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Capítulo 66: El Primer Amanecer

  La Tienda de Antigüedades vibraba con una energía que no pertenecía del todo a este mundo. Aquel lugar, escondido entre los pliegues del tiempo y la rutina, había sido testigo de un milagro. En las pantallas mágicas suspendidas por artefactos arcanos, las últimas imágenes de Biel y sus amigos celebrando en Lunarys se desvanecieron lentamente, como un suspiro que se pierde entre las estrellas.

  El anciano, esa figura enigmática de rostro surcado por mil inviernos y ojos tan sabios como el mismísimo cosmos, dio un paso al frente. Su voz, aunque tranquila, tenía la fuerza de una profecía grabada en piedra:

  —Lo que presenciaron no es el final... sino el prólogo de una historia aún más grande. Biel y sus aliados están destinados a enfrentar nuevas amenazas, descubrir reinos perdidos, y cruzar umbrales que ningún ser ha osado tocar. Y ustedes... —miró a cada uno de los presentes con gravedad— deben tomar una decisión.

  El silencio se volvió tan denso que se podía cortar con un cuchillo.

  —Pueden elegir seguir con sus vidas aquí —continuó el anciano—, olvidar todo lo que han visto. Yo puedo borrar esos recuerdos y permitirles continuar como si nada hubiera pasado. O… pueden cruzar el umbral y unirse a ese mundo. Un mundo de magia, de batallas, de maravillas y peligros. Ustedes deciden.

  Rubí Bennett, con su cabello recogido en una trenza desordenada y los ojos llenos de luz, fue la primera en romper el silencio.

  —??Estás bromeando?! —dijo con una risa nerviosa—. Hace rato decidimos que queríamos ir. ?Ver todo eso… sentirlo! No podríamos vivir sabiendo que dejamos pasar la oportunidad de vivir algo así. Yo me voy.

  —Y yo también —intervino Lucas Gray, alzando el pu?o—. No puedo quedarme aquí sabiendo que hay un mundo esperando por nosotros. Uno donde podamos hacer la diferencia, como lo hizo Biel.

  El anciano asintió lentamente.

  —Muy bien. Les daré tres días —dijo—. Hablen con sus familias, díganles la verdad. Si los convencen, podrán venir con ustedes. Yo mismo les otorgaré habilidades para adaptarse a ese nuevo mundo… y sobrevivir.

  Como si una campana invisible hubiese sonado, todos se pusieron en movimiento. Las puertas de la tienda se abrieron con un suave chirrido, dejando entrar el aire fresco de la noche. Uno a uno, salieron en dirección a sus casas, sus pasos resonando con la incertidumbre del futuro.

  Las horas pasaron como nubes arrastradas por un viento impaciente. Cada uno, cargando una emoción distinta —temor, entusiasmo, ansiedad—, llegó a sus hogares con la mente en un torbellino.

  Henry Taylor fue el primero en enfrentar a sus padres. Su madre, una mujer de expresión dulce y ojos llenos de amor, lo escuchó en silencio mientras él narraba todo: la tienda, las pantallas, las batallas, el Vacío Primordial, Biel.

  —Mamá... sé que suena loco, pero todo es real. Yo lo vi. Estuve ahí.

  Ella lo miró con un brillo indeciso en los ojos, como quien contempla una puerta abierta a lo desconocido.

  —Henry... nunca te he visto hablar con tanta pasión. Si esto es real, si de verdad existe ese mundo… yo te seguiré. Somos familia, y si tú crees en ese lugar, entonces yo también.

  Henry, con lágrimas contenidas, abrazó a su madre con fuerza.

  —Gracias… mamá.

  En otra parte de la ciudad, Sophia Harper enfrentaba la incredulidad de su padre. El hombre, un profesor de historia con corazón escéptico, la miraba como si ella acabara de decirle que los dragones eran reales.

  —?Un mundo mágico? ?Demonios, dioses y espadas vivientes? Hija, estás leyendo demasiados libros de fantasía.

  —?No es ficción! ?Te lo juro, papá! Vi a Biel luchar contra un ser del Vacío, vi a ciudades enteras renacer. él... cambió el destino de un mundo entero.

  Su madre, que había estado en silencio, tomó la mano de Sophia.

  —A veces, lo que parece fantasía es solo una verdad esperando ser descubierta —dijo suavemente—. Si tu corazón lo vio, entonces tus ojos no mienten. Vamos contigo.

  El padre de Sophia la miró largo rato, hasta que finalmente suspiró.

  —Bueno… supongo que siempre quise ver un dragón de cerca.

  Alexander Reed hablaba con su hermana menor, que lo miraba con ojos redondos de asombro mientras él relataba las aventuras de Biel con entusiasmo y nostalgia.

  —Entonces, ?quieres irte a ese mundo? ?Y nos vas a llevar?

  —Sí. Todos. No quiero dejarte aquí —respondió Alex con una sonrisa.

  Su madre apareció desde la cocina, con los brazos cruzados, y escuchó la última parte.

  —?Irnos a otro mundo? ?Cómo si eso fuera tan sencillo como cambiarse de casa?

  —Lo sé, suena ridículo, pero es verdad. El anciano lo prometió. Nos dará habilidades, un lugar, un nuevo comienzo.

  Hubo un largo silencio. Luego, su madre asintió con una sonrisa cansada.

  —Siempre fuiste un so?ador, Alexander. Quizá este mundo nunca fue suficiente para ti. Si ese lugar es tan maravilloso como dices… tal vez valga la pena intentarlo.

  En la casa de Mason Scott, su padre lo miraba como si hubiera crecido de golpe diez a?os en una noche.

  —?Estás seguro de esto, hijo? —preguntó el hombre, con voz ronca.

  —Sí, papá. Siento que ese es mi lugar. Que allá podré ser algo más que un chico ordinario.

  La madre de Mason, con lágrimas en los ojos, asintió.

  —Entonces nos vamos contigo. Juntos, como siempre.

  No todos corrieron con tanta suerte.

