Siguiendo su determinación, el reflejo en el espejo comenzó a distorsionarse, transformándose gradualmente en la imagen del santuario que Arturo tenía en su mente.
A diferencia del majestuoso y opulento santuario que usaban los adultos, el santuario de estudiantes era bastante humilde. El santuario estaba dise?ado en forma de un salón rectangular, con altos techos sostenidos por robustos pilares de madera. Las paredes de la habitación estaban revestidas con toscos trozos de madera, y en ellas se encontraban tallados dibujos y garabatos, todos realizados por las antiguas generaciones de estudiantes que habían pasado a lo largo de los a?os por este sitio. Cada dibujito contaba una historia, un recuerdo o un mensaje de aquellos que habían pasado por la academia, eran como ventanas al pasado, testigos silenciosos de la evolución de la institución y de sus cambios. No obstante los mensajes eran tantos que era difícil distinguir algo coherente y útil entre el mar de tonterías dejada por los jóvenes. Pese a ello aún había estudiantes dispuestos a sacrificar un poco de tiempo libre, en busca de encontrar un secreto escogido entre este mar de garabatos inentendibles.
En el centro del santuario se encontraban iluminadas por las ofrendas de los estudiantes un conjunto de cinco estatuas de madera, cada una representando a uno de los dioses venerados. Si bien estas estatuas eran de un tama?o más modesto si se la compraba con el santuario para adultos, aún eran monumentos imponentes, esculpidos con gran detalle y realismo. Los estudiantes se acercaban a las estatuas con reverencia, ofreciendo peque?os tributos en busca de mejorar sus probabilidades de pasar el gran examen. No obstante el número de tributos se fueron acumulando con el tiempo, hasta hacer imposible dejar algún tributo cerca de las estatuas sin retirar el de otra persona. Adquirir los objetos para las ofrendas no resultaba una tarea particularmente sencilla para los jóvenes. Como resultado, había una competencia limitada en cuanto a quién colocaría su tributo en una de las estatuas. Además, según los rumores, lo que realmente importaba era ofrecer el tributo y no mantenerlo en su sitio una vez colocado en las estatuas, por lo que la competencia por un lugar donde hacer tu ofrenda no era despiadada.
Por lo demás, el suelo del santuario estaba compuesto por grandes trozos de piedra, gastadas y pulidas por las pisadas de innumerables estudiantes a lo largo de las generaciones. La superficie del suelo era irregular y también estaba llena de garabatos, por lo que si uno no caminaba con cuidado podría tropezar fácilmente en este lugar.
En los rincones del santuario se encontraban estanterías de madera que albergaban una colección de libros, pergaminos y manuscritos antiguos. Muchos estudiantes usaban estos libros y debatían con los mismos ávidamente, demostrando que era bastante complicado obtener algo útil de ellos, aunque aún se podía hacerlo.
A diferencia del aula abandonada, los estudiantes llenaban este santuario con vida y energía. Caminaban y debatían apasionadamente en grupos peque?os o se sentaban en los bancos de madera a lo largo de las paredes, inmersos en sus estudios o buscando secretos entre las conversaciones animadas de los demás. La sala de este santuario resonaba con el sonido de las voces jóvenes, creando una sinfonía que llenaba de recuerdos a Arturo.
Observando el ambiente lleno de vida en la otra habitación, Arturo se tomó unos momentos para contemplar a sus mascotas. En un principio, no era común que los estudiantes tuvieran mascotas, lo que las hacía destacar de manera notable. Sin embargo, la realidad era que Arturo se había tomado más de diez minutos para entablar una charla con Copito sobre la importancia de la lealtad mutua. Por lo tanto, el jorobado se sintió en cierto modo obligado a llevar a sus dos queridas mascotas a este lugar. Actuó en consecuencia y, sin hacer ningún comentario, atravesó el espejo de su cuarto, desapareciendo en el aire.
Cuando Arturo pudo recobrar su compostura, se encontraba en el centro del santuario, sintiéndose ligeramente incómodo por la mirada curiosa de los demás estudiantes que se posaban sobre él y sus mascotas. Afortunadamente, en esta ocasión, el joven había tenido la buena idea de limpiar sus túnicas, lo que le permitía pasar de manera más desapercibida en medio de la multitud.
—?Qué hace aquí el jorobado? ?No tenía dieciocho a?os?—Murmuró uno de los estudiantes a otro, notando la peculiar deformidad de Arturo. Este susurro desencadenó una reacción en cadena, y pronto más estudiantes comenzaron a sumarse a la conversación, llenando el santuario con susurros inquisitivos. Las preguntas giraban en torno a cómo Arturo había conseguido sus mascotas, si realmente tenía más de dieciocho a?os o si había mentido acerca de su edad.
El jorobado se sintió un tanto incómodo bajo el escrutinio de los demás estudiantes. Si bien estaba acostumbrado a ser el centro de atención debido a su cuerpo, y las miradas inquisitivas le hicieron sentirse un tanto vulnerable.
—?Por qué mierda el mundo no se está volviendo de color de rosa?... —Maldijo Arturo en voz baja mientras se ajustaba la túnica para cubrir su joroba, incómodo por las miradas penetrantes de los demás estudiantes. Había pasado mucho tiempo desde que el jorobado se sentía tan acechado, y estas miradas despiadadas lo afectaban de manera notoria. Sin embargo, su caprichoso don de cambiar el mundo a su alrededor a uno más alegre no se activaba, lo que lo frustraba aún más.
Molesto por la situación, Arturo avanzó hacia el centro del santuario, donde se erguían majestuosamente las estatuas de los dioses. A medida que se acercaba, notó que algunos estudiantes murmuraban entre ellos y lo se?alaban junto a sus mascotas. La creciente atención le hizo apresurar el paso nerviosamente, tropezando con una de las piedras del suelo. Provocando que el jorobado se rompiera la nariz contra las piedras y su túnica se llenara de sangre, convirtiéndose en el hazmerreír de la habitación; sin embargo, eso nunca ocurrió, dado que Anteojitos actuó con rapidez y destreza.
