home

search

Capítulo 78: Mineros precarios.

  Después de varios minutos explicando por qué el coyote podría ser inofensivo y que deberíamos evaluar su actitud, la cual era pasiva tras terminar de comer, llegamos a la conclusión de que seguiremos alimentándolo con las sobras y veremos si quiere ser amistoso con nosotros o no. Ahora todo depende de él.

  Siendo sincero, a mí no me parece una idea tan genial la de tener un animal salvaje y carnívoro a nuestro lado, pero... debo decir que es interesante el poder tener la posibilidad de observar su comportamiento de cerca. Así puedo estudiar mejor sus características y su evolución como animal, lo que podría servirme en un futuro si necesito explicarle a alguien cómo es un coyote.

  Ahora mismo estoy en cuclillas, con los codos apoyados en las rodillas, observando el suelo donde había estado la trampa. El cebo que había quedado del jabalí ya estaba entrando en su proceso de descomposición. Sin embargo, eso no parecía importarle a los insectos que buscaban comida: las hormigas. Eran peque?as, coloradas, moviéndose en una fila ordenada hasta la carne, cada una cargando un pedacito, que para ellas seguro que era muy valioso. Claro, hay muchas especies de hormigas que son omnívoras.

  Me quedé mirándolas, hipnotizado por su precisión y trabajo en equipo, pero al mismo tiempo con un nudo en el estómago que no podía ignorar. Las hormigas en esta vida me daban repelús, un escalofrío que me subía por la espalda y me hacía apretar levemente los dientes. No era solo por su apariencia, aunque esos cuerpos peque?os y esas patas diminutas moviéndose sin parar tenían algo inquietante. Era por lo que había pasado en la isla.

  A?os atrás, cuando todavía era un pendejo aprendiendo a usar mi magia, me topé con unas hormigas como estas, pero de color negro. No sé de dónde salieron, porque en la isla no había casi insectos, no de ese tipo. La historia ya es conocida: me picaron y terminé muriendo el mismo día en el que Lucía nació. Desde entonces, mi pie derecho quedó liso, sin una sola u?a. Esa muerte era una marca que lamentablemente nunca se iría.

  Lo más raro de todo es que esas hormigas desaparecieron después. Nunca más las vi, ni en la isla ni en ningún lado. Parecía que hubieran aparecido solo para joderme y luego se esfumaron. Todavía me ponía los nervios de punta pensar en eso, porque toda la atmósfera de la escena había sido extra?a.

  Sacudí la cabeza, tratando de sacarme el recuerdo de encima, y volví a mirar las hormigas. Estas parecían normales, solo insectos haciendo lo suyo. Sin embargo, no podía evitar sentir un cosquilleo en el pie, como si mi cuerpo estuviera esperando otro ataque letal. Me alejé un paso, respirando hondo, y moví la vista hacia Sol, el cachorro de coyote. Estaba acostado debajo de la carreta, con la cabeza apoyada en sus patas delanteras, observándome con esos ojos amarillos que parecían atravesarme. Su hocico todavía tenía rastros de sangre seca del cebo, y su cuerpo estaba relajado... sin quitar la vista de mí. ?Acaso estaba estudiándome, calculando si yo era una amenaza o solo un tonto agachado mirando bichos? Había algo en su mirada, una inteligencia que me ponía nervioso, pero también me intrigaba. No era un animal doméstico como un gato o un perro, era... otra cosa. Algo salvaje, con un toque de curiosidad que me hacía pensar que tal vez, solo tal vez, podríamos llegar a entendernos.

  "?Qué me mirás tanto, Sol?" Murmuré, frunciendo el ce?o de manera exagerada.

  él ladeó la cabeza levemente y alzó un poco las orejas, pero no se movió, solo siguió con esos ojos fijos en mí.

  "Si vas a quedarte con nosotros, vas a tener que portarte bien, ?eh? Nada de morder a los gnomos o de robar comida. No seas gil y portate bien, ?eh! Mirá que si intentás atacarnos, te voy a limar los colmillos con el piso".

  Como si me entendiera, soltó un bufido corto, casi un resoplido, y cerró los ojos, como diciendo 'déjame en paz'. Este muchacho ya tenía más personalidad que algunos humanos que había conocido.