  Chloe Brooks, con los ojos cargados de emoción, trató de explicárselo a su madre, que solo negó con la cabeza.

  —?Magia? ?Guerras en otros mundos? Chloe, por favor… eso no existe.

  —?Sí existe! ?Yo lo vi! ?Biel está allá, viviendo una vida increíble!

  —No quiero que huyas a un mundo de fantasías para escapar de la realidad.

  Chloe bajó la mirada, su pecho dolido por más que palabras.

  —No estoy escapando... estoy eligiendo.

  Ethan Carter fue interrumpido por la risa de su padre antes de terminar la historia.

  —?Otra de tus bromas, hijo?

  —No. Esta vez no. Esta vez es de verdad.

  —Entonces... lo siento. No puedo seguirte en esto.

  Ethan asintió, sabiendo que no todos entenderían.

  —Entonces iré sin ti.

  Tres días después, el grupo volvió a reunirse frente a la Tienda de Antigüedades. Algunos llegaban con sus padres, hermanos, abuelos, todos con maletas improvisadas y corazones palpitantes. Otros venían solos, con lágrimas en los ojos, pero la decisión firme en sus almas.

  El ambiente frente a la Tienda de Antigüedades estaba te?ido por una bruma de emociones encontradas. Algunos chicos habían regresado con sonrisas sinceras, acompa?ados por sus padres, hermanos o incluso abuelos. Pero otros… otros venían con la mirada baja, los hombros caídos, y un silencio doloroso adherido a sus pasos.

  Ethan Carter, apoyado en una farola oxidada, murmuró:

  —No lo logré… Mi viejo se rió en mi cara.

  Zoe Thompson lo miró, su voz un susurro cómplice:

  —El mío ni siquiera me escuchó. Dijo que estaba delirando… que necesitaba dormir.

  Los ojos de Grace Collins brillaban con tristeza contenida.

  —Duele. No por no venir, sino porque no creyeron en nosotros.

  El anciano los observaba a todos con seriedad. Luego, como si el mismo universo escuchara sus pensamientos, alzó las manos con solemnidad. Su voz se elevó, profunda y antigua, como si brotara de las raíces del mundo.

  —Entonces… abriré sus ojos.

  El aire se volvió denso, como si el tiempo se congelara por un instante. Un resplandor brotó de las palmas del anciano, una luz suave, dorada, que parecía contener los susurros de todos los recuerdos, imágenes y emociones que los chicos habían vivido.

  Aquella energía no se limitó a la tienda. Se expandió como una ola invisible, atravesando calles, casas, edificios... cruzó dimensiones. Fue como un susurro universal que se coló en las mentes de aquellos que no habían creído.

  Y entonces sucedió.

  En cada hogar donde el escepticismo había sido sembrado, los padres, madres y familiares vieron, como una película proyectada en el alma, todo lo que sus hijos habían visto: las guerras, a Biel enfrentando a la desesperación, la caída de Domia, las ciudades renaciendo bajo cielos rasgados, las risas, las lágrimas… todo.

  En ese instante, los teléfonos comenzaron a sonar.

  Rubí Bennett fue la primera en contestar. La pantalla de su móvil temblaba con una llamada entrante de su madre. Su corazón latía con fuerza.

  —?Mamá?

  —Rubí… hija… lo vimos todo. Lo sentimos. Era cierto… todo lo que dijiste. ?Vamos contigo! ?Perdónanos por dudar!

  Rubí cayó de rodillas, las lágrimas resbalando por su rostro como lluvia de primavera.

  —Gracias… ?Gracias, mamá!

  Uno tras otro, los teléfonos comenzaron a vibrar.

  Chloe Brooks, aún con la esperanza apenas viva, contestó con un suspiro tembloroso.

  —?Mamá…?

  —?Chloe, mi amor! ?Estoy tan avergonzada! ?No sabía que era real! ?Tu padre está empacando ya! ?Vamos contigo!

  Chloe estalló en llanto, risa y alivio al mismo tiempo. Se dejó caer sobre los escalones de la tienda, abrazando su teléfono con tanta fuerza como si pudiera abrazar a su madre a través de él.

  Ethan se quedó mirando su pantalla unos segundos antes de contestar.

  —?Papá?

  —Hijo… ?por los cielos, lo vi todo! ?Cómo dudé de ti! Estás viviendo una historia más grande que cualquier cuento. ?Iremos contigo, Ethan!

  El chico cerró los ojos, el alma temblando de emoción.

  —Gracias… viejo terco.

  Los abrazos comenzaron a surgir entre los presentes, mientras algunos reían, otros lloraban. Las sombras del rechazo fueron barridas por una marea de comprensión que el anciano, con sabiduría y compasión, había desatado.

  El anciano asintió, contemplando el resultado de su magia con serenidad.

  —Bien —dijo con voz serena—. Ya hay demasiadas personas enteradas. Si todos desaparecen de este lugar de un momento a otro, la gente empezará a hablar. Y no me gusta que hablen mal de esta tienda… podrían confundirla con algo como… el mercado negro.

  Algunos rieron suavemente entre lágrimas.

  —Les daré dos días más. En ese tiempo, los que aún están en camino podrán llegar. Y después… nos iremos.

  Se volvió, su mirada grave como un eclipse.

  —En dos días, a las 3:45 p.m., nos encontraremos en las afueras de la ciudad. Allí abriré el portal. Allí… empezará el nuevo viaje.

  Todos asintieron. No hubo objeciones. No había vuelta atrás.

  Pasaron dos días. Y entonces… llegaron.

  El lugar elegido era una colina amplia, rodeada de árboles, justo donde la ciudad tocaba los bordes de lo desconocido. El cielo estaba despejado, con nubes suaves flotando como algodones bendecidos por la calma.

  Y allí, más de 100 personas se congregaron. Padres, madres, hermanos, hermanas, abuelos, abuelas, vecinos cercanos. Todos llevaban consigo equipaje, recuerdos y una voluntad encendida por la promesa de algo más grande.