La mascota levitó el cuerpo de Arturo con esfuerzo y habilidad, evitando que impactara contra el suelo con fuerza. Con paciencia y destreza, Anteojitos logró que Arturo se reincorporara, aunque lo hizo con bastante dificultad. Cuando finalmente, el jorobado se puso de pie la mirada de preocupación en los ojos de la criatura era evidente, mientras apoyaba su grotesco cuerpo para sostener a su compa?ero humano, asegurándose de que estuviera bien.
Arturo, con la mano en la nariz sintiendo como había evitado lastimarse gracias a la rápida acción de Anteojitos, asintió agradecido:
—Gracias, Anteojitos. Siempre estás ahí cuando más te necesito. Y también por tu ayuda, Copito, si no te hubieras escapado cuando comenzaba a caerme temería haberte aplastado…
En respuesta, Copito saltó con alegría y volvió a su lugar favorito: el hombro de Arturo. Lógicamente ver a alguien levitando en medio de la habitación causó un revuelo de murmullos entre los estudiantes presentes, pese a ello Arturo los ignoró por completo, por lo que aparentemente parecía estar experimentando los efectos de la píldora mágica que Felix le había regalado.
Avanzando con determinación, Arturo llegó a la estatua de Lysor, también conocido como ?El Padre?, quien simbolizaba la sabiduría y el conocimiento en este mundo. Sin previo aviso, Arturo tomó una de las velas que estaban a los pies de la estatua y, bajo la mirada atónita de los estudiantes circundantes, se dirigió hacia las estanterías en las paredes. Luego, dirigió su atención a los jóvenes, quienes lo miraban con curiosidad, y les preguntó en voz alta:
—Hola, mi nombre es Arturo, y estoy buscando la estantería que guarda la copia ?buena? del libro de rumores. ?Podrían indicarme dónde se encuentra?
Dado que esta copia buena era la forma en que todos los ni?os obtenían el libro de rumores, la pregunta de Arturo generó una ola de sorpresa y murmullos entre los estudiantes. Algunos de ellos se miraron entre sí, aparentemente desconcertados por la solicitud inusual de Arturo, incrédulos de que un estudiante con dos mascotas bastante raras y de edad tan grande no conociera el libro más importante de esta escuela. Sin embargo, uno de los estudiantes, una ni?a de cabello oscuro y expresión amigable, se adelantó para responder:
—Soy Valeria, Arturo. Bienvenido al santuario. La estantería que buscas está en la sección sur del santuario, cerca de la estatua de Zephyr ?El Viajero?. Sigue las velas encendidas en el suelo, te llevarán directamente allí.
—Así que te gusta hacerte la graciosa, mocosa, ?eh? —Murmuró Arturo con una sonrisa irónica mientras observaba las cinco estatuas en la habitación. Era evidente que ninguna de ellas representaba a Zephyr, puesto que ese dios no existía.
Valeria respondió con un tono seguro, dejando claro que si Arturo quería obtener información sobre la ubicación del libro de rumores, tendría que pagar un precio por ello:
—No tengo dudas de que sabes que la ubicación del libro de rumores cambia de a?o en a?o, y si quieres obtener esa información de forma gratuita, déjame decirte que estás so?ando despierto.
Valeria cruzó los brazos y mantuvo una expresión decidida mientras miraba a Arturo. La tensión en la habitación iba en aumento, y la mirada amenazadora de Anteojitos hacia la ni?a no pasó desapercibida por Arturo. El peque?o ser del tama?o de una pelota de basquetbol, tenía una presencia imponente que dejaba claro que protegería a su due?o a toda costa y aparentemente estaba deliberando si hacer levitar a la mocosa hacia las velas de las estatuas.
En contraste, Copito adoptó una estrategia diferente. Se acercó a Valeria con una mirada tierna, mostrando sus grandes ojos llenos de inocencia. Comenzó a mirar intensamente a la ni?a como si intentara seducirla con su ternura y simpatía.
Arturo, mientras tanto, sopesaba sus opciones. Sabía que tenía que pagar un rumor con otro para obtener la información que necesitaba. Sin embargo, la presión de la situación y la mirada desafiante de Valeria lo hacían sentir incómodo. Miró a sus mascotas y se dio cuenta de que sus intentos no estaban funcionando como esperaban. Valeria estaba decidida a obtener un rumor valioso a cambio de la ubicación del libro de rumores.
Arturo notó que si no cooperaba con la joven, Anteojitos podría tomar la iniciativa por su cuenta, y eso era algo que quería evitar a toda costa. Aunque le molestaba tener que hacerlo, finalmente cedió ante la insistencia de la ni?a.
—Está bien, ?qué estás buscando? —Preguntó Arturo con un suspiro de resignación.
Valeria sonrió con confianza y respondió:
—Busco rumores que circulen en la academia sobre donde encontrar un libro que me permita realizar un examen especial.
Arturo frunció el ce?o, un poco molesto por la petición de la ni?a.
—Pero te estoy pidiendo una tontería, no el secreto más importante que has descubierto en tu vida —Dijo Arturo con cierta amargura.
La ni?a mantuvo su mirada firme y percatándose de que un estudiante con mascotas raras no era precisamente un estúpido, respondió con determinación:
—El a?o acaba de comenzar, y por ahora soy la única que sabe la ubicación exacta del libro que buscas. Así que tienes dos opciones: o me das esa información o te ves obligado a buscarlo por tu cuenta.
La conversación llamó la atención de varios jóvenes astutos que se acercaron para escuchar lo que estaban discutiendo. Y dado a lo llamativo de Arturo, la situación se estaba volviendo cada vez más pública.
Arturo, resignado y reconociendo la lógica detrás de las palabras de la ni?a, decidió cambiar su actitud. El jorobado había cambiado de mentalidad bastante desde que se libró del gran examen, y ahora estaba más dispuesto a ceder en situaciones que antes habría rechazado de plano.
