador! ?Y mi nombre es Luciano!" Grité, agachándome para recuperar el sombrero, pero una mano me lo quitó antes de que pudiera alcanzarlo.
Era una elfa joven, con el pelo celeste y una mirada pícara, que lo levantó en el aire.
"?Oh, qué linda cosa hecha de hojas! ?Aunque te queda mejor sin él, líder!"
"??Eh?! ??Estás diciéndome que mi sombrero es feo!? ?Devolvémelo ya!"
Me estiré, pero la multitud me empujaba, y más besos llovían sobre mí. Mejillas, frente, hombros, hasta uno que aterrizó peligrosamente cerca de mi boca, cortesía de un elfo que portaba poca ropa. Intenté cubrirme la cara, pero era inútil. Eran demasiados, y todos querían abrazarme, besarme o simplemente gritar mi nombre.
Mirella, que flotaba sobre todos nosotros, no ayudaba en nada. Estaba muerta de risa, dando volteretas en el aire.
"?Luciano, eres el mejor de todos! ?Mira cómo te quieren!"
"?Mirella, hacé algo, loca!" Le grité, esquivando otro beso de un tipo que parecía tener la fuerza de un toro.
Aya, por su parte, se mantenía detrás de mí. Realmente no sé por qué se quedó parada ahí, observándome la espalda. Genial, gracias por la ayuda, Aya.
Entre el caos, una elfa alta, rubia y con una ropa hecha de hojas que parecía más elaborada y que cubría más piel que las demás, se abrió paso. Tenía una presencia que hizo que algunos elfos se apartaran. Me miró de arriba abajo, como evaluándome, y luego sonrió.
"Luciano, líder de los elfos del bosque rojo, mi hija mayor, Leila, es una mujer fuerte y hermosa. Sería un gran orgullo para mí que se convirtiera en tu pareja. Ella te dará hijos fuertes y leales".
"?Q-Qué?"
Casi me ahogo con mi propia saliva al hablar. ?Ya estaban hablando de tener hijos!
"?Pareja? ?No, no, gracias, pero no! ?No estoy buscando nada de eso por ahora!"
La elfa no se inmutó.
"Leila es de las únicas chicas que están aprendiendo a usar una lanza. Te defenderá si es necesario. ?Mírala!"
Se?aló a una chica rubia más joven, de ojos celestes, que estaba justo por donde ella se había abierto paso, mirándome con una sonrisa un tanto... avergonzada. Creo que la pobre parecía tan incómoda como yo.
"?No, en serio, estoy bien solo por ahora! Además, tan solo soy un ni?o, ?eh?" Respondí ante tal propuesta, pero mi voz se perdió cuando un grupo de ni?os elfos se abalanzó sobre mí, ofreciéndome frutos dorados.
Uno me metió uno en la mano, otro intentó ponérmelo en la boca.
"?Come y crece fuerte, líder! ?Arbolomé los hizo para ti!"
"?No me metan cosas en la cara!"
Me libré de los ni?os con cuidado, sosteniendo el fruto dorado, que brillaba por fuera con partículas mágicas. Olía dulce, tentador, pero no estaba de humor para probarlo.
Aunque... Se me acababan de traspasar un montón de las partículas que había perdido al traspasarlas. ?Serán estas frutas el reemplazo del agua mágica? Si es así, su contenido podría llegar a curar las heridas, lo que explicaría el porqué de que los elfos se encuentren en tan buen estado físico. Sin embargo, no explicaría el que sus cabelleras se vean tan desalineadas, teniéndolas algo grasosas y poco lacias, algo que nosotros ya no padecemos desde que bebemos agua mágica casi a diario.
Miré a mi alrededor, buscando una salida. Los elfos seguían acercándose, algunos ofreciendo más frutos, otros gritando cosas que no llegaba a entender. En fin, todo esto era una locura.
"?Basta, basta, todos!" Grité, soltando mi lanza y subiéndome a una raíz baja de Arbolomé para que me vieran mejor.
"?Escuchen, agradezco todo esto que están haciendo, pero solo quería ayudar a Arbolomé, no tomar el lugar de nadie! ?Y no quiero ser la pareja de nadie, ni de Leila ni de ninguna otra chica! ?Por favor, paren!"
Mi discurso no tuvo el efecto que esperaba. En lugar de calmarse, los elfos aplaudieron, como si acabara de dar un discurso épico.
"?Luciano, nuestro líder!" Gritó alguien, y el resto se unió, coreando mi nombre.
Hasta los ni?os empezaron a saltar, tirándome más frutos dorados para ver si los atrapaba.