  Eran aproximadamente 250 personas en total.

  Cada uno de los antiguos compa?eros de Biel llegó acompa?ado:

  Ethan Carter: 7 familiares.

  Grace Collins: 6 familiares.

  Henry Taylor: 5 familiares.

  Mía Morgan: 4 familiares.

  Lucas Gray: 8 familiares.

  Noah Mitchell: 6 familiares.

  Sophia Harper: 5 familiares.

  Rubí Bennett: 6 familiares.

  Ava White: 7 familiares.

  Charlotte Anderson: 5 familiares.

  Rose Carter: 4 familiares.

  Hannah Sullivan: 6 familiares.

  Liam Johnson: 5 familiares.

  Alexander Reed: 8 familiares.

  Zoe Thompson: 6 familiares.

  Stella Parker: 5 familiares.

  Oliver Walker: 7 familiares.

  Chloe Brooks: 5 familiares.

  Mason Scott: 7 familiares.

  Olivia Ramírez: 4 familiares.

  Los antiguos compa?eros de Biel se reunieron en círculo mientras sus familias se saludaban entre sí, creando una armonía de voces, risas nerviosas y miradas llenas de esperanza.

  Lucas levantó la voz.

  —No puedo creerlo… Todos estamos aquí. ?Miren esto!

  Mía Morgan rió con un dejo de incredulidad.

  —Parecemos una caravana de aventureros de un libro de fantasía.

  —Eso es porque lo somos —respondió Grace con una sonrisa traviesa—. Solo que con más maletas.

  El anciano apareció en lo alto de la colina, su capa ondeando al ritmo del viento como si fuera parte del cielo.

  —El momento ha llegado —declaró—. Esta será la última noche que pasen en este mundo. Desde ma?ana, su historia continuará en otra tierra, con otras reglas, con otros cielos. No será fácil… pero valdrá la pena.

  Todos lo escucharon con el corazón latiendo al unísono.

  —Ma?ana... cruzarán al otro lado —concluyó el anciano—. Y allí, el nombre de cada uno de ustedes… será el comienzo de una nueva leyenda.

  Las familias se miraron. Padres estrecharon a sus hijos. Abuelos abrazaron nietos. Amistades florecieron con solo compartir una decisión tan grande.

  Y esa tarde, cuando el sol comenzaba a descender, más de 250 personas miraban el horizonte con una misma esperanza.

  Una ciudad nacería en un nuevo mundo.

  Y con ella, el futuro.

  La noche se deslizó sobre la colina como un manto de terciopelo estrellado. Entre árboles que susurraban viejas canciones al viento, más de doscientas almas descansaban sabiendo que su destino ya no estaba atado a este mundo.

  Y cuando el alba despertó al mundo con sus dedos de oro, la colina volvió a vibrar. No con miedo, sino con expectación.

  Los antiguos compa?eros de Biel se reunieron en el centro del claro. Cada uno llevaba en el rostro una mezcla única de emociones: nostalgia por lo que dejaban atrás, esperanza por lo que venía, e incredulidad de estar realmente allí.

  Mason Scott se estiró, bostezando.

  —Siento como si no hubiera dormido nada. So?é con dragones… y con empacar todo el garaje de mi casa.

  —Al menos tú so?aste —murmuró Chloe Brooks—. Yo pasé toda la noche pensando en cómo será el cielo allá… ?será del mismo color?

  Charlotte Anderson sonrió, cruzando los brazos.

  —Sea del color que sea, pienso pintarlo con fuego si alguien se atreve a tocarnos.

  Zoe Thompson se rió.

  —Y pensar que hace unos días estábamos hablando de exámenes y ahora de cruzar a otro mundo…

  El anciano apareció entonces, caminando con calma entre la multitud. La tierra pareció inclinarse ante sus pasos. Su mirada tenía el peso de los siglos, pero también el fulgor de alguien que aún cree en los milagros.

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  —Bueno… —dijo, su voz resonando como un eco antiguo en lo profundo de cada pecho— la hora ha llegado.

  Un suspiro colectivo recorrió la colina. Los murmullos se apagaron como velas en un santuario.

  —Los enviaré a otro mundo —prosiguió—. Al llegar, cada uno de ustedes recibirá habilidades únicas, adaptadas a sus fortalezas y almas. Esas habilidades les permitirán construir una ciudad y prosperar. Pero eso no es todo.

  El anciano hizo una pausa, su mirada abarcando a todos: padres tomados de la mano, ni?os abrazados a sus mu?ecos, adolescentes de espaldas rectas y corazones temblorosos.

  —También les daré un regalo. Uno muy especial. Si llegan a morir… podrán regresar a la vida. Pero solo una vez.

  Un murmullo de asombro se elevó como una ola.

  —??Qué?! ?En serio? —exclamó Ethan Carter, sus ojos abiertos como lunas.

  —Una sola vez —repitió el anciano con gravedad—. Este regalo es posible porque soy yo quien los envía… y si murieran allá sin una segunda oportunidad, el peso de su muerte recaería sobre mí.

  Mía Morgan apretó los labios.

  —Gracias… Es más, de lo que cualquiera esperaría.

  Henry Taylor asintió, su mirada fija en el anciano.

  —?Por qué lo haces? ?Por qué darnos tanto?

  El anciano sonrió, una sonrisa suave, casi dolida.

  —Porque he visto muchos mundos perderse… por miedo, por duda, por falta de alguien que creyera. Ustedes... ustedes han elegido creer, han elegido actuar. Y eso merece una oportunidad.

  Grace Collins secó una lágrima furtiva.

  —Nunca nadie nos había dado tanto.

  —Recuerden mis palabras —dijo el anciano—. Este es solo el comienzo. Algún día… nos volveremos a encontrar.

  Entonces, extendió sus brazos al cielo. El viento se arremolinó en círculos perfectos, las hojas danzaron en espirales de oro y esmeralda. Un temblor suave agitó el suelo. Y con un gesto de sus manos, el anciano trazó en el aire una runa tan antigua como el tiempo mismo.