—Está bien, olvídalo. Ya soy demasiado grande para ponerme a negociar por simples rumores. Solo prométeme que, una vez que te dé la información que necesitas, obtendré la que busco a cambio —Dijo Arturo, aceptando la negociación y deseando poner fin a la conversación lo más rápido posible.
—Lo prometo, tú júrame que no me mentirás, y yo te juro lo mismo—Dijo Valeria con alegría, satisfecha por haber sellado el pacto.
—Lo juro... —Respondió Arturo con cansancio, recordando sus experiencias anteriores con intercambios de rumores y secretos en la academia. Aparentemente, no tenía buenos recuerdos de esos tratos.
Acto seguido, Arturo realizó una acción que llamó la atención de todos en la habitación. Empezó a aplaudir, creando un ambiente de expectación entre los presentes. La ni?a se alarmó y le advirtió en voz baja:
—?Espera, no lo digas en voz alta! ?Si lo haces, tu rumor no valdrá tanto!
Arturo sabía que no estaba obligado a revelar el rumor en voz alta; podía susurrarlo y aún cumpliría con su palabra. Pero Arturo ya no le daba importancia a los rumores y secretos que podría comerciar en el futuro, ya que había alcanzado lo más importante que la escuela tenía para ofrecer. Con una sonrisa, el jorobado dejó la vela que había retirado de la estatua del dios en el piso y se subió a uno de los bancos del santuario. Llamando la atención de los presentes, Arturo alzó a Copito en lo alto con ambas manos, magnificando su encanto. Luego, pronunció las palabras mágicas en voz alta, haciendo que resonaran en medio de los murmullos de la habitación y capturaran la atención de todos los presentes:
—?Escuchen, mocosos, contemplen mi más gran secreto!: “En un rincón sombrío y maldito, yace un ser que fue un ni?o querido. Su rostro, ahora un semblante afligido, en la penumbra, está completamente perdido. Fue un tiempo en que rió y jugó con alegría, pero el destino le tejió una cruel parodia. Sus sue?os rotos, su alma en agonía, una marioneta, una triste sinfonía. La risa se apagó, la inocencia se fue, cadenas invisibles lo atan sin por qué. Un titiritero oscuro maneja sus hilos, lo obliga a danzar en sombríos pasadizos. Sus lágrimas caen como tristes ríos, en este mundo de pesares y desvaríos. En su pecho, un corazón de porcelana, frágil y quebrado por la vida insana. Cada paso, una danza macabra y profana, en esta historia sombría, sin esperanza humana. ?Quién soy?”. En ese lugar, tendrán la oportunidad de encontrarse con el titiritero, quien les presentará cuatro opciones posibles para seleccionar un libro que les permitirá afrontar un examen especial. Sin embargo, hay una condición importante: solo aquellos que se consideren ?mu?ecos rotos? podrán entablar una conversación con el titiritero sin ser convertidos en simples juguetes. Por lo tanto, este método solo sirve para aquellos que cumplan con la condición de pertenecer a la clase de ?descartables?.
Después de revelar el rumor, un silencio momentáneo inundó la habitación del santuario de estudiantes. Los jóvenes presentes intercambiaron miradas de sorpresa y terror, y algunos murmuraron entre ellos sobre si valía o no la pena pagar el coste de este libro.
Por su parte la ni?a que había pagado la fiesta, Valeria, luchaba por contener su enojo y su frustración ante la aparente inutilidad del rumor que había obtenido de Arturo. Sus ojos brillaban con un brillo de lágrimas reprimidas, y sus labios temblaban mientras hablaba.
—Pero ese rumor no me sirve… —Murmuró con voz entrecortada.
—Eso me da igual, no pactamos la utilidad del rumor y nadie lo hace. Además, si te sirve mi rumor: solo tienes que convertirte en un mu?eco roto y podrás obtener tu libro. Considéralo una bala de plata si todos tus otros planes fallan. Yo ya cumplí con mi parte, ahora tienes información que revelar… —Respondió Arturo con calma.
Valeria lo miró de forma complicada, comprendiendo que no era precisamente sabio apurar las cosas y que el método del jorobado costaba mucho. Sin embargo, había dado su palabra y no había vuelta atrás. Con renuencia, se acercó a Arturo y le susurró la ubicación del lugar secreto que él buscaba. Sabía que este joven imprudente probablemente compartiría la información con otros, pero también entendía que no todos los estudiantes estaban presentes en el santuario en este momento, por lo que no sería el fin del mundo si más personas se enteraban del lugar secreto.
Tras enterarse de la localización, Arturo se acercó nuevamente a la vela que había dejado en el suelo y la recogió. Luego, con pasos cuidadosos, se dirigió hacia una de las estanterías repletas de libros que se hallaban dispersas por las paredes del santuario. No necesitó buscar mucho, pues sus ojos se posaron en un libro cuya tapa era de un rojo intenso, un color que contrastaba bastante con la mayoría de los libros circundantes.
El libro se titulaba ?La Taberna del Viejo Ogro? y a simple vista su portada mostraba un grabado detallado de un oscuro y antiguo establecimiento. La imagen del ogro, de aspecto sabio y curtido por los a?os, estaba tallada con gran habilidad, y su mirada parecía penetrar en el alma de quien lo observaba. El título estaba adornado con letras doradas que brillaban ligeramente, llamando la atención de quien lo tomara.
La textura de la tapa era suave al tacto, como si estuviera hecha de cuero envejecido por el tiempo. Cuando Arturo lo tomó entre sus manos, notó que el libro tenía un peso inusual y era más ligero de lo que uno podría imaginarse. Al abrir las páginas del libro, Arturo descubrió que su interior era igual de llamativo: Las hojas eran de un papel antiguo y amarillento, y el olor a tinta y polvo llenó sus sentidos. Las palabras escritas a mano en tinta negra eran elegantes, como si alguien hubiera dedicado mucho tiempo a crear esta obra.
