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Capítulo 10: Desvío de ruta.

  Miré a Aya, que estaba al lado mío.

  "Parece que tengo que seguir entrenando. Sin querer le dejé una marca en la pared. Lo siento, se?orita Aya".

  Ella tocó suavemente el relieve de la figura de mis manos en la pared y me miró, negando con la cabeza.

  "No, esta marca representa tu primer gran paso hacia la magia. A partir de ahora tu vida va a cambiar por completo, porque eres alguien especial, Luciano, y sé que vas a lograr grandes cosas".

  Ella tenía razón; por fin encontré lo que más anhelaba. Este era el último paso para intentar cambiar este mundo para mejor.

  Si podía moldear las cosas así, las posibilidades eran infinitas. ?Qué más podría hacer con esa habilidad? Construir herramientas, mejorar las condiciones de vida de los demás... quizás incluso crear armas para defendernos.

  "Tiene razón, se?orita Aya. Todo lo que dijo es cierto. Debo haber sido bendecido por algún dios", dije y reí tontamente.

  Qué gran ironía...

  Mirella flotaba cerca, examinando el dibujo en la pared con una concentración poco común en ella. Sus peque?as alas vibraban levemente, y aunque no lo decía, yo sabía que estaba molesta por la atención que Aya me estaba dando. Podía sentirlo en la manera en que evitaba mirarme directamente, porque cada tanto su mirada se desviaba hacia mí, pero cuando yo se la devolvía, ella volvía a concentrarse en la pared como si nada más importara.

  Me decidí a ir hacia donde estaba ella. Tampoco quería que se sintiera mal por dejarla a un lado.

  "Eu, me parece que tenemos que volver a nuestra cueva porque ya debe ser de noche. ?O mejor nos quedamos a dormir acá y apenas nos despertemos nos vamos?"

  Apenas me miró de reojo.

  "?Por qué mejor no vas y le preguntas a la se?ora Aya? Se ve que ella es muy inteligente, ?no?"

  "No me digas que ya te enojaste".

  Mirella infló las mejillas y puso los brazos en jarra, flotando a unos centímetros de mi cara.

  "?Claro que estoy enojada! Primero casi te mueres, luego ella aparece y tú... Tú solo te quedas admirándola", respondió, bajando la voz mientras hablaba, como si no quisiera que Aya escuchara.

  Pareciera que no puedo evitar terminar en situaciones como esta con esta hadita. Aunque tiene razón. No es que ella sea menos o algo así, es solo que... No sé, simplemente me perdí en su figura exótica. Pero no tiene nada de malo, ?no? Después de todo, son seres fantásticos, o por lo menos yo las veo de esa forma y me impresionan visualmente.

  Intenté tocarla con mi mano, pero ella retrocedió volando.

  "Perdón. Sé que pasamos por muchas cosas malas en tan poco tiempo... Solo que este lugar se sintió muy cálido y lleno de energías renovadas que me hicieron olvidar lo que pasó antes".

  "Seguro estás mintiendo".

  "No, es en serio".

  Me acerqué un poco, bajando la voz.

  "Cuando vi a Aya, sentí que me sentía más relajado y me terminé olvidando del miedo".

  "?No estás mintiendo entonces?"

  "No, y perdón si sentiste que te dejé a un lado".

  Mirella entrecerró un poco los ojos, observándome por unos segundos.

  "Está bien... Me quedaré esperando por aquí si es que quieres quedarte a dormir aquí o no sé".

  Se?aló una de las esquinas del lugar y se fue volando hacia allá.

  Me devolví hacia Aya, la cual cargaba una gran sonrisa al verme llegar. Seguro que logró escuchar todo con esas enormes orejas.

  "Se?ora Aya, quería preguntarle qué opinaba sobre si..."

  Ella cortó mis palabras de inmediato con una mano alto.

  "Pasen esta noche aquí, ?sí? Afuera a veces hay seres... no muy amigables. Además, ya debe ser de noche".

  ?Seres no muy amigables, dijo? Debe referirse al hombre pájaro o a los osos.