  Un grito desde la llanura me hizo dejar de decir tonterías. A lo lejos, vi a Suminia, Samira, Rin y Mirella viniendo hacia el refugio, arrastrando algo grande por el pasto. Era otro jabalí, más grande que el de ayer, con el pelo negro brillando bajo el sol. Parecían contentos, y no era para menos. Ese jabalí iba a darnos comida para dos días más.

  Del otro lado, en la costa, estaban Lucía con Rundia, lavando los platos, cubiertos y piel de jabalí. últimamente pasan bastante tiempo juntas; hasta Lucía le ayudó a seguir buscando las cositas brillantes entre la arena.

  Eso sí, dentro de poco, cuando nos asentemos en una casa definitiva, comenzaremos a lavar las cosas en agua hirviendo; solo así podremos asegurarnos de que está desinfectado para volver a usar.

  Me levanté, sacudiéndome la ropa, y caminé hacia la trampilla, donde había dejado la bolsa hecha de pasto. La revisé rápido, buscando los dientes que había guardado. No eran muchos, porque la mayoría estaban medios rotos o podridos, pero los colmillos estaban intactos, largos y curvados, perfectos para lo que tenía en mente. Agarré un par de ramas que estaban tiradas cerca, restos de los abedules que habíamos traído poco a poco, y me senté junto a la trampilla, dispuesto a hacer un trabajo rápido.

  Con mi magia, moldeé las ramas en un mango corto y sólido, de unos veinte centímetros, lo suficientemente grueso para que un gnomo pudiera agarrarlo con sus manitas. Luego tomé uno de los colmillos y lo fusioné con el otro, para luego unirlo al extremo del palo, formando la parte superior del pico, que serviría para que Forn y sus peque?os intentaran picar con algo que no se rompiera al instante, como lo era la piedra. Además, desde hace un tiempo quiero probar si los dientes son lo suficientemente resistentes como para hacer algo así.

  Debería ponerme con eso de la minería para cuando hayamos encontrado más agua mágica, así podré hacer mis propios túneles subterráneos. Quiero encontrar metal.

  Estaba a punto de bajar al refugio cuando la trampilla se abrió de golpe, casi dándome en la cara. Aya salió disparada desde dentro, con las orejas moviéndose de derecha a izquierda y los ojos anaranjados abiertos de par en par. Su pelo blanco estaba despeinado y tenía una mancha negra en el pómulo derecho, como si se hubiera frotado contra algo sucio.

  "?Luciano, ven rápido!" Exclamó, agitando las manos.

  Sus colas se movían como locas, lo que siempre era se?al de que estaba nerviosa o emocionada.

  "?Los gnomos salieron de los pasadizos todos sucios, de color negro! ?No sé qué encontraron, pero tienes que venir a ver!"

  "?Negro? ?Qué carajo...? ?Están bien? No se lastimaron, ?no?"

  "?Están bien, están bien! Pero están... raros. Gritan, corren y ensucian por todos lados. ?Ven!"

  El refugio estaba en caos cuando llegué. Los gnomos, normalmente ordenados en sus filas, estaban corriendo en círculos, con sus sombreros rojos cubiertos de un polvo negro que les manchaba la cara y las manos. Algunos llevaban pedazos peque?os de algo oscuro en las manos. Forn estaba en el centro de la sala, intentando calmarlos, y él también estaba sucio, con la capa roja llena de manchas negras y una sonrisa que no le cabía en la cara.

  Espera, ese olor...

  "?Gnomo negro! ?Gnomo negro! ?Gnomos haber encontrado negro!" Gritaban los peque?os, saltando y chocándose entre ellos.

  Uno casi se me trepa por la pierna, sosteniendo un pedazo de... No me lo creo.

  "?Carbón?" Murmuré, agachándome para tomar el pedazo que el gnomo me ofrecía.

  Lo giré entre los dedos, sintiendo la textura áspera y el peso ligero. Era carbón, sin duda. Negro, quebradizo, con ese olor característico que me recordaba a mi vida pasada.

  "?Sí, encontraron carbón!"

  Aya se acercó, todavía con la mancha en la mejilla, e inclinó su cara hacia mí.