Sin embargo, el contenido del libro no se parecía en absoluto a lo que uno habría esperado. Y en su lugar se encontraban relatos de cuentos de hadas, calabozos y dragones, con una historia llena de intrigas políticas, personajes ambiguos y conspiraciones palaciegas.
Lejos de sentirse estafado por la aparente desconexión entre lo que había negociado y el contenido del libro, Arturo mantuvo la calma y, con la vela en la mano, tomó una decisión inusual. Mirando a su alrededor, se dio cuenta de que las miradas curiosas y atónitas de los estudiantes se centraban en él y en el libro. Con una sonrisa decidida, el jorobado encendió una esquina del libro con la llama de la vela, provocando un murmullo de incredulidad en la audiencia. Ante lo cual, Arturo solo respondió con un grito que por poco deja sordas a las personas a su alrededor:
—?Despierta, prostituta! ?Es hora de trabajar! ?Acaso crees que te creé para que duermas perezosamente en este santuario? No, tu deber es ir y seducir a esos mocosos para obtener la información que busco.
Reaccionando a los insultos, el libro pareció cobrar vida: sus páginas comenzaron a voltearse con una velocidad impresionante, hasta que finalmente llegaron a una sección en blanco. En ese momento, algo sorprendente ocurrió: las páginas en blanco comenzaron a llenarse de palabras escritas con la misma rapidez con la que el fuego avanzaba por las otras páginas.
Arturo miró con asombro cómo se formaba un texto ante sus ojos. Era como si el libro mismo estuviera tratando de comunicarse con él antes de que el fuego lo consumiera por completo:
"?Quieres invitar a tus amigos a la fiesta?"
—Ya sabes mi respuesta…—Murmuró Arturo en voz baja, con una sonrisa perturbadora en su rostro. Sus palabras fueron apenas audibles, pero tenían un matiz de rencor y enojo. Mientras pronunciaba su respuesta, sus ojos se desplazaron lentamente por la multitud de estudiantes que lo rodeaban, y notó cómo sus miradas se llenaban de desconcierto.
Inmediatamente, todas las velas a los pies de las estatuas de los dioses se apagaron de repente. La oscuridad se extendió por el santuario como un manto, y el pánico se apoderó de los estudiantes. Gritos de sorpresa y miedo llenaron el aire mientras todos los jóvenes intentaban comprender lo que estaba sucediendo.
Cuando finalmente la luz volvió, los estudiantes se dieron cuenta de que estaban en un lugar completamente diferente al santuario que solían conocer y las estatuas de los dioses ya no estaban a su alrededor.
El sitio en el que se encontraban ahora parecía una especie de salón de baile antiguo y decadente. Las paredes estaban cubiertas de tapices oscuros y polvorientos, y las ventanas altas dejaban entrar la luz de la luna, creando una atmósfera sombría. En el centro del salón, una gran lámpara de ara?a colgaba del techo, arrojando destellos de luz sobre los estudiantes desconcertados.
—?Qué demonios hiciste, jorobado? —Preguntó uno de los jóvenes mientras se acercaba a Arturo en busca de respuestas.
Arturo lo miró con una sonrisa enigmática y respondió: —Los invité a una fiesta, una experiencia única que estamos a punto de presenciar. Pero si te sientes nervioso o asustado, puedes unirte a los inteligentes que ya se han ido. Solo tienes que decir las palabras mágicas y volverás a tu dormitorio.
El joven, ante la incertidumbre y el temor de lo desconocido, decidió no hacer más preguntas y siguió el consejo de Arturo. Pronunció las palabras mágicas y desapareció, regresando a su dormitorio con alivio.
Con el paso de los minutos, la mayoría de los estudiantes optaron por abandonar la fiesta de forma similar, conscientes de que era mejor marcharse antes de que fuera demasiado tarde. Finalmente, solo quedaron unas pocas personas en el misterioso salón, incluyendo a Arturo.
—Arturo, tú nos trajiste aquí, ?sabes si hay algo útil que podamos obtener en este lugar? No te lo pido gratis, te lo cambiaré por otro rumor interesante… —Preguntó la ni?a que había comerciado con Arturo recientemente.
Arturo, con una expresión de alegría en el rostro, miró a su alrededor mientras inspeccionaba el macabro salón de fiesta. Era un lugar inusual para celebrar un cumplea?os, pero tampoco podía quejarse.
—Sí, con venir a este salón una torta de cumplea?os y un regalo aparecerán en tu inventario. ?Espero que hayan disfrutado la fiesta!—Exclamó Arturo con entusiasmo.
Valeria, aún incrédula, formuló una pregunta:
—?En serio? ?Entonces por qué nos miraste a todos de forma medio rara al comienzo de tu espectáculo?
—Para asustarlos y que no se quedaran mucho en esta habitación buscando la nada misma…—Respondió Arturo con calma, mientras observaba a sus mascotas inspeccionando la habitación.
No obstante, la ni?a no tuvo que esperar mucho para saber la verdad, pues esta vino de uno de los jóvenes que había estado espiando en la conversación. Este joven hizo una pausa sacando un trozo de espejo roto de su túnica, tras lo cual comenzó a observarlo con una sonrisa que se extendía de oreja a oreja. Con curiosidad en sus ojos, examinó el salón y luego habló con una risa nerviosa:
—Mierda, el jorobado lo dice en serio. Tengo una torta en mi inventario y un regalo. Gracias por compartir este secreto, además del regalo del cumplea?os de 5 este es el primer regalo que obtengo. ?Cómo lo activaste? ?Es quemar el libro con una vela, insultar y listo?
Arturo asintió con complicidad, reconociendo la naturaleza peculiar de la situación:
—Y por la luna de sangre que salió hace poco, solo se puede entrar una vez a este salón, así que es un evento secreto que solo ustedes podrán disfrutar. Pero bueno, al menos el rumor lo podrán cambiar con el libro de rumores. Poca gente debe conocerlo.