  "Sí, mejor me quedo y me levanto bien temprano para poder salir a la ma?ana. ?Te molesta si dormimos con Mirella... por allá?"

  Se?alé la esquina donde estaba Mirella, la que, mirando desde la perspectiva de la entrada, estaba siguiendo la pared de la izquierda.

  "Claro que sí. Pueden dormir donde les parezca más cómodo. Buenas noches", respondió y se fue a sentar en la esquina contraria.

  Fua. Qué rápido.

  "Buenas noches".

  Qué feo dormir así en el piso duro, ?no? ?Y cómo hace ella para vivir acá, en lo que antes de que llegáramos era pura oscuridad? Justo ahora tenemos la luz de Mirella, pero si no, no se vería absolutamente nada. Supongo que viene de su parte animal.

  Mirella apagó la bola de luz y el supuesto santuario quedó sumido en una penumbra suave, apenas iluminada por las pobres partículas mágicas que flotaban por nuestros cuerpos. Me acerqué a Mirella, que seguía con los brazos en jarra, y me senté a su lado en silencio. El eco de la sala amplificaba el suave murmullo del viento que se colaba por la grieta.

  Me acosté en el piso. Estaba duro y frío.

  "Buenas noches, Mirella".

  "Adiós".

  Simplemente me dio la espalda al recostarse.

  "Sí, adiós".

  Se comenzó a escuchar un aleteo suave que iba intensificándose con el pasar de los segundos.

  Estaba claro que no se aguantaba estar mucho tiempo enojada conmigo.

  "No me vas a dejar dormir con ese ruido que hacés", susurré.

  "?Ay, ya!" Respondió con un grito, arrastrándose con las caderas hasta acurrucarse entre mis brazos, deteniendo su aleteo poco a poco.

  No tenía suficiente experiencia con las mujeres como para entender del todo sus sentimientos. Sin embargo, esta chica es demasiado predecible cuando se trata de sus berrinches. Mirella siempre empieza con ese tono molesto, pero al final termina buscando alguna excusa para estar cerca de mí. Y obviamente yo me agarro de eso para ver cómo reacciona.

  Cerré los ojos, intentando relajarme, aunque mi mente no dejaba de correr en círculos. Estar en este lugar oscuro, sin ningún tipo de comodidad, me hacía pensar en lo vulnerables que realmente éramos en este mundo, incluso con nuestras habilidades mágicas. ?Qué criaturas podrían estar acechando fuera? Aya había mencionado seres no amigables... ?Serían animales salvajes, o quizás algo peor? No lo sé, pero de todos modos decidí quedarme, porque Aya parece ser poderosa, al menos físicamente. Y en cuanto a lo mágico, mencionó algo sobre una barrera, así que supongo que estamos a salvo en este lugar.

  De repente, sentí a Mirella moverse un poco más; su peque?o cuerpo se acomodaba aún más cerca de mí. A pesar de todo, ella siempre parecía encontrar la forma de dejar de lado sus emociones negativas, aunque fuera temporalmente.

  Ha cambiado mucho su forma de ser desde que la liberé de la piedra mágica. Al principio parecía una chica sumisa e inocente, y ahora uno la veía y notaba que se había vuelto protectora, a veces incluso de manera sofocante, celosa y enojona. Pero, a decir verdad, me sentía afortunado de tenerla a mi lado, porque también tenía ese lado dulce y tierno que me alegraba el día.

  Veremos qué pasa ma?ana con el tema de mi magia...

  ***

  Al despertarme, el lugar seguía oscuro y Mirella ya no estaba a mi lado; en la otra esquina estaba Aya sentada, la podía ver por la tenue iluminación de sus partículas.

  Al final, parece que fui el último en despertarse de los tres.

  "Hola, se?ora Aya. ?Vio a Mirella?" Pregunté en voz alta.

  "Hola, Luciano. Sí, dijo que ya volvía".

  Se?aló en dirección a la salida del santuario que conectaba con la gran cueva.

  "Bueno, gracias. La voy a esperar acá".

  El estómago me gru?ía; ayer no había tenido la oportunidad de comer mucho.

  Me levanté para hablar con ella, cuidando cada paso que daba para no pisar mal en la oscuridad.