  "?C-Car...? ?Esa cosa es... buena? Tiene olor feo".

  "?Es algo muy bueno, Aya! ?Con esto podemos hacer fuego más fácil, cocinar mejor, hasta...! ?No sé, muchas cosas! ?Los gnomos son unos genios!"

  Forn se acercó, limpiándose el polvo negro de las manos en la ropa, aunque solo logró empeorar las manchas.

  "?Luciano, mis ni?os encontraron un montón de eso mientras rompíamos la piedra! ?Qué hacemos con esto? No es algo que antes haya visto".

  Miré el carbón en mi mano, luego a los gnomos, que seguían gritando y corriendo, y sentí una oleada de emoción. Esto era más que un hallazgo casual. Era una se?al de que este lugar tenía recursos, cosas que podíamos usar para construir algo más grande, algo mejor. Carbón significaba fuego, calor, herramientas que cualquiera pudiera construir, creación de energía... Si los gnomos seguían cavando, quién sabe qué más podían encontrar.

  "Por ahora, guardémoslo", dije, tratando de sonar calmado, aunque por dentro estaba saltando de emoción.

  "Vamos a dejarlo en donde estaba. Por ahora, no sigan avanzando por ese lado. Ya me voy a encargar yo del carbón".

  "Está bien. Comenzaremos a romper la piedra por otro lado, por otro pasadizo".

  "Por cierto, Forn, te voy a dar una cosa. Es un invento que les puede servir para romper piedra, o tal vez no. Es solo una prueba".

  Levanté el pico peque?o que había hecho, entregándoselo con una sonrisa.

  "Esto se llama pico. Lo hice con mi magia, para ustedes. Para utilizarlo, solo hay que sostenerlo de la parte de madera y luego golpear con cualquiera de las dos puntas blancas".

  Forn lo observó con detenimiento, e inmediatamente los otros gnomos dejaron de corretear.

  "Parece... interesante, amigo mío. Lo probaremos y te diremos cómo nos fue".

  "Perfecto. La idea es encontrar un material más resistente en el futuro para así hacer un pico mejor".

  "Muchas gracias por compartir tu magia con nosotros. Estamos agradecidos".

  "No, no es nada".

  "?Pico gnomo! ?Pico gnomo!" Gritaron los peque?ines, amontonándose alrededor de Forn para ver la herramienta.

  Uno intentó quitárselo de las manos, y otro se subió a su espalda, haciendo que el viejo gnomo casi se cayera. Qué locos son.

  Reí, mirando a Aya, que también sonreía... a medias. Parecía confundida por todo el alboroto.

  "?Viste todo eso, Aya? Esto solo es el principio. Si hay carbón, puede haber más cosas que no conocemos. Este lugar... creo que nos está dando la bienvenida".

  "?Eso crees? Todo suena a que vas a crear cosas nuevas".

  "Así es", respondí, pensando en otras cosas.

  Si en este lugar tenemos una veta de carbón, significa que no es un lugar aceptable para vivir, sino más bien un lugar ideal para convertirlo en una mina. Debemos movernos y hacernos nuestra casa definitiva.

  Le devolví el carbón a los gnomos mientras veía de reojo a Pyra, que estaba investigando la suciedad que dejó el carbón en el suelo. Es raro que no haya hecho algún comentario respecto a esta situación tan... fuera de lo común.

  Finalmente, me retiré, volviendo a salir al exterior para ver si venían los demás.

  "?Luciano!" La voz de Mirella me tomó por sorpresa.

  Llegó volando desde la llanura, con sus alas zumbando y una sonrisa enorme en la cara.

  "?Volví! ?Me extra?aste? Cazamos otro jabalí para que todos puedan comer".

  "Sí, Mirella, claro que te extra?é. Y muchas gracias por ayudar en la caza, como siempre", respondí, saludando con la mano a los demás.

  "?Y Sol?"

  "Se fue a dormir debajo de la carreta".

  Miró hacia mi izquierda, en donde estaba el animal, dando aplausos cortos.

  "?Bien, se va a quedar!"

  "Sí, parece que sí. Espero que se porte bien".

  "Sol se portará muy bien. Ya verás".