Valeria, con una astucia perceptible en su mirada, planteó una pregunta intrigante:
—?Y podemos sacar algo más de este lugar, Arturo? Quiero decir, por algo te estás quedando aquí a esperar, ?no?
Arturo reflexionó por un momento antes de responder con una sonrisa, aunque su tono no revelaba una broma.
—Me temo que no. De hecho, es conveniente que salgan de esta habitación pronto. Tengo que tomar una decisión en breve, y si no se van antes de que la tome, podrían quedar atrapados en esta habitación para siempre...
La noticia de que podrían quedarse atrapados en ese lugar misterioso provocó una mezcla de emociones en el grupo. Por un lado, la experiencia había sido fascinante y única, pero por otro lado, nadie quería quedarse encerrado en un salón de fiestas surrealista por toda la eternidad.
Dado que Arturo había revelado recientemente un rumor bastante impactante a todos los presentes y, además, ahora les había otorgado una torta y un regalo a cambio de un secreto que él había activado, los jóvenes empezaron a considerar a Arturo como una persona bastante generosa y amable. Por lo tanto, cuando escucharon sobre la muerte certera que les esperaba si no abandonaban este sitio pronto, la gran mayoría de ellos comenzó a tomar la decisión de teletransportarse a sus dormitorios. Sin embargo, unos pocos estudiantes se mostraron obstinados y decidieron continuar explorando el lugar en busca de más sorpresas. Arturo los espero con paciencia recordando sus días en la escuela mientras jugaba con Copito y Anteojitos.
Casi media hora después el salón de fiesta estaba completamente vacío y Arturo decidió que era hora de dar por terminada la fiesta.
Antes de activar el gran evento de cierre, Arturo se aseguró de que ningún ni?o despistado se hubiera quedado en algún lugar remoto de ese gran salón. Una vez confirmó que todos los presentes se habían ido, caminó hacia el centro del salón. Con un gesto solemne, aplaudió cinco veces, como si estuviera marcando el fin de una función teatral.
*Paff*,*Paff*,*Paff*.... Las palmas del jorobado resonaron en el salón vacío, creando un ambiente de despedida.
Arturo continuó aplaudiendo hasta que el último aplauso fue dado. Finalmente, el jorobado dio las gracias a los jóvenes que habían decidido quedarse hasta el final, es decir la nada misma, y se despidió con una sonrisa macabra:
—Ha sido un placer tenerlos aquí. Espero que hayan disfrutado de la fiesta. Siempre pueden volver a sus dormitorios en la próxima luna de sangre. ?Hasta la próxima, amigos!
Inmediatamente, el cuerpo de Arturo comenzó a desvanecerse, disolviéndose en la nada, hasta que finalmente desapareció por completo, dejando atrás el macabro salón de fiesta en el olvido. La sensación de desorientación lo envolvió mientras su conciencia se desplazaba a través de una especie de portal interdimensional.
Cuando finalmente el jorobado pudo reaccionar, se encontraba en un lugar completamente distinto, en lo que parecía ser un dormitorio. Sin embargo, este no era su dormitorio, y lo que Arturo veía ante sus ojos lo dejó sin aliento.
Este dormitorio parecía haber sido abandonado por el tiempo. Las decoraciones habían perdido su esplendor y estaban cubiertas de una espesa capa de polvo y moho. El suelo de madera crujía bajo sus pies al dar un paso hacia el interior. Había muebles antiguos que recordaban a una época pasada: un armario de madera maciza con puertas entreabiertas, una cómoda con un espejo enmohecido, y una silla destartalada junto a una peque?a mesa. La única fuente de luz provenía de una ventana, que estaba cubierta de telara?as y apenas dejaba pasar la tenue luz del sol.
Sin embargo, lo que capturó la atención de Arturo de manera inmediata fue la figura en una de las esquinas de la habitación. Sobre la cama, que también estaba cubierta de polvo y moho, yacía un cadáver esquelético. La piel había desaparecido, dejando solo huesos y una túnica desgarrada. Lo más impactante era que el esqueleto sostenía un libro entre sus manos, como si estuviera en medio de la lectura.
—Así que esta era la “alegre” sorpresa…—Dijo Arturo con algo de incomodidad, mirando el cadáver que era el antiguo due?o de este dormitorio. Mientras tanto Anteojitos hace tiempo se había ido a ver qué decía el libro, lo cual indicaba que lo aparentemente importante estaba en sus páginas.
Arturo se acercó con cautela, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda mientras observaba al esqueleto. A pesar de los a?os que habían pasado, la postura del cadáver aún sugería una profunda inmersión en su lectura. El libro que sostenía era antiguo y estaba cubierto de polvo y moho, por lo que no podía distinguirse el título. Todo parecía indicar que el tiempo se había detenido en este lugar, atrapando al cadáver en un eterno acto de lectura.
Tras llegar al cadáver, Arturo se acostó en la cama donde reposaba el esqueleto y ojeo el contenido del libro, comprendiendo que efectivamente esto era lo que había venido a buscar:
Arturo examinó minuciosamente cada una de las opciones disponibles. Sabía que solo tenía un único punto de ascenso, y Momo le había advertido que cada persona veía diferentes puntos de ascenso en función de las decisiones que habían tomado en sus vidas. Por esta razón, Momo no le había proporcionado una recomendación específica, simplemente le había instado a elegir sabiamente.
La gravedad de la decisión pesaba sobre los hombros de Arturo. Era consciente de que esta elección afectaría no sólo su propio destino, sino también el de todos los estudiantes.