"?No soy su líder!" Insistí, pero era como hablarle a una pared, o a un árbol, en este caso.
Arbolomé, que había estado en silencio, comenzó a reírse suavemente.
"Luciano, me temo que no puedes escapar de esto. Los elfos son... apasionados. Pero no quiero que te preocupes. No te obligaré a liderar si no quieres. Aunque, debo decir, creo que con el tiempo lo harías bien".
"?Arbolomé, no me hagas esto!"
"Solo expreso lo que siento".
En medio del caos, Arbiot se acercó trepando la raíz, esta vez con mi sombrero en la mano en vez de su nueva lanza. Me lo extendió, con una sonrisa que apenas se le notaba.
"Lo recuperé para ti. Y... lo siento, Luciano. No esperaba que reaccionaran así. Debe ser por la ansiedad que todos teníamos al estar a solas. Pero es verdad lo que dije: Arbolomé te eligió. Y eso significa mucho para nosotros".
Tomé el sombrero, poniéndomelo de un tirón.
"Arbiot, te agradezco, pero esto es una locura. No puedo ser el líder de un bosque entero. Tengo mi propio grupo, mi familia, mis planes. No puedo quedarme acá a liderar elfos sabiendo que ya tienen otro líder que podría volver en cualquier momento".
"Si Thalion regresa, entonces le diremos que la gente, junto con Arbolomé, decidió que habría un nuevo líder".
"?Así de fácil creés que lo va a aceptar? Si ve que soy un humano, me va a querer matar".
"No te preocupes por eso, nosotros te defenderemos. Solamente los familiares de Thalion están de su lado. Todos los demás nos hemos cansado de esperar su regreso".
"Sí, entiendo todo eso, pero..."
De pronto, sentí que alguien me tocaba el pie desde abajo; era Aya.
"Luciano, por lo que he oído de toda esta gente, has hecho algo increíble. Despertaste a Arbolomé, le diste esperanza a aquellos que llamas elfos. No tienes que ser su líder si no quieres, pero... tal vez puedas ayudarlos de otra manera. Hablar con ellos, ense?arles como haces con nosotros".
La miré, sintiendo una punzada de culpa. Aya tenía algo de razón en la parte final de lo que dijo. No podía simplemente ignorar a esta comunidad. Había despertado a su árbol sagrado, y ahora me veían como una especie de mesías. Pero, ?ser su líder?
"Aya, ?en serio creés que yo podría manejar un grupo tan grande? ?No iremos a tener problemas con ese tal Thalion luego?"
"Cuando venga, lo conoceremos y hablaremos con él. Estoy segura de que lograrás llegar a un acuerdo".
"?Sí, que Luciano sea el líder al que todos quieran!" Gritó Mirella.
?Qué hago...? ?En serio tengo que ser yo?
?Qué estará pensando Sariah de todo esto?
Esa última pregunta se clavó en mi mente, abriendo una grieta por la que se colaron un montón de dudas. Sariah, la diosa que me trajo a este mundo, la que me dio esta magia y esta misión de hacer avanzar a la gente, ?qué diría de esto? ?Estaría orgullosa de que desperté a Arbolomé, de que hice algo tan grande sin siquiera pensarlo tanto? ?O me estaría mirando con cara seria, desaprobando que siquiera considerara tomar el lugar de otro líder, alguien que ni siquiera estaba acá para defenderse? Porque eso era lo que más me frenaba: Thalion. No lo conocía, no sabía si era un buen tipo o un tirano, y usurpar su puesto sin que él estuviera presente se sentía... deshonesto. Como si estuviera robando algo que no me pertenecía.
?Terminaría siendo yo de los que prometen oro al pueblo mientras apu?alan por la espalda a quien no está para responder? No quería ser un oportunista, no quería reemplazar a Thalion sin darle una chance de explicarse. ?Era digno? ?Era justo?
No tengo una respuesta clara.
Luego estaba el otro lado, el que me hacía apretar los pu?os y mirar a los elfos con un nudo en la garganta. Esta gente, con sus orejas puntiagudas y sus ropas inteligentemente hechas de hojas, me miraba con una esperanza que no había visto en mucho tiempo. Eran como trescientos, y todos parecían dispuestos a seguirme, a escuchar lo que tenía para decir. Si me convertía en su líder, no solo estaría guiando a mi peque?o grupo que me siguió hasta este continente, sino a una comunidad entera. Podría ense?arles todo lo que sabía: cómo construir casas mejores, cómo fabricar herramientas, cómo organizarse para que no dependieran solo de los frutos de Arbolomé, aunque todavía no sabía qué comían; podría dividir tareas, como en una fábrica o un pueblo de verdad. Ense?ar a unos a construir, a otros a cultivar... Hasta podría mandar a algunos fuera de este bosque para que hicieran expediciones y buscaran nuevas cosas. Seríamos más eficientes, más fuertes. Podríamos hacer que este mundo avanzara de verdad, cumplir la misión de Sariah a una nueva escala.
