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8.- ahora si, ¡Bienvenido a Amandel! parte 5

  Aunque habían pasado varias veces junto al parque a lo largo del día caminando de una institución a otra, habían pasado tantas cosas que Juan no había tenido tiempo de prestarle atención al parque desde esa ma?ana cuando lo miró a través de la ventana.

  Desde abajo, el parque parecía un bosque encantado, lleno de plantas de diversos colores con dise?os naturales y puntos bioluminiscentes de colores aún más variados que parpadeaban de diferentes maneras.

  Al mirar hacia el interior podías percibir claramente la distinción entre el sotobosque y las copas de los árboles, generando la sensación de que el dosel es un enorme techo vivo sobre tu cabeza, sostenido por los pilares naturales que son los troncos de las diversas especies.

  Al cruzar la calle para adentrarse en el parque, notó que en la centralidad, el sotobosque estaba cuidadosamente mantenido a raya, dejando varios caminos despejados y completamente aptos para que incluso un elefante pudiera pasar sin problema.

  Aun así, todo parecía tan natural que no habría podido distinguirlo de no ser por una serie de marcas en la vereda que separaban el parque de la calle.

  Estas marcas identificaban cada camino con un nombre y un número.

  Juan siguió a Sisco por uno de estos senderos hasta un enorme claro, donde el olor de las especias lo sacó de su contemplación.

  Efectivamente, el lugar estaba lleno de carritos de comida atendidos por una gran variedad de especies. Ya estando algo abrumado de tantas cosas nuevas que desafiaban su comprensión y lógica, decidió simplemente seguir la corriente a su tutor y no hacerse más preguntas de las necesarias, al menos hasta que descansara un rato.

  Sisco lo guio hasta un mobiliario urbano similar a una mesa de jardín, de esas que se les puede poner un quitasol en el centro, pero en vez de un quitasol, del centro salían varias varillas brillantes como el metal, pero veteadas como la madera de un color blanquecino que a veces se volvía transparente desde algunos ángulos. Cada una de estas varillas se flexionaba elásticamente y en cada una de sus puntas había un... ?Objeto para descansar?

  Había 2 sillas de distintos tama?os, una especie de columpio acolchado, una especie de plataforma con cojines integrados formando una especie de nido, una esfera de cristal, unos ganchos como los que usó Sisco en el registro civil y una gran gota de agua que se mantenía en su lugar por arte de magia.

  La planta dejó allí su maletín para guardar el lugar e invitó a Juan a hacer lo mismo con la carpeta con los papeles que había acarreado todo el día.

  Luego lo guio a través del laberinto de puestos, mientras le explicaba que estaban organizados en base a los tipos de biología que podían consumir cada plato.

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  Hubo una explicación bastante larga, pero Juan no pudo mantener la concentración. El cansancio mental y el hambre, intensificados por deliciosos aromas, le ganaron a la necesidad de detalles y finalmente le pidió a Sisco que le eligiera "algo con carbohidratos, proteínas y agua con ácido cítrico y ácido ascórbico."

  Aunque en realidad quería comer un sándwich con carne, sabía por experiencia que con cualquier masa y proteína se podría satisfacer, igual que cuando fue a un país de Asia cuyo nombre ni siquiera pudo recordar y mucho menos pronunciar, donde se terminó enamorando de una especie de empanadas al vapor rellenas con carne de escorpión. Consiguió eso al intentar explicarle en un chino mandarín muy salpicado a su guía que no hablaba ningún dialecto de chino, el mismo antojo que tenía ahora. Desde ese día decidió que cuando estuviera en un lugar con comida exótica siempre haría pedidos deliberadamente vagos para que los otros eligieran algo nuevo que tal vez él no se atrevería a pedir.

  Y sobre el agua... Bueno, en realidad quería un jugo de naranja, pero dudaba que pudiera encontrar algo similar sin hacer muchas pruebas.

  Pero recordó que un compa?ero tripulante, en uno de los barcos donde había trabajado, solía tomar agua con ácido cítrico pensando que era más barato que tomar vitamina C para compensar su dieta baja en frutas. Sin embargo, cuando empezó a perder los dientes por el escorbuto, bastó con una búsqueda rápida en internet para descubrir que la vitamina C es ácido ascórbico, no cítrico.

  Aun así, como ya se había acostumbrado al sabor, decidió agregarle vitamina C a su bebida. Una vez que le dio un poco de probar a Juan, descubrió que era bastante similar a una limonada.

  Siguiendo al arbusto por varios puestos, pronto regresaron a la mesa con una especie de taco con carne molida, hierbas dulces y algo parecido a huevos revueltos, con una salsa azul transparente ácida y salada. Además de un jugo morado que efectivamente tenía un dejo a limonada, pero más cálida, como si le hubieran agregado canela y pimienta, y una especie de sopa con olor a petricor para Sisco.

  Al ir a sentarse, Juan vio que el sol se reflejaba en sus lentes de sol y no lo dejaba ver bien, pero luego recordó que no llevaba lentes de sol...

  Frente a su mesa estaba una especie de efecto óptico que titilaba con un ritmo errático. Solo una vez que dejó de titilar, a través de su traductor pudo entender que el ser estaba pidiendo cortésmente la bola de cristal.

  Sisco asintió efusivamente y, mientras dejaba su sopa en la mesa con un zarcillo, con otros dos ayudó a ese reflejo a desenganchar la bola del soporte flexible y a enganchar el columpio que había traído de cambio.

  Mientras el ente se llevaba la esfera flotando hasta la mesa de al lado, Juan le preguntó a Sisco sobre el retraso del traductor.

  "En su lenguaje, lo que catalogarías como letras no tienen sonido, y el significado solo se vuelve claro al comparar la longitud de cada parpadeo con la longitud total de la oración, por lo que el mensaje solo se puede traducir a audio luego de que termine de ser emitido."

  Juan miró con curiosidad como ese efecto de luz enganchaba hábilmente la bola de cristal en el soporte y luego entraba a ella.

  Mientras Sisco bajaba uno de los ganchos y lo ponía bajo una de sus ramas, Juan se subía a una silla ligeramente grande para él. Resultó ser realmente muy cómoda, y la leve sensación de balanceo le resultó relajante.

  El taco fue realmente muy bueno, aunque el jugo no tanto.

  Al mirar hacia arriba, Juan se perdió una vez más en la contemplación del dosel, pero esta vez notó algo nuevo: las ramas de allá arriba también estaban estratificadas, y entre cada estrato había una ciudad miniatura digna de un cuento de hadas...

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