—Mmmm, esta decisión es demasiado trascendental…—Murmuró Arturo para sí mismo, su mirada se posó en sus fieles mascotas, Copito y Anteojitos. Desde el principio, había insistido en que eran un equipo, y ahora quería escuchar sus opiniones
El jorobado dirigió su mirada hacia su hombro y con ternura acarició a Copito, cuyos grandes ojos parecían estar profundamente concentrados en las opciones disponibles ante ellos. La suavidad de la pelusa bajo su tacto le transmitió una sensación de seguridad en medio de la trascendental elección que debía tomar.
Después, Arturo dirigió su atención a Anteojitos, cuyo ojo transmitía cierta sensación de indecisión. La expresión de su querido compa?ero daba la impresión de que ninguna de las opciones disponibles le atraía particularmente.
—?Qué creen ustedes, chicos? —Preguntó Arturo con voz suave, buscando la orientación de sus fieles mascotas—Literalmente, tenemos el futuro de todos los estudiantes en nuestras manos. Sus opiniones son importantes para mí.
Arturo se volvió hacia Anteojitos, esperando alguna se?al o indicación de su parte. Sin embargo, su mascota parecía estar atrapada en un mar de pensamientos, considerando las múltiples opciones y sus posibles implicaciones.
—Supongo que te cuesta decidir, ?verdad? —Susurró Arturo con comprensión mientras observaba a Anteojitos—Parece que ninguna de las opciones es especialmente adecuada para nosotros en este momento.
Dado que Anteojitos no parecía revelar pista alguna de sus verdaderas intenciones, Arturo buscó la complicidad de Copito, esperando que su compa?ero peludo pudiera transmitir alguna se?al o consejo en esta decisión tan crucial.
Fue en ese momento que el jorobado notó cómo Copito, con sus brillantes ojos, estaba fijamente enfocado en el libro de rumores. La intensidad de la mirada de la peque?a criatura parecía transmitir un mensaje claro a Arturo, como si estuviera se?alando una elección.
—?Tomaste una decisión, Copito?—Preguntó Arturo con una sonrisa mientras tomaba con cuidado a su querida mascota y la colocaba frente a sus propios ojos. En ese instante, Arturo percibió una respuesta en la mirada de Copito, como si dijera: ??Sí, Arturo, ya he decidido cuál es la mejor opción para nosotros y nuestros compa?eros!?
Dejándose llevar por la encantadora mirada de su mascota, Arturo acercó a Copito al gran libro de rumores. Antes de que pudiera reaccionar o intervenir, la peque?a criatura dio un salto sorprendentemente ágil y seleccionó una de las opciones.
—?La Gran Purga!—Gritó Arturo desesperadamente, su voz resonando en la habitación mientras daba un salto y salía de la cama. Fijó su mirada en Copito con una mezcla de molestia y frustración, como si tratara de reprenderlo por la decisión apresurada que había tomado.
Sus palabras resonaron en la habitación mientras la gravedad de la elección comenzaba a hundirse en él. Arturo entendió de inmediato el alcance de lo que habían hecho su mascota. La elección de Copito había llevado a la destrucción de todos los libros de rumores que poseían los estudiantes: ?La irremediable pérdida de las únicas guías de supervivencia que tenía este cruel y despiadado mundo!
—Copito, ?entiendes lo que acabas de hacer? ?Esos chicos ya no pueden conseguir otra copia de respaldo! ?Habrá más de diez generaciones de estudiantes sufriendo por nuestra culpa!—Rega?ó Arturo, con una voz temblorosa y llena de angustia que lograba transmitir a la perfección el peso de la culpa que lo inundaba.
Sin embargo, Copito parecía completamente ajeno al remordimiento que atormentaba a su due?o. El peque?o simplemente saltó alegremente, compartiendo el entusiasmo de haber colaborado en la elección.
Mientras tanto, Anteojitos miraba fijamente al jorobado con su gran ojo lleno de furia contenida. Su cuerpo temblaba de cólera, y su mirada parecía decir: ?Arturo, eres un completo idiota. ?Cómo pudiste dejarte seducir por esa bola de pelo? Era obvio que Copito no entendía que nuestra propia copia también sería destruida en el proceso?.
El silencio que siguió a la reprimenda de Arturo llenó la habitación, y la atmósfera se volvió cada vez más tensa. Los pensamientos del jorobado se agolparon en su mente mientras miraba alternativamente a Copito, quien seguía saltando alegremente, y a Anteojitos, cuyo cuerpo temblaba como si estuviera lanzado una ráfaga de insulto tras insulto.
—?Qué hemos hecho, chicos?—Murmuró Arturo con voz quebrada mientras finalmente se largaba a llorar, sintiendo que la responsabilidad de la elección de Copito pesaba sobre sus hombros como una carga insostenible—Todo lo que quería era sentirme menos culpable por haberme quedado dormido y haber asesinado a los pocos compa?eros que me quedaba: ?Y miren como salió! ?Cómo puede ser que todo lo que toco se desmorone de esta manera?
El jorobado se dejó caer en la cama junto al cadáver esquelético, y sus lágrimas se mezclaron con la desesperación que sentía. Con una mano temblorosa, se frotó el rostro descuidado, intentando en vano limpiarse las lágrimas y la angustia que lo atormentaban.
Notando el estado del joven, Anteojitos se acercó a Arturo y apoyó su peque?o cuerpo contra la cabeza del joven. Parecía entender la tristeza y la culpa que su due?o experimentaba en este momento. Sin embargo, la situación pronto dio un giro inesperado.
Arturo notó el inusual comportamiento de Anteojitos, quien comenzó a subir y bajar con fuerza, golpeando su cabeza de manera insistente. Cada golpe parecía transmitir un mensaje claro: ??Despierta, Arturo! ?Llorar no cambiará nada!?
A pesar del dolor de los golpes, Arturo comenzó a comprender el mensaje de su mascota. Se esforzó por defenderse con las manos y gritó:
—?Para, para, ya entendí, Anteojitos! ?Llorar no cambiará nada! Ahora tenemos que tomar las decisiones correctas que cambien la vida de los estudiantes que aún podrán disfrutar del libro de rumores en el futuro. Por más que sean ni?os que ni saben leer por ahora, algún día nos agradecerán por nuestras decisiones.