  "Seguro que sí... Aunque ahora mejor quiero hablar sobre otra cosa; necesito que hagas algo más importante por mí, Mirella. Lo que te dije que debías hacer... Quiero que explores la llanura desde el aire. Necesito que mires todo lo que puedas. Necesito saber si hay humanos, seres mágicos, animales nuevos o cualquier cosa rara. También fijate en el bosque por encima, a ver qué tan grande es y si ves algo... no sé, fuera de lo normal. También estaría bueno saber si no estamos en una isla para no perder el tiempo explorando. ?Podés hacerlo?"

  "Hmm..."

  "Acordate que es todo por el agua mágica... Porque si encontrás más..."

  Sus ojos verdes parecieron iluminarse de repente y dio una voltereta en el aire.

  "?Claro que puedo, Luciano! ?Voy a ser tus ojos en el cielo! ?Nadie encuentra más agua mágica que la gran hada Mirella! ?Cuándo quieres que vaya?"

  "Ahora mismo, si es posible", dije, se?alando el cielo despejado.

  "Entre más rápido sepamos qué hay en este lugar, mejor. Pero tené cuidado, ?sí? No te acerques demasiado a nada ni nadie que parezca peligroso, y si ves algo raro, volvé enseguida".

  Reading on Amazon or a pirate site? This novel is from Royal Road. Support the author by reading it there.

  "?Tranquilo, soy la mejor en esto!" Exclamó, inflando el pecho.

  "?Vuelvo en un ratito! ?Mira cómo lo hago!"

  Sin esperar respuesta, salió disparada hacia arriba.

  "?No te pierdas!"

  La vi alejarse, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. Mirella era rápida, lista, y sus poderes la hacían difícil de atrapar. Pero este lugar era un misterio, y después de lo que Pyra dijo ayer en la playa, no podía evitar sentir que cada paso que dábamos era demasiado grande en comparación a lo que venía siendo mi nueva vida en un principio. Todo este último tiempo no han parado de pasar cosas que cambian nuestros planes cada dos por tres. Es por eso que quiero anticiparme a todo y buscar un lugar bueno en el que podamos vivir, además de seguir buscando recursos con los que mejorar nuestra calidad de vida y seguir ense?ándoles a los demás cómo se hacen las cosas básicas de supervivencia.

  ***

  Estaba sentado junto a la carreta, probando diferentes alternativas para el arco. Había reemplazado el hilo de tela por uno hecho de fibras de pasto, pero no sirvió. Luego utilicé las hojas rojas, y me fue peor, así que volví a dejarlo como estaba.

  ?Qué otro material puedo usar? Necesito algo elástico...

  Sol, el coyote, seguía bajo la carreta, masticando un pedazo de hueso que se me había ocurrido darle, aunque realmente no lo podía masticar. Cada tanto me miraba, tal vez esperando que le dijera algo, y yo solo le devolvía una sonrisa torcida.

  El tipo este vio comida fácil y se quedó acá. Al menos, tonto no es.

  "?Luciano!" La voz de Mirella resonó desde el cielo, y levanté la vista justo a tiempo para verla bajar en picada, aterrizando frente a mí con un revoloteo de alas.

  Estaba jadeando, con el pelo rubio pegado a la frente por el sudor.

  "?Volví...! ?Exploré todo lo que pude! ?Tienes que escuchar esto!"

  "?Genial! Contame, ?qué viste? ?Encontraste algo interesante?"

  Puso una cara de concentración exagerada, como si estuviera a punto de dar un discurso importante ante miles de personas.

  "Bueno, primero exploré tooooda la llanura que pude sin perder el bosque de vista. Para no perderme, obvio".

  "Sí, perfecto. Estuvo bien que no te hayas alejado tanto si no tenías una referencia para volver".

  "Entonces, volé súper alto, como me dijiste, y miré en todas direcciones. No vi humanos, Luciano. Ni uno solo. Tampoco vi seres mágicos, como Aya o yo. Solo animales, muchos animales. Más de esos ciervos, jabalíes, coyotes y también vi unos pájaros de color rojo que pasaron cerca de mí... Ah, y también parecía haber conejos".

  "Oh... Los pájaros rojos. Me gustaría verlos más seguido".

  "Sí, pero no hay nada de gente".