  Un destello azulado brotó de sus pies, expandiéndose a gran velocidad. En un instante, un enorme círculo mágico rodeó a todos: era como estar en el centro de una constelación viva. Líneas doradas se entrelazaban, formando símbolos que parpadeaban como estrellas fugaces.

  El aire olía a manantial recién descubierto, a papel de pergamino encantado, a mundos nuevos.

  —?Es ahora! —gritó Ava White, aferrada al brazo de su hermana menor.

  —?Papá, mamá, agárrense fuerte! —dijo Noah Mitchell, mientras sujetaba a sus padres con una sonrisa nerviosa.

  Rubí Bennett miró al cielo.

  —Biel… vamos hacia ti.

  De pronto, una vibración surgió desde el suelo, subiendo por las piernas de cada persona, como si el propio planeta los despidiera con una caricia. Sus cuerpos comenzaron a brillar con un suave fulgor. Primero las manos, luego los pies, luego el corazón.

  Y entonces sucedió.

  Con un sonido similar al de un suspiro universal, todos desaparecieron en un instante. No hubo explosión. No hubo destello enceguecedor. Solo una elegante disolución en la luz, como si el mundo los absorbiera con delicadeza, para entregarlos a otro.

  El círculo mágico se desvaneció con lentitud, dejando tras de sí un vacío hermoso, como el hueco que deja un pájaro al alzar vuelo.

  El anciano bajó las manos, su expresión ahora tranquila, pero profundamente melancólica.

  —Vuelen alto… constrúyanlo todo… y no se olviden de quiénes eran —murmuró, como si las estrellas pudieran llevar sus palabras al otro mundo.

  Se giró, caminando lentamente hacia la tienda que ya no existía. Solo el viento quedó como testigo, llevándose consigo los últimos vestigios de magia.

  En otro lugar, muy lejos, el cielo era de un azul imposible, y una vasta pradera se extendía hasta donde alcanzaba la vista. En el horizonte, monta?as flotaban entre nubes, y árboles cristalinos se mecían con una música que no pertenecía a ningún instrumento terrenal.

  Uno a uno, los recién llegados comenzaron a materializarse sobre la hierba suave y resplandeciente.

  —?Lo logramos...? —susurró Stella Parker, cayendo de rodillas y tocando el suelo.

  —?Dioses... esto es real! —gritó Oliver Walker, girando sobre sí mismo—. ?Estoy en otro mundo!

  —?Miren allá! —se?aló Rose Carter.

  A lo lejos, una piedra brillante flotaba en el aire, y sobre ella, una inscripción en runas antiguas comenzaba a traducirse sola:

  Bienvenidos al Reino de Orlath. Aquí, sus acciones forjarán el futuro.

  Alexander Reed se volvió hacia sus compa?eros, alzando la voz.

  —?Vamos! Este es el lugar. Aquí construiremos una ciudad. Aquí… comenzaremos una nueva era.

  Y así, entre risas, lágrimas y el murmullo de un nuevo mundo que los recibía como hijos pródigos, la historia de una ciudad por nacer daba su primer paso.

  La luz del amanecer se filtraba con suavidad por los ventanales de la mansión de Lunarys. Los rayos dorados danzaban entre las cortinas, como dedos curiosos que trataban de despertar a los dormilones. El silencio, que dominaba la gran estancia, fue roto de golpe por el sonido de una respiración agitada.

  —?Ah! —Biel se incorporó de golpe, el sudor perlándole la frente.

  Su pecho subía y bajaba con rapidez. No había sido un sue?o… no. Era algo más. Una sensación imponente, una presión en el aire que agitaba incluso la magia que fluía en su sangre.

  Se levantó, caminando con firmeza hacia el balcón de su habitación. El horizonte se extendía como un mar de nubes suaves, pero algo allí… algo más allá, a kilómetros de distancia, vibraba.

  Como si el mundo mismo hubiera exhalado una nueva historia.

  —…Lo sentí —susurró.

  Detrás de él, la puerta se abrió sin hacer ruido. Yumi, con una túnica de seda aún medio arrugada por el sue?o, entró con los ojos entrecerrados.

  —Biel… también lo percibí. Recibí una se?al de auras que llegaron a este mundo… —dijo mientras se frotaba los ojos— Son aproximadamente 200 personas… están a unos 30 kilómetros de aquí.

  Biel frunció el ce?o. Las auras eran variadas, pero todas nuevas. Vibraban con curiosidad, con desconcierto… y con emoción.

  —Treinta kilómetros… —repitió.

  Yumi asintió, cruzando los brazos.

  —Si fueras a caballo… tardarías dos días. Pero como ahora cuentas con el poder del Rey Demonio… diría que llegarías en unos quince minutos. Quizás menos si te concentras.

  Biel esbozó una media sonrisa, aunque su mirada seguía fija en el horizonte.

  —La verdad… me sorprende que hayan llegado tantas personas a este mundo. Es… inesperado.

  Se giró, con el ce?o ligeramente fruncido.

  —Creo que llegaron igual que nosotros. Como lo hicimos tú, Charlotte y yo… por medio de una transferencia mágica. Pero si son más de 200… eso quiere decir…

  Hizo una pausa, su mente atando cabos rápidamente, hasta que sus ojos se abrieron de par en par.

  —?Eso quiere decir que las familias de esas personas también están aquí…! ??Y mi conclusión es que todos ellos han de ser… MIS EX COMPA?EROS!!!

  Su voz resonó como un trueno en la habitación, sacudiendo incluso un florero que estuvo a punto de caer de la mesa.

  Yumi, por primera vez en mucho tiempo, quedó boquiabierta.

  —??Quéeeee?! ?Imposible! ?Y por qué todos ellos llegarían a este mundo?

  Biel negó con la cabeza, todavía en estado de shock.

  —No lo sé. Pero algún motivo habrá. Tal vez... el anciano.