Anteojitos finalmente detuvo sus golpes, aunque no fue porque Arturo hubiera comprendido completamente su mensaje. De hecho, parecía estar aún más molesto, ya que el joven aparentemente seguía interpretándolo mal. Sin embargo, el discurso de Arturo le recordó a la mascota que todavía había opciones que considerar y decisiones importantes que tomar, y por tanto, era crucial evitar que los idiotas que lo acompa?aran siguieran cometiendo más errores impulsivos.
Con apuro, Anteojitos se elevó en el aire y voló hacia el cadáver esquelético, que permanecía duro como un muerto, imperturbable en su lectura casi como si su vida dependiera de ello.
Por otro lado, Arturo observó a su mascota mientras se apuraba hacia el libro y sintió una oleada de inspiración al ver la dedicación de Anteojitos en el asunto. Se limpió las lágrimas del rostro con determinación y volvió a acomodarse en la cama. Sabía que debía leer cuidadosamente la lista de opciones posibles, dado que ahora había cambiado por completo:
Arturo y sus dos fieles mascotas, Copito y Anteojitos, se encontraban en la habitación, enfrentando una elección que parecía definir el destino de todos los futuros estudiantes. Las nueve opciones se extendían ante ellos, representando las diferentes alineaciones morales de ese mundo: Tres opciones benevolentes, tres neutrales y tres con consecuencias oscuras.
El jorobado se sumió en una profunda reflexión mientras examinaba cada opción, su mente buscando la respuesta que beneficiaría a la mayoría, pero la tarea era abrumadora, ya que ninguna de las elecciones parecía perfecta.
—Nuevamente ninguna de las opciones nos beneficia, una puede ser casualidad, pero dos es raro, probablemente este es el motivo por el cual Momo nos seleccionó a nosotros… —Murmuró Arturo mientras le daba vueltas a las opciones en su mente.
Por su parte, Anteojitos parecía desinteresado en todas las opciones. Era como si la mascota entendiera que ninguna elección sería realmente beneficiosa para ellos. El tiempo pasaba mientras Copito continuaba saltando alegremente, aparentemente ajeno a la gravedad de la situación.
Arturo finalmente rompió el incómodo silencio, compartiendo sus pensamientos con sus fieles mascotas mientras intentaba tomar la decisión más sensata.
—?Cuál opción es la mejor para los demás? Realmente es difícil. Por ejemplo, "Gran Legado" parece muy buena, pero nadie estaría dispuesto a regalar su libro de rumores a otra persona, especialmente cuando hay una recompensa por tenerlo en tu poder hasta el día de las contrataciones. Por otra parte, hay opciones que claramente solo traen problemas, como las de los pactos falsos. Lo último que quiero es que la gente no pueda confiar en los pactos nunca más.
Arturo miró a Anteojitos, esperando alguna se?al de aprobación o desaprobación, pero su mascota parecía más interesada en otros pensamientos. Finalmente, Arturo se inclinó hacia la opción que consideraba la más amigable para todos los estudiantes y seleccionó: ?Hada de los Libros?.
Inmediatamente, el libro en las manos del cadáver reaccionó, emitiendo destellos de luz mientras la elección se sellaba. La habitación pareció vibrar por un instante, como si el mundo mismo reconociera la decisión de Arturo.
—Lo he hecho. Hemos elegido "Hada de los Libros" —Anunció Arturo, aunque su voz aún estaba llena de dudas. Copito, sin comprender del todo lo que había sucedido, siguió saltando y jugando, mientras que Anteojitos continuó observando a su due?o, con una mirada que expresaba un tanto de preocupación como diciendo: “?Realmente no sacaremos nada de esto?”.
—Sí, Anteojitos, yo también lo creo…—Respondió Arturo ganando cada vez más confianza a medida que trataba de justificar su elección—Tener una mascota ayudará a todos los estudiantes, o al menos hará que sus días en la escuela sean un poco más agradables. Aunque por desgracia esta mascota no los acompa?arán para siempre. Pero mi habilidad me ha ense?ado que sonreír en los momentos adecuados puede cambiar vidas, y no hay momento más importante para sonreír que durante la infancia. Por eso estoy seguro de que esta decisión fue la correcta, con esta mascota los futuros ni?os que pasen por estas frías aulas tendrán una infancia más alegre.
Sin embargo, Anteojitos no tuvo tiempo de reaccionar ante la evidente mala interpretación de su due?o. El libro, sostenido por el cadáver esquelético en la cama, volvió a cambiar, revelando una nueva serie de opciones entre las cuales debían elegir.
—Y ahora, ?qué nos depara el destino esta vez?—Murmuró Arturo mientras se preparaba para explorar las nuevas opciones que se presentaban ante ellos. Copito, sin preocuparse por los problemas del mundo, seguía saltando y jugando, mientras que Anteojitos centraba su atención en el libro de rumores, listo para analizar las posibles elecciones.
—Bien, necesitamos tomar una decisión de nuevo...—Murmuró Arturo en voz baja, visiblemente preocupado por no encontrar una opción que realmente le convenciera—Cada vez se está volviendo más difícil, y lo más frustrante es...
Arturo trató de comunicar sus preocupaciones a sus mascotas, pero se vio interrumpido de forma repentina cuando Copito saltó en el aire y chocó contra su frente. De manera inmediata, la criatura realizó otro salto desde la cara de Arturo, logrando que su regordete cuerpo impactara contra la opción que indicaba: "?El Rey Negro ha Regresado!"
—?Pero por qué diablos hiciste eso, Anteojitos? ?Tienes la menor idea de la locura que acabas de hacer? —Gritó Arturo mientras se levantaba de la cama de un saque y rega?aba a su mascota. Era evidente que Copito no podía realizar semejante salto exagerado, y el despiadado ojo volador lo había hecho levitar en el aire para disimular su elección.