  "?Nada de gente? Ya veo... Qué decepción, ?no?"

  "?Te dije algo malo, Luciano? ?Eso te hace sentir triste?"

  Dejé el arco a un lado.

  "No es culpa tuya, obviamente, solo que tenía ganas de conocer a más humanos o lo que sea. Quiero tener más gente a mi lado para que más puedan aprender a hacer cosas y también para ayudarnos entre nosotros".

  "?Quieres que siga volando más lejos? No quiero que estés triste".

  "No, está bien. Aunque, si me decís eso, significa que no estamos en una isla, ?verdad?"

  "Parece que no".

  "?Y en el bosque? ?Qué viste ahí?" Pregunté, mirando cómo a nuestra derecha Rin controlaba con un cucharón la carne que estaba en la olla con agua hirviendo.

  "Ahí está lo interesante... El bosque rojo es enorme, Luciano. No pude ver dónde termina, porque se extiende por todos lados y los árboles son altísimos. Aun así, hay una cosa interesante en el medio... Bueno, más o menos en el centro, cerca de nosotros, quiero decir... La cuestión es que ahí hay algo raro. Había unas hojas verdes, no rojas, que sobresalían por encima de los otros árboles. Eran gigantes, como si fueran de un árbol mucho más grande que los abedules".

  "?Hojas verdes? ?Un árbol más grande?" Pregunté, sintiendo un cosquilleo en la nuca.

  "?Viste algo más? ?Algún movimiento entre los árboles?"

  Mirella negó con la cabeza, encogiéndose de hombros.

  "Nada claro. El bosque tiene muchos árboles, por lo que no pude ver el suelo desde arriba. ?Debería haberme metido al bosque?"

  "No, hiciste bien. Gracias, Mirella. Esto es justo lo que necesitaba saber. Ahora tenemos una idea de lo que hay allá afuera".

  "Espera, todavía me faltó decirte una cosa".

  "Sí, decime".

  "?Hay Fufis!"

  "?Cómo?"

  "Hay animales Fufi".

  "Ah, vos decís que hay animales que se ven como Fufi, el de la isla".

  "Sí. Rojos y azules".

  "Bien. Mientras más animales, mejor".

  Ella se me quedó mirando con las manitas detrás de su espalda.

  "Y... Gracias, otra vez. Sos el mejor hada del mundo. La que mejor ve y la que vuela más alto".

  "?De nada! ?Y ahora qué hacemos? ?Vamos a ir al bosque a ver ese árbol que parece grande?"

  Me quedé callado un segundo, mirando hacia el bosque. Desde acá, esos abedules parecían inofensivos, casi invitantes. Pero las palabras de Mirella, y esa sensación mía de que debíamos estar preparados por si decidíamos explorar por allí, me frenaban. No podíamos ir corriendo al bosque sin un grupo preparado. No después de lo que pasó en el mar, no con un grupo que dependía de la magia para mantenerse a salvo. Pero tampoco podíamos ignorar lo que había en el centro. Si había algo importante, algo que pudiera ayudarnos o ponernos en peligro, teníamos que saberlo.

  "Sí, vamos a ir dentro de muy poco".

  "?Qué bueno! Pero me vas a llevar, ?no? No vaya a ser que digas que debo ir a cazar con Suminia y Samira para irte solo con Pyra, ?eh!"

  "Obvio que sí. Vos vas a ser la primera en liderar al grupo con tu gran luz. Pero ahora, vení conmigo. Vamos a contarle al grupo lo que viste".

  "Está bien. Vamos".

  Me ajusté bien el sombrero y caminamos hacia la trampilla una vez más.

  Hoy estaba siendo un día bastante tranquilo, así que hacer algo movido no me vendría mal, como para mantener el ritmo.

  Después de almorzar con la carne de jabalí y de contarles a todos sobre el carbón y la exploración de Mirella, decidí ir a recorrer los pasadizos subterráneos que habían creado los gnomos, trayendo conmigo una bola de luz que me dio Mirella y Forn, el cual está caminando delante de mí, todavía con la ropa algo sucia.