  "?Siempre vive bajo esta oscuridad?"

  "Lo único que necesito son mis ojos y la iluminación de mis par-part-".

  Se trabó al hablar. Creo que estaba interesada en copiar el nombre que yo le había puesto.

  "Partículas mágicas. Así es como las llamo".

  Se aclaró la garganta antes de volver a hablar.

  "Partículas y mágicas. Entiendo. Lo único que necesito son mis ojos y la iluminación de mis partículas mágicas, como tú les dices".

  A pesar de haberse trabado, se nota que habla bastante bien. Sabe la palabra ojos y también su función... Ciertamente, no debería sorprenderme, porque pareciera que todos en este mundo saben diferenciar las partes del cuerpo.

  "?Le parece bien llamarles así?"

  "Es interesante... Debe ser que los ni?os tienen mucha imaginación".

  Me rasqué un poco la nuca.

  "Bueno, es que simplemente se me ocurrió llamarle así".

  "Debo decirte que me gustan esas dos palabras".

  "Qué bueno que le gusten".

  "En realidad, me gustan todas las cosas que sean nuevas".

  Justo en ese momento, mi estómago volvió a gru?ir.

  "Se?orita Aya, creo que voy a salir para..."

  "?Qué desconsiderada soy! Lo siento, voy a buscar algo que puedas comer. Había olvidado que los humanos necesitan comer para recuperar fuerzas".

  Se acomodó el cabello blanco hacia atrás antes de irse corriendo por la salida mientras levantaba levemente la parte baja de su yukata... o kimono. Realmente no sé bien cómo se llama, o si son lo mismo, pero se la ve muy elegante vestida así.

  Supongo que ella tampoco necesita comer, como Mirella. Si no, no hubiera dicho que iba a buscar algo solo para mí. Y si es así, entonces podría llegar a ser una regla común entre los seres mágicos.

  Y eso de recuperar fuerzas... ?Dónde lo habrá aprendido?

  Estar en la oscuridad es un poco molesto... Ojalá pronto venga Mirella.

  Qué raro que en las cuevas y eso no haya insectos, ?no? Nunca he visto ni hormigas ni ara?as... Raro.

  Me pregunto qué irá a traer Aya de comida. Los gatos suelen atrapar pájaros, ?no? Solo que, salvo el hombre pájaro, no hay otros tipos de aves.

  Aunque si lo pienso mejor, Aya no sería del todo un gato, más bien sería como un zorro, y lo digo por la cantidad de colas. Así suelen decírseles en... Bueno, en los animes.

  Aunque... Qué sé yo, dentro de mí creo que se asemeja más a un gato.

  ?Qué chico tan indeciso soy!

  Al cabo de unos minutos, Mirella regresó cargando una na?a entre los brazos. Parecía costarle mucho mantener el equilibrio.

  "?Luciano!"

  "Hola, Mirella".

  "Mira, te traje esto para que comas, ?sí?"

  La tomé con una mano.

  "?En serio lo hiciste por mí?"

  "?Sí!"

  Mirella puso una bola de luz en el aire para iluminar el lugar.

  "Gracias. Me levanté un poquito tarde y ahora tengo mucha hambre".

  Empecé a comer la na?a de manera casi desesperada, sintiendo el sabroso interior gelatinoso.

  "Luciano".

  "?Sí?"

  Casi me trago la única semilla que traen las na?as por responderle.

  "Luciano, por favor... acepta eso como una disculpa. Es que yo... ?Yo no puedo controlar mis celos cuando le prestas atención a otras personas! Pero ahora ya no voy a enojarme contigo por esas cosas y voy a ser una hadita bien portad-portad..."

  "?Eh?"

  "?Luciano!" Gritó y se lanzó contra mi pecho.

  Acaricié suavemente la cabecita de Mirella, sintiendo su peque?o cuerpo temblar ligeramente mientras se aferraba a mí.

  "Está bien, Mirella, lo entiendo. Entiendo que no podés evitar ser sentimental. No me molesta que hagas eso si solo me involucrás a mí, porque no quiero que te termines enojando con otra persona por una tontería.