Sin embargo, Anteojitos parpadeó lentamente, como si dijera: ?No fui yo, Arturo. ?Por qué te enfadas conmigo? Claramente, fue Copito. Esa rata peluda solo disfruta viendo sufrir a los demás.?
—No me mires con esos ojos. Esta vez has cruzado la línea, Anteojitos. ?Sabes cuántos ni?os...? —Arturo gritaba con enojo mientras se?alaba acusadoramente a su mascota. Sin embargo, sus palabras se vieron interrumpidas cuando se percató de que la habitación empezó a temblar.
La habitación comenzó a temblar con una violencia que hizo que Arturo se tambaleara y tuviera que apoyarse en la cama para evitar caer al suelo. A medida que el temblor se intensificaba, Arturo observó con creciente horror cómo la imagen reflejada en el espejo enmohecido de la cómoda comenzó a distorsionarse lentamente, como si una mano invisible estuviera deformando su superficie. Los contornos de lo que parecían ser rostros borrosos aparecieron y desaparecieron en el reflejo, como si miles de vidas pasaran frente a sus ojos.
Mientras los rostros pasaban por el espejo, la cama en la que Arturo se aferraba con desesperación comenzó arrastrarse hacia el espejo y lo que antes había provocado una simple agitación en el mueble, se convirtió en una sacudida violenta y caótica. Las sábanas fueron arrancadas de la cama por una fuerza invisible, elevándose en el aire como si estuvieran poseídas por un espíritu maligno. El esqueleto a su lado comenzó a mirar a Arturo con una sonrisa y la cama misma se tambaleó como si estuviera siendo zarandeada por una mano furiosa y poderosa que buscaba desgarrarla.
La ventana llena de telara?as se sacudió con una violencia sobrenatural antes de cerrarse y abrirse de golpe, arrastrando un viento gélido a la habitación. Poco a poco el aire en la habitación se volvió opresivo y denso, cargado con una presencia malévola que parecía estar aprisionada en su interior, esperando con ansias liberarse.
La cama, ahora en un estado de agitación extrema, pareció elevarse unos centímetros del suelo por su propia voluntad. Las sábanas se revolvieron furiosamente como si ocultaran algo aterrador debajo de ellas. Un gemido gutural y angustioso llenó la habitación, y el miedo paralizó al asustado Arturo, como una manta opresiva que envolvía todo a su alrededor.
Entonces, cuando el jorobado había caído presa del pánico la ventana se rompió de repente, y un viento aún más helado arrasó las sabanas que caían en pedazos y se retorcían en el suelo como si tuviera vida propia. Arturo vio con desesperación como el sol se había ocultado de repente y una luna llena roja como la sangre iluminaba la escena débilmente. Fue entonces cuando Arturo vislumbró una figura pálida y macabra que se erguía junto a la cama. Los ojos de la figura estaban vacíos y sin vida, y su boca se retorcía en un llanto malévolo que emanaba una maldad indescriptible. La figura avanzó lentamente hacia la cama, extendiendo una mano marchita y huesuda hacia Arturo, como si estuviera a punto de hacerlo caer en las garras de la misma muerte. No obstante, los pies del esqueleto al lado del jorobado comenzaron a moverse y patear con fuerza esta extra?a entidad, protegiendo al paralizado jorobado y provocando que la misteriosa criatura volviera a refugiarse debajo de la cama.
Mientras los dos muertos luchaban, el espejo finalmente colapsó en un estallido agudo y penetrante. Los rostros deformes que se habían reflejado en él se rompieron en innumerables fragmentos que cayeron al suelo con un ruido ominoso. Entre los restos del espejo roto, una figura oscura y borrosa emergió de las sombras, acechando en la habitación con una presencia siniestra que desafiaba toda lógica y explicación.
La sombra se movía lentamente hacia Arturo. Sus contornos oscuros y retorcidos se proyectaban amenazadoramente sobre las paredes, y de su cuerpo parecían emanar las súplicas y gritos de los condenados.
Sin embargo, la sombra, en lugar de atacar directamente, atravesó el cuerpo de Arturo con su forma etérea. Una sensación espeluznante invadió al jorobado cuando sintió como si su cuerpo fuera atravesado por un mar denso de sangre negra y viscosa. El objetivo de la sombra quedó claro cuando se acercó al libro que el esqueleto continuaba sosteniendo con fuerza en sus huesudos dedos. La sombra tocó el libro tres veces con un gesto etéreo, y luego desapareció de repente, como una niebla disipándose ante la luz de la luna.
El viento gélido que había penetrado en la habitación se disipó de golpe, y la temperatura en la habitación volvió a la normalidad. El temblor que había inundado la habitación terminó y la cama que había levitado misteriosamente volvió a apoyarse contra el suelo. Todo parecía haber regresado a la normalidad, como si la pesadilla nunca hubiera ocurrido.
Sin embargo, la realidad se imponía de manera implacable. La cama que ahora se encontraba en el centro de la habitación y las sábanas que yacían destrozadas en el suelo eran los testigos de un combate sobrenatural. Los fragmentos del espejo roto estaban dispersos por todos lados. Y el sol no había vuelto a salir, aparentemente la luna de sangre había llegado para quedarse.
El silencio que siguió a estos inusuales eventos era ensordecedor, solo roto por la pesada respiración de Arturo mientras intentaba procesar lo que acababa de experimentar. Cuando finalmente reaccionó, Arutro preocupadamente vio como Copitos se encontraba escondido entre sus túnicas y Anteojitos hace tiempo se había puesto a investigar el libro sostenido por el esqueleto.
Sin encontrar qué palabras decir en estos momentos, Arturo siguió la idea del ojo flotante y satisfaciendo su curiosidad descubrió que tres opciones se hallaban marcadas en el libro: “Bibliotecario Misterioso, Llamada de las Profundidades , Llamada a la Aventura”