  El aire estaba pesado, con un olor a humedad y algo más, como a tierra quemada, que se hacía más fuerte mientras avanzábamos. Los pasadizos eran estrechos, mucho más en comparación con los que había en la isla. Las paredes se cerraban tanto que, si estiraba los brazos, podía tocar ambos lados con los codos. Aya, con su porte físico grande, no habría tenido chance de pasar por acá sin quedarse atascada en sus hombros o caderas. Y por mi parte, me tuve que quitar el sombrero y dejarlo en la sala principal para que no me estorbara.

  El suelo estaba cubierto de polvo fino y piedras peque?as que crujían bajo la suela de madera de mis ojotas. El camino en cuestión iba en una ligera bajada, como si estuviéramos hundiéndonos en el corazón de este planeta... Bueno, tampoco era algo tan épico; simplemente estábamos bajando por una ligera pendiente.

  Miré la espalda de Forn, notando que todavía tenía polvo negro pegado en la capa y en el sombrero verde. Se lo veía bastante callado para ser un momento en el que debía de estar orgulloso por el trabajo que hicieron entre todos.

  "Forn, ?todo bien?" Pregunté, esquivando una piedra que casi me hacía tropezar.

  "Estás muy callado para alguien que acaba de encontrar un mineral que nunca antes había visto".

  Forn giró la cabeza, apenas lo suficiente para que viera su perfil y sus ojos medio escondidos bajo el sombrero.

  "Amigo mío... Me siento muy apenado".

  "?Eh? ?Qué pasó?"

  "El obsequio que nos diste para romper piedra fue... destruido".

  "?Qué? ?El pico que hice con los colmillos de jabalí se rompió? No me lo creo... No sirvió ni un día".

  "No sé lo que pasó, amigo mío. Jorl comenzó a romper la piedra con el pico y apenas duró nada. Primero se rompió una punta, luego la del otro lado y finalmente no quedó nada".

  Solté un suspiro, rascándome la nuca, sintiendo el pelo corto y pinchudo. Mierda, Luciano, otro error en tus inventos. Había pasado bastantes a?os pensando que los dientes de un ser vivo serían lo bastante fuertes para ser útiles en algo. Pero claro, ?qué sabía yo de minería? En mi vida anterior, lo más cerca que estuve de un pico fue jugando a algún jueguito de supervivencia en la computadora. Y ahora, en este mundo, cada cosa que intentaba hacer desde cero me recordaba lo lejos que estaba de ser el genio que Sariah esperaba... Aun así, no podía dejar que Forn viera mi frustración. él confiaba en mí, todos lo hacían, y si me ponía a dudar ahora y por un fracaso tan peque?o... No pasa nada, voy a encontrarle la vuelta.

  "Bueno, nada de picos por ahora hasta encontrar un material mejor. Vamos a ver ese carbón, entonces. Si es una veta grande, esto cambia todo".

  Intenté sonar confiado, aunque mi voz salió un poco más tensa de lo que quería.

  Forn se disculpó una vez más y siguió caminando, con sus botas de goma haciendo un ruido rechinante contra el suelo. El olor a carbón se estaba volviendo más fuerte, casi sofocante, como si estuviéramos entrando en una chimenea apagada.

  El suelo comenzó a mostrar partes manchadas de negro y, de un momento a otro, las paredes también se volvieron negras. Habíamos llegado al final del recorrido.

  "Hemos llegado al nuevo mineral que llamaste carbón".

  "Ya veo... Con que así se ve el carbón en una gran cantidad. Tapa toda la pared de frente".

  Forn se hizo a un costado cuando me acerqué al final del pasadizo y toqué la pared. Era rugosa, con grietas que dejaban ver un brillo oscuro, casi aceitoso. Era carbón, sin duda, aunque de esta forma parecía... más denso, más puro.

  "Forn, ?te gusta el carbón?"

  "A los gnomos nos gusta todo tipo de minerales, algunos más, otros menos. El carbón parece ser de los que nos gustan menos. Tiene demasiado olor y ensucia nuestros cuerpos. Además, no pareciera poder hacerse nada especial con ello, porque se convierte en polvo muy fácilmente".

  "Sí, tenés razón en todo lo que dijiste. Lo que pasa es que el carbón parece tener otras utilidades que no hemos visto todavía... Viste que mancha bastante, ?no? Bueno, a mí se me ocurre que podría servir para dibujar".