  No me molesta porque sé que somos dos amigos inseparables. Y te prometo que siempre serás importante para mí".

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  Sentí su respiración acelerarse, y por un segundo pensé que iba a empezar a llorar, pero al parecer solo estaba emocionada.

  "?Amigos inseparables?" Preguntó en voz baja, como si saboreara esas palabras con la misma intensidad con la que yo las había pronunciado.

  "Claro que sí. Además, en nuestro pacto dijimos que íbamos a ser mejores amigos por siempre, ?no es así?"

  "Tienes razón... Gracias, Luciano, eres la mejor persona que he conocido en toda mi vida. ?Nunca te vayas a separar de mí!"

  "Claro que no".

  "Yo voy a intentar cambiar para que nos llevemos mejor".

  Ella me devolvió una sonrisa peque?a, pero sincera, antes de volar de nuevo, como si esa breve charla le hubiera devuelto toda su energía.

  Mientras tanto, yo me terminé de comer la fruta.

  Aya llegó al santuario con un pescado entre las manos.

  "?Esto sirve, Luciano?"

  Mirella se acercó velozmente hacia ella, saludándola con un abrazo en el hombro como si la hubiera aceptado como una amiga más. Sus relaciones parecen que se basan en ser amigo o no serlo.

  "?Un pescado, qué bueno! Sí, me recontra sirve, solo que... Bueno, también necesitaría ramas y piedras para hacer una fogata y cocinar el pescado".

  "?Una fogata?"

  "Sí".

  Aya lanzó el pescado al suelo.

  "?Entendido!"

  Salió corriendo de nuevo, dejando a su paso algunas gotas de agua que caían desde las puntas de sus dedos.

  Yo me acerqué para recoger el pescado y limpiarlo un poco con la mano. Eso sí, no pude evitar ver de reojo cómo se movía al caminar.

  Su agilidad era casi animal, pero su comportamiento y modales eran notablemente refinados. Era difícil no notar su aire misterioso, casi intimidante, como una depredadora que se desliza en la penumbra, siempre alerta, alguien acostumbrado a moverse en las sombras. Sus cinco colas, claramente impactantes, acentuaban esa imagen, como si representaran la dualidad entre la parte bestia y la parte humana.

  "?Qué estás mirando?"

  Me incorporé rápidamente.

  "?Yo?"

  "Sí... ?A quién más iba a hablarle si tú eres el único aquí?"

  "Bueno, sí. Tenés razón".

  "?Y entonces qué?"

  Mirella puso una vez más los brazos en jarra.

  "?Querés saber qué estaba mirando?"

  "Sí".

  "?En serio?"

  "Sí".

  Una leve sonrisa se formó en mi rostro.

  "A Aya".

  Sus cejas se fruncieron hacia abajo y su aleteo se hizo más ruidoso.

  "?Y qué tiene de interesante? ?A cada rato piensas mirarla o qué?"

  "?No era que ya no te ibas a enojar?"

  De un momento a otro, me dio la espalda.

  "Mmm... No sé".

  "Si no vas a cumplir lo que decís, entonces vas a terminar siendo un hada mal portada".

  Logré ver que por un segundo me miró por encima del hombro, y su expresión de enfado parecía haberse suavizado.

  "?Y qué más da?"

  Es gracioso si lo dice sin verme a la cara.

  Justo en ese instante, Aya volvió y trajo varias piedras y ramas entre sus manos, algunas cayéndoseles.

  "?Así está bien? ?Con esto alcanza?"

  Se quedó mirándome fijamente con esos ojos que parecían penetrar cualquier fachada que intentara mantener, y eso me daba un poco de miedo.

  "Sí, perfecto. Dejá todo en el suelo que yo me encargo".

  "Está bien".

  Mientras ponía las piedras formando un círculo sobre el suelo, pensé en cómo Aya había interactuado con nosotros hasta ahora. Aunque era amable y hospitalaria, había algo en su comportamiento tan amistoso que me decía que no debía bajar la guardia. Los felinos son así, ?no? Aceptan tu compa?ía, te observan, incluso pueden mostrarte afecto, pero nunca dejan de ser lo que son: cazadores. Aya tenía ese mismo aire. A pesar de la suavidad en su voz y sus palabras, no podía olvidar que ella, en su esencia, era una criatura que vivía en la oscuridad.