?Y si ella veía esto como una oportunidad? No para traicionar a nadie, sino para tomar las riendas de algo grande. Estos elfos no eran humanos, pero eran una comunidad entusiasta, y yo podía ayudarlos a crecer, a aprender, a ser más que un grupo de salvajes con lanzas de madera. Podía mostrarles lo que sabía de mi vida anterior, planificando un asentamiento. Podía ser el puente entre lo que eran ahora y lo que podrían ser. Pero, ?y Thalion? ?Y si volvía y me encontraba sentado en su lugar? ?Y si los elfos se dividían por mi culpa? La idea de causar un conflicto, de romper esta unidad que ahora gritaba mi nombre, me ponía los pelos de punta.
?Qué hago? Esta vez no había se?ales, no había pájaros rojos volando hacia el horizonte ni plumas cayendo del cielo. Solo estaba yo, con un montón de seres fantásticos esperando una respuesta y mi propia cabeza dando vueltas.
Entonces, algo hizo clic en mi cerebro. Recordé una cosa de mi vida anterior, algo que no había pensado en a?os. En cualquier país, cuando había elecciones, la gente votaba. No siempre ganaba el 'mejor', claro, pero la idea era que el poder venía de la gente, no de un solo tipo que se creía el rey. Democracia, esa era la palabra clave. Y aunque no era perfecta, tenía un principio que me ayudaba ahora: si la mayoría elegía a alguien, ese alguien tenía que asumir la responsabilidad, porque ignorar la voluntad de la gente era como traicionarlos.
Miré a los elfos, a sus caras llenas de expectativa, a sus manos sosteniendo frutos dorados. Ellos me habían elegido. No había sido mi plan, no lo había pedido, pero lo habían decidido. Arbiot lo dijo claro: Arbolomé me eligió, y ellos estaban de acuerdo. Esto, al final de cuentas, no era una traición a Thalion; era la voluntad de una comunidad. Y si mi decisión final era negarme, ?qué mensaje les dejaba? ?Que su fe en alguien que había hecho algo importante no valía nada?
Ahora lo veía con más claridad...
No podía negarme. No después de cruzar un maldito mar para encontrar a más gente con la que relacionarme y ense?arles. Sariah me había puesto en este mundo para liderar, para ense?ar, para cambiar las cosas. Y estos chicos, con sus gritos y sus besos locos, eran mi primera chance de hacerlo en grande. Y si Thalion volvía, tendría que entenderlo, como dijo Aya. Y si no lo entendía, bueno, podríamos dividir los poderes. Pero ahora, en este claro lleno de piedras en el suelo y los elfos coreando mi nombre, no podía darles la espalda. Tenía que aceptar, no por poder, sino por ellos y por la misión que Sariah me había dado.
Respiré hondo y levanté la mano para pedir silencio indirectamente. Los elfos, sorprendentemente, se callaron casi al instante, mirándome con ojos brillantes. Mirella dejó de dar volteretas y flotó a mi lado. Aya inclinó la cabeza, como dándome su aprobación silenciosa.
Todos esperaban algo de mí.
"Está bien. Si ustedes quieren que sea su líder, lo voy a ser. No porque quiera tomar el lugar de Thalion, ni porque crea que soy mejor que nadie. Lo hago porque ustedes me eligieron, porque Arbolomé confía en mí y porque quiero ayudarlos a construir algo grande. Pero escuchen esto: no voy a ser un líder que manda y todos obedecen como si nada. Vamos a trabajar juntos, a aprender el uno del otro. Quiero que me ense?en lo que saben, y yo les voy a ense?ar lo que sé. Vamos a hacer que este bosque sea un hogar para todos, no solo para los elfos, sino para mi familia también. ?Están conmigo?"
No hacía falta describir cuál fue la reacción de todos ellos. Solo puedo decir que hoy mismo comienza una nueva etapa en mi vida, la cual no sé si al final terminará siendo buena o mala, pero seguro que será muy divertida.
Dejaré que el Luciano del futuro juzgue si tomé la decisión correcta.
----------- FIN DEL VOLUMEN 5 -----------
últimamente no ha habido absolutamente nada de apoyo, así que si alguien lleva esta historia "al día", le agradecería que al menos dejara un comentario para saber que está acá, acompa?ando
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