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Realidad

  Rishia había aguantado firme… durante treinta minutos.

  Treinta largos, tediosos minutos.

  El sol avanzaba perezosamente por el cielo, mientras el viento silbaba entre las ramas de los árboles cercanos. Rishia inspiró hondo y exhaló despacio, intentando mantener la compostura, pero la frustración comenzaba a instalarse en su pecho como un peso insoportable.

  No le temía al entrenamiento agotador ni a las peleas cuerpo a cuerpo con Gara. Tampoco le preocupaban los experimentos impredecibles de Ching, donde siempre terminaba cubierta de algún tipo de polvo fluorescente. Pero esto… esto era un suplicio.

  Vigilar un tramo de tierra sin acción alguna no se sentía como un desafío. Se sentía como una trampa.

  Intentó distraerse. Primero, practicando acrobacias: saltos mortales hacia atrás, trepando un árbol con facilidad y girando en el aire con precisión. Luego, decidió jugar con su espada, quemando hojas secas que caían del follaje.

  Nada funcionaba.

  El tiempo se volvía una masa densa y pesada que la envolvía, impidiéndole pensar en otra cosa que no fuera su propio aburrimiento. Después de unas horas, resignada, terminó sentada en el suelo, observando cómo un grupo de hormigas transportaba migajas con disciplina impecable.

  "Si al menos hubiera traído uno de esos rompecabezas que Ching siempre me da…"

  Suspiró por enésima vez.

  "Esto es para ser guardia real. Puedo hacerlo, puedo hacerlo."

  Pero justo cuando intentaba convencerse a sí misma, un sonido entre los arbustos la sacó de su letargo.

  Su cuerpo reaccionó antes que su mente. Se puso de pie en un instante, con los músculos tensos y el corazón latiendo con fuerza.

  "?Por fin algo interesante!"

  Se acercó con cautela, apartando las ramas con cuidado, esperando encontrar un conejo o alguna criatura peque?a con la que pudiera entretenerse.

  Pero no era un conejo.

  Era alguien.

  Una figura vestida con un uniforme negro emergió de la maleza. Su postura era rígida, casi militar. Rishia bajó la vista y notó algo curioso: una pierna de metal.

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  Sin embargo, lo que más la desconcertó fueron sus facciones.

  Eran sorprendentemente similares a las suyas.

  Una humana.

  Rishia parpadeó, su mente trabajando frenéticamente para procesar lo que veía.

  "No puede ser…"

  Antes de que pudiera decir algo, la mujer habló primero, su voz firme y calculadora.

  —?De qué escuadrón eres?

  Rishia ladeó la cabeza.

  —?Qué es un escuadrón?

  La expresión de la mujer cambió. Sus ojos se entrecerraron con sospecha, y su mano se deslizó hacia el interior de su uniforme con un movimiento calculado.

  Sin previo aviso, una cuchilla atada a una cadena voló en dirección a Rishia.

  El filo brilló con la luz del sol, girando en el aire como un depredador al acecho.

  Rishia apenas tuvo tiempo de reaccionar. Saltó hacia atrás por puro instinto, esquivando la cuchilla por centímetros.

  Su sorpresa se desvaneció de inmediato, reemplazada por una emoción eléctrica que recorrió su cuerpo de pies a cabeza.

  "?Esta es la prueba! ?Sí, tengo que detenerla!"

  Una sonrisa emocionada se dibujó en su rostro.

  —?Voy a pasarla! —exclamó con entusiasmo—. Oye, ?cómo te llamas?

  La mujer no respondió. En su lugar, volvió a lanzar su cadena con una precisión letal.

  Rishia esquivó el ataque con agilidad, impulsándose en el tronco de un árbol cercano antes de contraatacar con su espada.

  La desconocida retrocedió con rapidez, sacando otra cuchilla más de su cinturón.

  —?De dónde eres? —preguntó con seriedad—. ?Por qué hay una humana en el Reino de los Monstruos?

  Rishia sonrió de lado, sin bajar su guardia.

  —Eso mismo podría preguntarte yo.

  La mujer no perdió tiempo. Atacó de nuevo, moviéndose con velocidad y precisión.

  Pero Rishia ya estaba preparada. Evitó cada golpe con destreza, aterrizando con ligereza tras cada esquiva.

  La expresión de la mujer cambió, su ce?o frunciéndose con incredulidad.

  —No puede ser… ?Cómo eres tan ágil?

  Rishia infló el pecho con orgullo.

  —Entrenamiento.

  La mujer la examinó con cautela, como si analizara cada una de sus palabras.

  —?Acaso te secuestraron?

  Rishia se cruzó de brazos, indignada.

  —?No! Vivo aquí porque quiero.

  La incredulidad en los ojos de la mujer se hizo aún más evidente. Su mirada descendió lentamente hasta el ojo derecho de Rishia, donde la cicatriz lo atravesaba con una marca distintiva.

  —Esa marca en tu ojo… ?te la hicieron ellos?

  Rishia se llevó una mano al rostro y negó con la cabeza.

  —No, es algo así como una marca de nacimiento. Sí puedo ver con este ojo, pero poco.

  La mujer guardó silencio por unos segundos antes de murmurar:

  —Eso se puede arreglar.

  Rishia arqueó una ceja.

  —?En serio? Porque ni Ching pudo hacerlo.

  La mujer parpadeó, su expresión endureciéndose.

  —?Quién diablos es Ching?

  —Una amiga mía.

  La tensión en los hombros de la mujer aumentó.

  —?Eres amiga de los monstruos?

  —Sí.

  El silencio que siguió fue pesado.

  Finalmente, la mujer suspiró y relajó un poco su postura.

  —Eso cambia un par de cosas… En ese caso, debo capturarte y llevarte al mundo humano para estudiarte.

  Rishia soltó una carcajada.

  —?Ja! No, gracias. Además, tengo que aprobar mi prueba.

  La mujer la miró con desconcierto.

  —?Prueba?

  —?Sí! —Rishia alzó su espada con determinación—. ?Voy a derrotarte y aprobar!

  Sin esperar más, se lanzó hacia la mujer con una emoción genuina.

  Para Rishia, esto seguía siendo parte del examen.

  Pero lo que no sabía…

  Era que ni Gara ni la reina Melty tenían idea de que una soldado humana había cruzado al Reino de los Monstruos.

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