  A todo esto, esta es la primera vez que me toca armar una fogata, aunque ya se me ocurrió una mejor forma de hacerlo.

  "Mirella".

  Ella se hacía la tonta, flotando por la sala sin mirarme. No respondió.

  "Eu, Mirella, ?podrías usar un poco de tu magia para ayudarme en algo super importante que solo podría hacer el hada más genial y hermosa del mundo?"

  Como era de esperarse, ahora sí me prestó atención.

  "?Sí! ?Qué tengo que hacer?" Preguntó con entusiasmo mientras se ponía en el suelo, al lado de la futura hoguera.

  Qué fácil, ?no? Encima, hace como si nada hubiera pasado.

  "Quiero que concentres tu magia de luz en un punto peque?o, justo en el centro de las ramas".

  "?En el centro?"

  "Es como si vieras mi cara. El centro sería la nariz".

  Me toqué la punta de la nariz para enfatizar el ejemplo.

  "?Ah, ya entendí!" Respondió, poniendo un pu?o en el aire.

  "A ver... Intentalo".

  Mirella asintió, concentrándose. Las partículas mágicas alrededor de sus manos parecieron brillar un poco más de lo normal mientras canalizaba su energía hacia el centro de la fogata improvisada. Un momento después, un haz de luz suave y constante empezó a calentar las ramas secas, hasta que, finalmente, un peque?o fuego chispeó desde dentro de ellas.

  "?Lo hice!" Exclamó con una sonrisa radiante, levantándose en el aire de un salto.

  "?Pude encender el fuego, como tu papá!"

  "Gracias, Mirella. Esto hace que cocinar sea mucho más fácil".

  Me recosté en el suelo admirando a Mirella y su magia; era la primera vez que veía tan de cerca cómo funcionaba la magia de luz.

  En cuestión de segundos, la llama fue creciendo lentamente mientras se alimentaba el fuego.

  "Ahora ya sabés que podemos hacer fuego con magia, simplemente hay que concentrar la luz en el centro de la madera y esperar a que se encienda".

  "Entonces sí sirvo para algo, ?verdad?"

  Su tono se sentía un tanto sombrío, o tal vez eso solo era mi imaginación.

  "No se trata de ser útil o no, sino de dar lo mejor de ti para ayudar a tus amigos".

  La frase era un poco infantil, pero así podría llegar a entenderlo mejor.

  Se quedó en el suelo abrazando mi cintura, sin decir nada.

  Era curioso cómo, a pesar de su increíble habilidad, aún buscaba mi validación. Tal vez esa era otra de las consecuencias de estar tan atada a mí.

  Pinché el pescado con una de las ramas sobrantes, pensando en lo mucho que la magia podía facilitar la vida cotidiana. Hasta conocer a Aya, la única que sabía que podía usar magia era Mirella, y ella la estaba usando mayormente para iluminar lugares y protegernos, pero… ?Qué tal si empezara a explorar otras utilidades? Quiero decir, si Mirella puede encender una fogata con magia, ?no podríamos utilizar nuestras habilidades para simplificar aún más nuestras tareas diarias? La supervivencia en este mundo sería mucho más sencilla si pudiéramos aprovechar al máximo lo que tenemos a nuestro alcance.

  Aunque claro, debo crecer más para que no sospechen de por qué se me ocurren tantas ideas tan innovadoras, aparte de que tengo que ponerles un nombre.

  Tiempo al tiempo, supongo... Solo espero no arrepentirme en un futuro.

  Aya se quedó mirando el fuego con la boca abierta y con los ojos ensanchados. Espero que no se pregunte por qué sé tantas cosas. Luego se levantó y, sin decir nada, salió corriendo de nuevo hacia la salida, como si fuese a buscar algo.

  El pescado estaba a medio terminar de cocinar cuando Aya volvió al santuario con otro pescado y una rama en la mano.