  En ese momento, una taza de café voló por los aires y se estrelló contra el suelo, derramando su contenido oscuro y humeante como sangre derramada en una mesa blanca.

  —??Qué dijiste?! —gritó Charlotte, recién levantada, con el cabello enmara?ado y la bata mal ajustada.

  Biel la miró, aún con la mente girando.

  —Unas personas han llegado a este mundo.

  —?Espera, ?qué! —repitió Charlotte, parpadeando.

  Yumi se adelantó, con tono paciente pero firme, y le explicó todo. Cada palabra parecía hacer que Charlotte abriera más los ojos hasta que finalmente se dejó caer en el sofá.

  —Entonces… esas personas tal vez sean tus ex compa?eros de la academia. —murmuró Charlotte, aun procesándolo— Tal vez el anciano los envió a todos a este lugar… ?Bueno, yo quiero ir a ver!

  —?Tú también? —preguntó Biel, ladeando la cabeza con una sonrisa sorprendida.

  —?Claro que sí! ?Esto es demasiado emocionante como para perdérmelo!

  Yumi asintió con serenidad.

  —Entonces deberás ir en carruaje si quieres que todos ellos vayan contigo.

  —?Vayan? —preguntó Biel, alzando una ceja.

  Y fue entonces cuando lo sintió.

  Un susurro detrás de la puerta. Un crujido. Un par de pies descalzos moviéndose torpemente. Biel frunció el ce?o, caminó hacia la puerta y la abrió de golpe.

  —?AH! —gritaron varias voces al unísono.

  Acalia fue la primera en caer al suelo, enredada con el borde de una alfombra.

  —?La verdad recién me levanté y vi que todos estaban reunidos aquí! —exclamó, levantando una mano en se?al de inocencia.

  —?Yo solo venía a buscar jugo! —mintió Xantle, ocultando un trozo de pan bajo su camisa.

  —?Y yo quería saber por qué gritaban tanto! —a?adió Ryder, con una sonrisa culpable.

  —No hay remedio… —suspiró Biel, llevándose una mano al rostro— Entonces, le pediré al rey que me preste un carruaje para llevarlos a todos.

  —?Y que sea espacioso! —gritó Easton desde el fondo— ?Yo no pienso ir apretado como sardina mágica!

  —?Y con comida! —exigió Xantle— ?Un aventurero viaja mejor con el estómago lleno!

  Todos reían, aunque la emoción era palpable. Biel los miró con una mezcla de cari?o y resignación.

  —Muy bien… —dijo finalmente— Todos iremos.

  Charlotte se cruzó de brazos, sonriendo.

  —?Ahora sí! ?Esto se va a poner bueno!

  Yumi, más serena, asintió con una ligera sonrisa.

  —Será interesante ver cómo reaccionan al encontrarse… después de tanto tiempo.

  Biel miró hacia la ventana, sus ojos perdidos entre las nubes que se movían como augurios.

  —Sí… después de tanto tiempo… verlos de nuevo.

  Cerró los ojos. Recordó risas, juegos, discusiones tontas en clase, exámenes compartidos, palabras que marcaron, heridas que sanaron… Y ahora, en un nuevo mundo, una nueva página estaba a punto de escribirse.

  —Esta vez… no pienso dejarlos atrás.

  Y así, mientras los preparativos comenzaban, y la mansión bullía de entusiasmo como un hormiguero encantado, el cielo anunciaba que algo extraordinario estaba por suceder.

  Un reencuentro largamente esperado estaba por comenzar.

  El viento soplaba con una suavidad casi sagrada, acariciando los rostros de los recién llegados mientras las nubes, como bandadas de algodón, surcaban los cielos de aquel mundo nuevo. El sol, aún joven en el firmamento, ba?aba los campos con una luz dorada, haciendo que las flores silvestres brillaran como gemas desperdigadas en la hierba.

  Frente a ellos se extendía un horizonte limpio, vasto y prometedor.

  —Es… hermoso —susurró Rubí Bennett, con los ojos entrecerrados por la luz, su voz temblando por la emoción.

  —Miren eso… —dijo Alexander Reed, se?alando un grupo de colinas que parecían proteger un claro central. Un río serpenteaba entre ellas, y al fondo, una cordillera de picos dorados se alzaba como guardianes eternos.

  —Aquí es donde empezará todo —a?adió Grace Collins, con lágrimas en los ojos—. Nuestra ciudad… nuestra historia.

  Los ni?os corrían entre la hierba alta, riendo, descalzos y libres, como si hubieran nacido para vivir allí. Los adultos, en cambio, observaban en silencio. Algunos con temor, otros con esperanza, pero todos con la certeza de que estaban al borde de algo mayor que ellos.

  Un destello cruzó el cielo y descendió en espiral hasta posarse en medio del grupo. Era una runa flotante, un mensaje dejado por el anciano.

  Una voz resonó en sus mentes, clara como el eco de una campana de cristal:

  —"Aquí florecerá su hogar. Cada uno ha recibido dones acordes a su alma. úsenlos bien… y vivan."

  En ese instante, muchos comenzaron a sentirlo. Un cosquilleo en las palmas, un calor en el pecho, una conexión nueva. Habilidades latentes que ahora despertaban.

  —?Miren esto! —exclamó el padre de Henry Taylor, Richard, mientras colocaba ambas manos sobre la tierra.

  El suelo tembló suavemente, y una columna de piedra emergió, perfectamente tallada.

  —?Wow! —dijo Henry—. ?Papá… qué fue eso?

  —No lo sé, hijo… pero creo que puedo… moldear la tierra —dijo con una mezcla de asombro y orgullo—. Como si mis manos fueran parte del suelo.

  Una marca luminosa brilló en su antebrazo.

  —Habilidad: Mano de la Tierra —susurró el viento.

  —?Papi es como un mago arquitecto! —gritó la hija peque?a de Richard, riendo mientras abrazaba su pierna.

  Al lado, Sophia Harper observaba a su madre, Ingrid, que dibujaba en un papel improvisado.