  "?Dibujar?"

  "Sí, como cuando Mirella a veces hace tonterías con su dedo, dejando rastros de luz".

  "Realmente tienes mucha imaginación, amigo mío. Avísame si logras hacer algo así, porque suena interesante".

  "Sí, claro. Ahora veamos qué tan grande es esto. Voy a usar mi magia para mover la piedra y abrir un poco más el camino. Vos quédate atrás por si pasa algo raro, ?sí?"

  Forn asintió, retrocediendo unos pasos.

  "Ten cuidado tú también".

  Cerré los ojos por un segundo para visualizar este material, que era nuevo para mi magia. Empecé a deslizar mi mano por la pared negra, imaginando lo que quería: separar la piedra, moverla a los costados y compactarla contra las paredes y el techo para que no se derrumbara todo este lugar. Noté que había un material nuevo aparte del carbón y la piedra. No podía saber qué era, pues, hasta que no lo tocara con mis propias manos, no iba a poder detectar de qué se trataba a través de mi percepción mental, que es lo que hacía funcionar todo esto de moldear los materiales.

  Intentaré no mover ese material que no conozco.

  Las paredes a nuestro alrededor comenzaron a temblar, a moverse. La piedra se separó del carbón, deslizándose hacia los lados. La compacté contra las paredes, reforzando el techo con una capa gruesa para que no cediera. Un poco de polvo negro flotó en el aire, haciéndome toser, pero no me detuve. Seguí empujando, abriendo el camino metro a metro. Todo lo que mi alcance pudiera.

  Después de unos segundos, me detuve, pensativo, porque parecía que seguía habiendo carbón más allá de lo que teníamos en frente nuestro, que era algo enorme y deforme. La pared irregular de carbón se extendía hacia los costados, abarcando unos catorce metros, perdiéndose en la oscuridad. Era un maldito tesoro, pero también una sentencia. Vivir encima o al lado de esto sería un desastre: el polvo, el olor, la posibilidad de un incendio. No, definitivamente teníamos que movernos.

  Mi mirada se desvió hacia un lado de la veta. Entre las grietas negras y el suelo, algo destacaba: un parche de color gris, opaco, que no brillaba como el carbón. Fruncí el ce?o y me acerqué, inclinándome para verlo mejor. Era una veta secundaria de algo. Toqué una de sus puntas sobresalientes, la cual se desmoronó suavemente al presionarla con los dedos, dejando un polvo fino y húmedo que se pegó a mi piel. Olía diferente, no a carbón, sino a tierra mojada o algo así.

  Esto podría llegar a ser arcilla... Esta vez estaría bueno hacer ladrillos.

  "Forn, ?te gustaría que todo este refugio bajo tierra fuera el hogar de los gnomos?"

  "?Por qué lo dices?"

  "Porque nosotros nos vamos a ir. Vamos a hacernos una casa en otro lugar cerca de por acá".

  "Espera, espera".

  Forn dio un paso adelante, con las manos levantadas como si quisiera frenarme de pasos que yo no estaba dando.

  "?Qué quieres decir con que se van? ?Se van a ir de este lugar? ?Y nosotros? ?Qué pasa con los gnomos? ?Nos van a dejar aquí solos con este carbón apestoso?"

  "Forn, tranquilo, amigo", respondí, estirando la mano y, con un gesto suave, le acaricié la punta del sombrero verde.

  "No se preocupen, ?sí? Si querés venir con nosotros, estás más que invitado. Todos ustedes lo están. Pero este lugar... este carbón, parece un buen lugar para los gnomos, ?no? Podrían hacer cosas increíbles como excavar, encontrar más minerales. Sé que te gusta eso, y tampoco quiero llevarlos a futuros peligros, porque sé que tenés una familia muy grande que cuidar. Además, como te acabo de decir, nosotros no vamos a hacer otro refugio bajo tierra, vamos a hacer una casa sobre el suelo, como la de la isla".

  "Pero... ?Qué pasa si hay algo peligroso? ?Y si necesitamos tu magia para mover cosas como ahora? ?Y si...?"

  "?Qué pasa? ?Acaso algo te preocupa? Yo lo veo bastante seguro a este lugar".