  "?Yo también voy a probar!" Gritó mientras corría hacia nosotros, sentándose frente a la fogata.

  "Pero realmente no te hace falta comer, ?cierto?"

  "Bueno, es que... ?Por qué no probar algo nuevo?"

  Ella pinchó con la rama el suyo y lo puso encima del fuego.

  "?Así se hace?"

  "Sí, justo así. Lo mantenés un rato de un lado y un rato del otro".

  "Está bien".

  "Lo importante es que te asegures de que se cocine bien".

  Sus orejas se movían de izquierda a derecha con cierto apuro.

  "?Y cómo sé eso?"

  "Tiene que estar así", respondí, dando la vuelta a mi comida, mostrando el lado cocinado.

  *?Ves? El color del pescado debe cambiar a marrón. Cuando veas que de los dos lados está así, de ese color, ya está listo para comer".

  Aya observó atentamente el pescado y luego el suyo. Parecía realmente interesada en la idea de probar comida por primera vez, como si se tratara de un descubrimiento revolucionario.

  "Listo, ya entendí".

  "Muy bien. Ahora a esperar".

  Pasaron unos cinco minutos hasta que mi comida estuvo completamente cocinada. Lo soplé un poquito y le di el primer mordisco.

  Al no tener condimentos, no tenía mucho sabor, pero al menos estaba bien cocido y era un buen alimento.

  Mirella, ahora con un semblante diferente, caminó hasta ponerse entre la fogata y mis piernas.

  "?Y-Yo también puedo comer, Luciano? Por favor".

  "?No era que vos no comías nada?"

  "?Pero quiero probar!"

  "Está bien... Te voy a convidar parte del mío. Podés morder del otro lado si querés... Pero después no te vayas a quejar si no te gusta".

  "?Claro que no!"

  Le di un nuevo mordisco al mío, para luego acercarle el otro extremo hacia su cara.

  Ella abrió la boca, dejando ver sus diminutos dientes, y... se notaba claramente su cara de disgusto al masticarlo.

  "Parece que no te gusta".

  Aunque no necesite comer, quizá, al ser un hada, sea herbívora o algo similar.

  "?Es muy feo, Mirella?" Preguntó Aya.

  No pude evitar reír un poco al ver a Mirella apartándose ligeramente y finalmente escupiendo el trozo del pescado hacia el suelo, haciendo una mueca de asco.

  "Sabía que no te iba a gustar".

  Bueno, tampoco le podía decir que yo solo lo comía porque no tenía nada más. De hecho, la única carne que me ha gustado hasta ahora fue la de oso.

  "Es... cierto. ?Pero eso no significa que no pueda comer contigo otra cosa!"

  Sacudió sus peque?as manos contra su lengua como si quisiera deshacerse del sabor amargo que quedaba en la boca. Aun así, se las arregló para sonreírme, quizás más por amabilidad que otra cosa.

  Del otro lado de la fogata, Aya ya estaba comiendo mientras nos escuchaba atentamente. A simple vista parecía que estaba un poco crudo, pero se ve que le gustaba mucho.

  Una vez que terminé de comer, me paré, sacudiendo la parte trasera de mi ropa con las manos.

  "Se?ora Aya, creo que ya debemos irnos".

  Sinceramente, lo que más me instaba a irme era el humo de la fogata en este lugar tan cerrado. ?Cómo iba a apagarla? ?Pisoteándola?

  "Solo dime Aya, ?sí? Trátame como a una amiga.

  La verdad es que pensé que ibas a quedarte más tiempo para seguir aprendiendo sobre tu magia..."

  "Bueno, es que mis padres me deben estar buscando desesperadamente".

  De pronto sentí unos golpecitos en el brazo derecho.

  "?Quieres que vaya volando y les diga lo que estamos haciendo?" Preguntó Mirella.

  Me rasqué la cabeza antes de contestar. ?Realmente era una buena idea aprender sobre la magia antes de volver a casa? Pensando en el futuro cercano, no iba a tener la oportunidad de tener a alguien que me guíe o me escuche de la misma manera que lo hace Aya. Claro que Mirella podría ser una opción, pero a veces tiene esos arranques raros en los que no sabés si te va a tratar bien o mal. Además, Aya pareciera tener más experiencia en esto.