  —?Qué haces, mamá?

  —Solo… algo que imaginé. Un plano para una casa redonda, con ventanales de cristal y jardín central…

  En cuanto su dibujo tomó forma, una imagen holográfica se elevó sobre el papel, proyectándose como un castillo de luz.

  —?Por los cielos! —gritó Sophia.

  La proyección empezó a construirse sola, a escala real, mientras la tierra se alineaba bajo la energía.

  —Habilidad: Trazado Viviente —dijo la runa con suavidad.

  —No me lo puedo creer… —susurró Ingrid.

  Mientras tanto, el padre de Mason Scott se agachaba, tocando el suelo. Cerró los ojos por unos segundos, como si escuchara la voz de la tierra misma.

  —Aquí. Este es el lugar —murmuró—. Aquí debe estar el centro de la ciudad. Hay agua cerca, minerales… y algo más. Magia antigua.

  Mason lo miraba maravillado.

  —?Tienes un radar en la cabeza?

  —Más bien un sentido… como si la tierra me hablara.

  —Habilidad: Llamado del Fundamento —anunció la brisa.

  El grupo comenzó a organizarse. Los adultos con habilidades se agruparon instintivamente. Cada uno compartía lo que podía hacer. Noah Mitchell fue quien lo resumió primero:

  —Esto no es magia común. Son habilidades… donadas. Como si el mundo mismo nos diera herramientas para construir algo eterno.

  —?Hey! ?Mi abuela está haciendo que la piedra respire! —gritó Ava White.

  Todos voltearon a ver a la abuela de Ava, una mujer peque?a pero fuerte, acariciando una columna de piedra. Esta, al contacto, comenzó a suavizarse, adaptándose al clima cálido. Luego brilló con un tono celeste, como si respirara por sí misma.

  —?Es… increíble! —gritó Ava, abrazando a su abuela.

  —Habilidad: Piedra que Respira —susurró el aire.

  Un hombre alto, de brazos cruzados y expresión serena, dio un paso adelante. Era el padre de Grace. Colocó una mano sobre una estructura recién alzada y, sin decir palabra, unió dos muros entre sí. Sin clavos, sin cemento. Solo con su voluntad.

  —Habilidad: Forja de la Unidad.

  —Esto... esto facilitará muchísimo el trabajo —dijo Lucas Gray, sonriendo—. ?Una ciudad modular!

  Zoe Thompson, mientras tanto, caminaba con su padre cerca del límite del área. él se agachó y trazó un símbolo en el suelo con la punta de su bastón. En cuanto lo hizo, una suave niebla se alzó, cubriendo la zona sin bloquear la visión de los que estaban dentro.

  —Un escudo de ocultamiento… —dijo su padre.

  —Habilidad: Runas de Protección Urbana.

  Y así, uno a uno, los dones comenzaron a desplegarse.

  La madre de Oliver Walker, tocando una piedra, vio una visión: una ciudad caída hacía siglos. Agradeció al cielo por no construir sobre ruinas malditas.

  —Eco del Pasado.

  El padre de Charlotte invocó, con un gesto solemne, un núcleo de energía en forma de cristal flotante.

  —Corazón de Ciudad —retumbó la tierra suavemente.

  Las energías comenzaron a sincronizarse. Las estructuras a medio construir se alinearon, como obedeciendo un latido común.

  —Esto… es un milagro —susurró Rose Carter.

  Y como si el milagro aún no hubiera terminado, uno más se alzó.

  Una de las madres, sentada con varios planos frente a ella, cerró los ojos. Cuando los abrió, su voz fue firme:

  —Puedo sentir lo que las personas quieren… sus hogares, sus espacios, sus deseos no dichos. Y sé cómo dise?ar para que se sientan en casa.

  —Habilidad: Pulso de los Pobladores.

  Un suspiro colectivo se extendió por el campo. La esperanza había tomado forma. La tierra, antes virgen, ahora empezaba a vibrar con la promesa de futuro.

  —Este lugar será nuestro hogar —dijo Liam Johnson, mirando al cielo.

  —Y esta… nuestra primera piedra —a?adió Olivia Ramírez, mientras su hermano menor colocaba una roca con una sonrisa.

  Así comenzó todo.

  El primer amanecer de su ciudad.

  Una ciudad nacida no solo de piedra y magia, sino del deseo de vivir, de crear, de pertenecer.

  Y en algún lugar, muy cerca… alguien volaba hacia ellos a toda velocidad.

  El reencuentro estaba cerca.

  El sol se alzaba lentamente sobre el horizonte, como un rey despertando de su sue?o, ba?ando los campos con luz dorada y cálida. El aire olía a tierra fértil, a madera fresca, a un futuro que apenas comenzaba a escribir sus primeras palabras. La ciudad recién nacida aún no tenía nombre, pero ya latía con la fuerza de cientos de corazones decididos.

  Desde el borde de las colinas, un sonido comenzó a escucharse: ruedas sobre piedra, cascos golpeando el suelo con ritmo elegante.

  Un carruaje blanco, decorado con detalles dorados y el emblema del reino de Lunarys, avanzaba majestuosamente por el sendero principal. Tirado por cuatro corceles mágicos de crines plateadas, el vehículo era un regalo del rey en honor al portador de una nueva era.

  Dentro del carruaje, Biel observaba por la ventana, sus ojos agrandados por el asombro.

  —No puede ser… —susurró, su aliento empa?ando levemente el cristal—. Este lugar…

  Frente a él, se extendía un paisaje que parecía sacado de un cuento de hadas. Casas mágicamente ensambladas, estructuras que flotaban levemente sobre plataformas de piedra viva, jardines organizados en terrazas, canales de agua que brillaban con un resplandor místico y un núcleo cristalino que pulsaba suavemente en el centro, como el corazón de una criatura recién nacida.

  —Construyeron… una ciudad —dijo Biel, sin poder quitar los ojos de la escena—. En un solo día.

  Ylfur, a su lado, soltó un silbido largo.