  "Bueno, es que... Ya sabes, este es un lugar nuevo para todos nosotros y realmente nos sentíamos seguros estando al lado de ustedes, con sus magias protegiéndonos".

  "Mirá, no te estoy diciendo que los dejaré tirados. Si quieren quedarse acá, este refugio puede ser su hogar. Pueden hacer túneles, explorar, lo que sea que los haga felices. Y bueno, si prefieren venir con nosotros, hay lugar de sobra. No te voy a obligar a elegir ahora, ?eh?"

  Forn se quedó callado, mirando el suelo cubierto de polvo negro.

  Yo me enderecé, chocando mis manos entre sí para sacarme algo de suciedad.

  "Amigo mío..."

  Forn levantó la vista, con una expresión más seria que antes.

  "Creo que tienes razón. Los gnomos deberíamos quedarnos aquí. Intentaremos no ser tan asustadizos solo por estar en un lugar nuevo. Creo que, como tú dices, hay más minerales por encontrar. El carbón no nos gusta mucho, pero... hay algo más abajo, estoy seguro. Y nosotros queremos descubrirlo".

  Asentí, sintiendo un alivio extra?o. Era lo que esperaba para que ellos vivieran tranquilos. Sin embargo, también me dejaba un sabor agridulce. Los gnomos habían sido parte de este grupo que confió en mí, y eso lo apreciaba mucho. Sin embargo, también eran distintos, con sus propias pasiones, con sus propias motivaciones en la vida. Si este lugar los hacía felices, yo creo que era lo mejor para ellos.

  "Está bien, Forn. Me parece perfecto. Este refugio va a ser de ustedes, entonces. De todos modos, vamos a estar en algún lugar cerca de por acá, y si necesitan algo, solo tienen que gritar. O, no sé, mandar un gnomo con un mensaje".

  Forn soltó una risita, ajustándose el sombrero.

  "?No te preocupes, Luciano! Vamos a hacer excavaciones hasta tu nueva casa si hace falta".

  "Oh... Esa es una muy buena idea. ?Y si conectamos nuestros hogares a través de un pasadizo subterráneo? Así no tendríamos que estar tan separados".

  "Eso haremos. Y... gracias. Por todo. Por liberarme, por darnos tu amistad".

  "No hace falta que me agradezcas por eso, Forn", dije, riendo suavemente.

  "Ahora vamos a salir de acá. Quiero hablar con los demás y planear el próximo paso".

  ***

  Me encuentro en nuestra tercera ma?ana en este continente.

  Decidimos formar un grupo peque?o de reconocimiento del terreno en el bosque, por así decirlo, conformado por Mirella, Aya y yo. Mis padres dudaron un poco sobre si debían acompa?arme o no, pero les dije que solo sería un viaje corto, que era mejor que fuéramos todos juntos solo si lograba encontrar algún lugar que pareciera bueno para construir.

  Aya y yo llevamos en nuestras espaldas las mochilas saco hechas de piel de serpiente. Por si encontramos algo comestible. Yo también cargaba una lanza para poder canalizar mi magia por el suelo en caso de que alguien nos quisiera atacar.

  "Aya, ?entonces no hace falta que dejemos un rastro para no perder el rumbo?"

  "No te preocupes, Luciano. Ya te dije que yo misma los guiaré de regreso. Siempre sé cómo volver".

  "Bueno, con eso me ahorrás un problema. Gracias".

  "No es nada, Luciano. Aquí estoy para ayudar".

  "?Hey, yo también ayudo mucho! ?Miren!" Gritó Mirella, poniendo una bola de luz sobre su cabeza.

  "Ah... Gracias, Mirella. Realmente eso nos va a... ayudar mucho".

  "?De nada!"

  Detrás de nosotros estaban Rin y Rundia, saludándonos con la mano en alto.

  "?En un rato volvemos!" Grité, saludándolos del mismo modo.

  "?Chau, hijo!"

  "?Los esperaremos aquí, chicos! ?Cuídense!"

  "?Si alguien quiere hacerles da?o, que se encargue Pyra!"

  "?Está bien!"

  Mirella y Aya también los saludaron y fue así como decidimos empezar esta expedición con el árbol grande como objetivo.

Recommended Popular Novels