  ?Y si vuelvo ahora, qué dirán mis padres? Claramente no van a dejarme volver con Aya, porque estarán enojados y van a castigarme... Y si el castigo está asegurado, entonces sería mejor irme con algo entre manos que los haga sentir que me escapé para hacer algo útil.

  Mi mirada se fijó primero en Aya.

  "Tal vez sea una mejor opción volver una vez que termine de aprender sobre mi magia. Aunque no creo que me vuelvan a dejar salir después de esto".

  Luego la miré a Mirella.

  "Está bien, te dejo ir a hacer eso. Eso sí, necesito que intentes decirlo de una manera en la que entiendan bien. No quiero que haya malentendidos. Simplemente, deciles que volveré con nuevo conocimiento; intenta poner una voz que sea… dulce. Que suene tierno. Confío en vos".

  "Está bien. ?Te aseguro que lograré convencerlos!"

  "Nos vemos en un ratito. Que te vaya bien".

  Luego de escucharme, salió volando mientras nos dejaba otra bola de luz a nosotros.

  Me parece extra?o que, luego de esas escenas de celos, me haya dejado solo de nuevo con Aya. Supongo que su fervor por ayudarme en lo que sea es más fuerte.

  Aya estaba dejando a un lado su pescado a medio terminar cuando yo volví a sentarme en el suelo. Ella cambió la postura, ahora quedándose casi arrodillada, y dejó ver un poco más sus piernas al echarse el yukata hacia atrás. ?Era un movimiento deliberado? No creo, su cara no expresaba esas intenciones.

  ?Quién era yo ahora? ?El gran conocedor de expresiones faciales?

  Lo cierto era que se me quedó mirando el cabello con algo de sorpresa. ?Qué estarán observando esos ojos anaranjados? Justamente el naranja es mi color favorito.

  "Aya... ?Vos sos un zorro místico?" Pregunté de repente.

  No... ?Qué carajos acabo de decir? ?Me había preocupado tanto por seguir fingiendo ser un ni?o y ahora digo esta tontería! ?Encima con voseo y todo!

  Aya me miró fijamente, ladeando un poco la cabeza hacia su izquierda.

  "?No me digas que ya viste a uno antes!" Gritó, inclinándose hacia delante desde sus rodillas y acercando su cabeza por encima de la fogata.

  Su... llamémosle yukata, casi parecía estar a punto de arder al estar tan cerca de las llamas.

  Realmente no sé por qué lo dije; tal vez intentaba hacerme el inteligente.

  "No, sos el primer zorro místico que veo", respondí, riendo nerviosamente.

  Pareció tranquilizarse un poco al escuchar mis palabras y se devolvió a su posición inicial, esta vez cubriéndose un poco más las piernas.

  "Bueno, sí. Soy un zorro místico y tengo cinco colas, pero no me gusta hablar mucho de eso.

  ?Mejor hablemos de la comida! Me gustó mucho probar algo de comer; es la primera vez que lo hago".

  ?Sabe contar? Parecerá una tontería, pero creo que nunca había escuchado a alguien decir un número.

  ?Y por qué no quiere hablar de que es un zorro místico? Al menos le acerté, y eso me llama la atención.

  "Me alegro. A mí no me gusta tanto el pescado, pero es de lo que más comemos y se podría decir que ya me acostumbré a su sabor.

  ?Creés que hoy pueda seguir probando mi magia? Cuanto más antes, mejor".

  Ella se levantó y se sacudió la ropa antes de hablar.

  "Sí, tengo que seguir ense?ándote a usar tu magia, así puedes volver lo más pronto posible con tu... tu familia", contestó, bajando la voz al terminar de hablar.

  Preferí no preguntarle nada. Tal vez su pasado familiar no sea bueno.

  Los dos nos fuimos hacia la misma pared en la que habíamos practicado ayer. Todavía seguían las dos marcas de mis manos hundidas contra la roca.

  "Aya, ?te puedo preguntar una cosa?"

  "?Sobre la magia?"

  "No, es que..."