  —Y sin derribar monta?as ni arruinar bosques. Esta gente sabe lo que hace.

  —Parece que trabajaron juntos como si llevaran a?os preparándose —comentó Raizel, con los brazos cruzados.

  —Es hermoso… —murmuró Acalia, su sonrisa peque?a pero sincera.

  Charlotte, desde su asiento, se estiró con pereza fingida.

  —Al final va a resultar que nuestros ex compa?eros son más útiles de lo que creíamos, ?eh hermanito?

  —Heh… —Biel sonrió con ternura—. Estoy impresionado.

  —Y emocionado —a?adió Sarah, captando el brillo en los ojos de Biel.

  El carruaje se detuvo a la entrada de la ciudad, y en cuanto las puertas se abrieron, un murmullo recorrió el lugar.

  —?Alguien llegó! —gritó un ni?o.

  —?Un carruaje...? ?Es…? —dijo Rubí Bennett, acercándose.

  Los primeros en reconocerlo fueron los que jamás habían olvidado su rostro.

  —?Es Biel! —gritó Ethan Carter, corriendo con los brazos abiertos—. ??Es él!!

  De pronto, como una ola imparable, todos comenzaron a reunirse en la plaza. Familias, constructores, antiguos compa?eros, ni?os, adultos, todos querían ver con sus propios ojos al héroe que no solo había vencido a la oscuridad, sino que ahora regresaba a ellos.

  Biel bajó del carruaje, con su ropa elegante de rey demonio, Su presencia, poderosa pero cálida, hizo que hasta los árboles parecieran inclinarse levemente en respeto.

  —?Biel! —gritó Lucas Gray— ?Tú… tú salvaste el mundo!

  —?Y viniste por nosotros! —a?adió Mía Morgan, entre lágrimas.

  El silencio se apoderó de la plaza… y luego estalló.

  ?Aplausos!

  Como una lluvia de gratitud, las palmas se alzaron al cielo. Era un sonido puro, vibrante, sincero. Aplausos que no celebraban solo un triunfo, sino el reencuentro, la esperanza, el símbolo viviente de que todo lo imposible puede hacerse real.

  Biel, abrumado, alzó una mano con timidez.

  —Yo… no esperaba esto —dijo.

  —?Tonto! ?Qué esperabas? ?Qué te tiráramos tomates? —rió Chloe Brooks, secándose los ojos.

  —?Gracias por no rendirte, Biel! —gritó Stella Parker— ?Gracias por regresar!

  Biel tragó saliva, conmovido, y justo cuando iba a responder, una figura se adelantó y varios ojos la siguieron.

  —?Es ella...? —murmuró Noah Mitchell.

  —?Sí! ?La recuerdo! —dijo Charlotte Anderson— ?Es Yumi!

  La joven de cabello café con tonos rubio dio un paso al frente, su mirada serena pero iluminada por la emoción. Muchos la reconocieron de inmediato: la genio silenciosa de la academia, la chica que nunca fallaba una estrategia, la que se graduó antes que todos… y desapareció.

  —Yumi… —dijo Grace Collins, con una sonrisa sorprendida—. ?Eras tú!

  —?La Dama de la Espada! —bromeó Mason Scott— ?Vaya reencuentro!

  Yumi inclinó levemente la cabeza, como si devolviera un saludo ancestral.

  —Es un honor volver a verlos. Y más aún… verlos aquí. Juntos.

  —Entonces... ?tú también fuiste enviada a este mundo? —preguntó Rubí.

  —Sí. Mucho antes que ustedes. Fui parte de la primera transferencia. Allí conocí a Biel... y desde entonces, caminamos por el mismo sendero.

  Los aplausos regresaron, esta vez para Yumi. Ella bajó la mirada, modesta, pero no pudo evitar sonreír.

  —?Bienvenida también, Yumi! —gritó Alexander Reed.

  Charlotte cruzó los brazos.

  —Bueno, ahora que estamos todos… —miró a su alrededor— ?Quién diablos construyó todo esto? ?Es una locura!

  —Nuestros padres —dijo Henry Taylor con orgullo—. ?Y nosotros también! El anciano nos dio habilidades increíbles para lograrlo.

  —?Habilidades? —repitió Easton, alzando una ceja.

  Sophia asintió.

  —?Sí! ?Mi madre puede hacer planos que se construyen solos! ?Y otros moldean la tierra o despiertan la piedra!

  —Y hay un núcleo mágico que late en el centro —agregó Olivia Ramírez—. Es como si esta ciudad tuviera alma.

  Biel caminó por la plaza, tocando los muros, los pilares vivos, las estructuras fluidas. El suelo vibraba bajo sus pies, no con amenaza, sino con vida.

  —Lo han logrado —dijo, emocionado—. Han creado algo… verdadero.

  Acalia se acercó a él, sonriendo.

  —?Y ahora qué, comandante? —bromeó.

  Biel miró a todos. A sus viejos amigos, a sus nuevos aliados, a las familias reunidas. Y por primera vez, no sintió el peso del pasado... solo el pulso del presente.

  —Ahora… construimos el futuro.

  El bullicio se extendía por toda la naciente ciudad como una ola de alegría incontenible. Desde que Biel bajó del carruaje real, las risas, los abrazos y las lágrimas de reencuentro se habían esparcido como pétalos al viento.

  Charlotte observaba con una sonrisa encantada cómo los chicos rodeaban a Biel, tocándolo, saludándolo, preguntándole todo a la vez.

  —Pareces un actor de teatro rodeado de fans —bromeó.

  —O un político querido… pero sin escándalos —agregó Yumi, soltando una risa.

  Biel se llevó una mano a la nuca, abrumado pero feliz. No había podido abrazar a todos aún, pero cada rostro que encontraba lo llenaba de recuerdos. Era como caminar a través de una versión viva de su pasado, donde cada paso traía una memoria distinta.

  El murmullo de la ciudad recién nacida se había transformado en un coro de emociones entrelazadas. Risas, aplausos, abrazos, lágrimas contenidas y otras que se derramaban sin vergüenza fluían por las calles aún frescas, donde la magia y la voluntad humana habían levantado lo imposible en apenas unos días.

  Biel caminaba con sus amigos entre la multitud, saludando a cada rostro familiar, recibiendo palabras de cari?o, incredulidad y respeto. Aún no se acostumbraba del todo. Cada vez que alguien decía su nombre con reverencia, sentía un nudo en el pecho.

  —Esto... se siente irreal —confesó a Yumi, que lo acompa?aba a su lado, firme como una sombra leal.

  —Pero es real, Biel —respondió ella—. Y te lo ganaste.

  Detrás de ellos, el resto del grupo sonreía al ver cómo el héroe del Eclipse Eterno era, para todos, mucho más que un símbolo. Era un compa?ero. Un hermano. Un faro.

  En medio de la plaza principal, una plataforma mágica comenzaba a alzarse como respuesta a las emociones latentes. Varias personas se reunieron alrededor: antiguos compa?eros, padres, madres, líderes naturales entre los colonos.

  —?Debemos celebrar esto! —gritó Noah Mitchell, con una gran sonrisa— ?Una fiesta que marque este nuevo comienzo!

  —?Sí! —a?adió Rubí Bennett— ?Una celebración para honrar la victoria de Biel, el reencuentro y el nacimiento de nuestra ciudad!

  —?Un festival...? —repitió Biel, sorprendido.

  —?No solo un festival! —gritó Ethan—. ?El primer gran evento de esta ciudad! ?Un día que será recordado por generaciones!

  —Y que sea oficial —a?adió Ava White, saltando sobre una piedra—. ?Que se llame... ?El Festival del Héroe!

  El nombre resonó con la fuerza de un trueno de júbilo. Las personas comenzaron a vitorear, a repetirlo como un canto:

  —?El Festival del Héroe! ?El Festival del Héroe!

  Biel levantó ambas manos, tratando de calmar la tormenta de aplausos.

  —?Oigan, oigan! ?Yo no hice todo esto solo!

  —?Mentira! —gritó Charlotte, con una sonrisa pícara—. ?Sin ti, ninguno de nosotros estaría aquí!

  —Puede que no lo hayas hecho solo —intervino Grace, con una expresión serena—, pero fuiste quien nos dio el valor de seguir. El que nos inspiró a construir algo más grande que nosotros.

  —Y este festival no será solo para ti, Biel —a?adió Alexander Reed—. Será para todos los que creyeron, lucharon… y so?aron contigo.

  El silencio que se hizo por un momento fue cargado, profundo, como el aliento previo a una sinfonía.

  —Entonces... —dijo Biel con una sonrisa emocionada— lo haremos. Celebraremos. Pero propongo algo más.

  Todos lo miraron.

  —No podemos construir una ciudad y quedarnos encerrados en ella. Este mundo… está lleno de reinos, culturas, civilizaciones. No podemos crecer aislados.

  —?Estás pensando en…? —preguntó Raizel.

  —Sí —asintió Biel—. Debemos dar a conocer esta ciudad. Presentarla ante los reinos de este mundo. Entablar relaciones diplomáticas, alianzas, lazos de confianza. Si esta ciudad fue construida para unirnos… que también una a los mundos.

  —Es una idea brillante —dijo Sarah, dando un paso adelante—. Si mostramos que no somos una amenaza… sino una esperanza, otros pueblos podrían apoyarnos.

  —Y si lo hacemos durante el Festival del Héroe… —a?adió Mía Morgan— será aún más poderoso. Una celebración de paz, unidad… y futuro.

  —?Invitaremos emisarios! —exclamó Henry Taylor— ?Reyes, nobles, sabios, aventureros de todos los reinos!

  —?Y bardos! ?Y comerciantes! —gritó Sarah desde el fondo— ?Y puestos de comida con sabores exóticos!

  Charlotte giró sobre sus talones, mirando a todos.

  —Esto dejará de ser solo una ciudad naciente. ?Se convertirá en un punto de encuentro entre mundos!

  La energía se desató como una llamarada contenida. Gente ya empezaba a organizarse: dise?adores de decoraciones, hechiceros de espectáculo, cocineros, músicos, embajadores improvisados que proponían redactar cartas mágicas para los reinos cercanos.

  —Tenemos la habilidad de proyectar planos —dijo la madre de Sophia—. ?Podemos construir escenarios, plazas, hasta torres de bienvenida en cuestión de horas!

  —Y nuestras defensas urbanas ya nos protegen —a?adió el padre de Liam—. El riesgo es mínimo, y las oportunidades… infinitas.

  Biel observó la escena, el movimiento, las ideas, la esperanza. Sus ojos se humedecieron por un instante. Esta ciudad ya no era solo piedra y magia. Era un símbolo. Era un hogar.

  Y ahora… sería una promesa.

  Yumi se colocó a su lado.

  —Has creado un nuevo corazón en este mundo.

  —No yo… todos lo hicimos —dijo Biel.

  Sarah sonrió con calidez.

  —Y este corazón… está listo para latir con fuerza.

  Acalia, que hasta ahora observaba en silencio, alzó la voz.

  —Entonces, ?proclamémoslo oficialmente! ?Hoy queda instituido el Festival del Héroe! ?Y se iniciará con una jornada de puertas abiertas al mundo entero!

  —?Sí! —corearon todos.

  Y así, entre vítores y abrazos, entre magia chispeando en el aire y pasos firmes sobre un suelo que ya era hogar, se escribió una nueva página de la historia.

  El Festival del Héroe no solo sería una celebración. Sería un mensaje al mundo:

  Aquí hay vida. Aquí hay unidad. Aquí hay futuro.

  Y en lo más alto de la torre central, donde el núcleo de la ciudad pulsaba con calma, una chispa de luz se elevó al cielo.

  Como si el mundo, desde las alturas, respondiera:

  "Los he visto... y los he aceptado."

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