  Me quedé mirando cómo sus colas se movían detrás de ella.

  "Bueno, quería saber si sabías qué significa 'uno, dos y tres'".

  "Sí, claro. Son números".

  Asentí lentamente con la cabeza. Esto era muy interesante.

  "?Y cuántas colas tenés?"

  "Cinco, como dije antes".

  "A ver..."

  Extendí mi mano derecha con la palma abierta.

  "?Cuántos dedos tengo en mi mano?"

  "Cinco", respondió de inmediato.

  Ahora extendí la otra.

  "?Y cuántos dedos tengo en las dos manos?"

  "Cinco".

  "No, me refiero al total de los dedos de las manos".

  "A ver..." Murmuró, comenzando a recorrer con la vista los otros dedos.

  "Seis. Siete. Ocho. Nueve..."

  De pronto comenzó a fruncir fuertemente el ce?o.

  "Cinco y cinco", respondió finalmente.

  ?Por qué no llegó al diez?

  "Muy bien. Mejor sigamos con lo de la magia".

  "?Y por qué me preguntaste eso?"

  "Porque soy un ni?o y todavía estoy aprendiendo".

  "Ah..."

  Deberé seguir investigando esto a futuro. Por lo pronto, parece que la gente de este mundo tiene incorporadas ense?anzas básicas que se aprenderían en la primera etapa de educación en un ni?o, a las que se les suma un vasto vocabulario en los diálogos del día a día.

  Obviamente, parece que algunos conceptos no lo conocen, como cuando Mirella me preguntó qué era el 'centro' al querer encender la fogata.

  Terminé poniendo las manos dentro de lo hundido y cerré los ojos.

  "Recuerda, debes imaginar lo que quieres".

  "Sí, entiendo".

  Al cabo de un rato de práctica, logré volver a hundir la piedra, solo que esta vez le di una forma diferente a las de mis manos. Hice círculos, triángulos y cuadrados por toda la pared hasta agotar mis partículas.

  "?Te parece que mejoré?"

  "Claro que sí. Lo siguiente que tienes que hacer es usar la magia sin cerrar los ojos".

  ?No se habrá dado cuenta de las figuras? Las hice a propósito para ver si decía algo.

  "Sí, solo que así mi imaginación fluye mejor. Por ahora seguiré haciéndolo así hasta aprender mejor".

  "Bueno, lo importante es que sientas que estás aprendiendo".

  "Claro, lo importante es aprender como se pueda... ?A vos también te pasó lo mismo cuando recién aprendías? ?Quién te ense?ó?"

  "Yo..." Murmuró, mirando hacia el suelo.

  "No lo sé".

  Ya veo. Todo lo que sea hablar de su pasado o su vida personal parece no gustarle.

  "Perdón por hacer tantas preguntas".

  "No, no. No es eso", respondió, moviendo las manos de izquierda a derecha rápidamente.

  "Solo es que no quiero hablar de esas cosas ahora".

  "Bueno, mejor hablemos de otras cosas".

  "?No quieres mejor ir al agua para así tener más partículas mágicas?"

  "Cierto. Se me acabaron todas las que tenía".

  "Sí. Y si no tienes más, no vas a poder seguir aprendiendo".

  "Está bien. Ya vuelvo".

  Mientras caminaba, la bola de luz que dejó Mirella me seguía constantemente. Se ve que queda programada para seguir a un objetivo.

  Puse los pies sobre el agua y esperé un ratito hasta que se traspasaran hasta el límite, el cual todavía no conozco.

  Antes de irme vi llegar a Mirella a toda velocidad.

  "?Luciano! ?Luciano! ?Ya volví!"

  "?Hola, Mirella!" Saludé con un entusiasmo exagerado.

  Se frenó a tan solo unos centímetros de mi cara, y yo tuve que retroceder, saliendo del agua, para que no se me pusiera borrosa la vista.

  "?Hola, Luciano!"

  "?Y? ?Qué te dijeron?"

  Ella se quedó mirándome por unos segundos mientras se acomodaba el despeinado cabello rubio.

  "Bueno, hablé con ellos y dijeron que..."

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