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Capítulo 17: El día más largo de Luciano.

  Mamá se acercó a mí, con su cálida mano acariciando mi largo cabello, que era de una tonalidad mucho más clara que la suya.

  Necesitaba un poco de esto, del cari?o maternal que había perdido en este tiempo fuera.

  "Hijo..."

  ?Será que, a pesar de no tenerlos a los dos como mis verdaderas figuras paternas, mi cuerpo de ni?o tiene el instinto humano de necesitar a alguien importante en su vida?

  Quiero a Rundia con todo mi corazón. Y es tan joven que hasta siento algo de pena por ella, porque me quiere tanto como su hijo y no sabe que yo solo soy un actor que tiene el papel más importante de la obra.

  Si hay algo que en mi anterior vida no me gustaba hacer era mentir, pero bueno... Ahora las circunstancias son muy diferentes y debo hacerlo obligadamente.

  "Todo va a estar bien si estamos juntos, hijo. Por favor, ya no te separes de nosotros..."

  "Lo siento, mamá..."

  Por un lado, el peque?o Luciano de esta era primitiva necesitaba a su madre, pero mi verdadero yo, ese que fue arrancado de otra vida y lanzado a este caos... ?realmente lamentaba algo? ?Qué era lo que lamentaba? ?Haberla hecho sufrir al apartarme o simplemente estar atrapado en esta compleja red de mentiras que había tejido?

  Rundia solo respondió envolviéndome con sus brazos. Sentí su mentón apoyarse suavemente sobre mi cabeza mientras sus manos recorrían mi espalda como si intentara memorizar cada centímetro de mi cuerpo. Sus caricias eran lentas, profundas, llenas de una ternura que desarmaba cualquier coraza que intentara mantener.

  Mi respiración se volvió más lenta. Me dejé acunar por ella, intentando creer que todo estaba bien.

  Me pregunto si con el tiempo voy a terminar sintiendo, de verdad, que ella y Rin son mis padres.

  Tal vez llegará un momento en el que no diferencie entre el Luciano que nació de sus entra?as y el que fue traído acá por una diosa.

  Tal vez el problema no era que los quisiera. Porque sí los quería. A mi modo, a mi ritmo.

  El verdadero problema era que, en lo profundo, eso podía significar que aún no había aceptado del todo esta nueva vida, como si mantener esa distancia emocional fuera mi último cable a la Tierra, mi ancla a un pasado que se me escapa cada vez que sonrío con ellos o cada vez que dejo de pensar en el mundo que perdí.

  Rundia besó mi mejilla con cari?o, y yo cerré los ojos. No era un acto grande ni espectacular, pero sentí el calor extendiéndose por mi rostro como una ola suave.

  "Sabes hijo..." Susurró ella, sin romper el abrazo.

  "Has crecido mucho".

  Una risa breve me salió por la nariz, y apoyé mi frente contra su pecho.

  "Sí..."

  Me aferré a ella como un ni?o. Porque lo era, ?no? Al menos por fuera. Tal vez era hora de dejar de resistirme tanto. Tal vez no estaba traicionando mi pasado, como pensé aquella vez que Sariah me ofreció vivir esta nueva vida, sino construyendo algo nuevo, diferente.

  Justo en ese momento, se escuchó un grito desde la entrada.

  "?Ya no hay nadie en el bosque! ?Podemos irnos!"

  Perfecto...

  Rundia aflojó el abrazo lentamente, como si su cuerpo se resistiera a soltarme. Sus manos me rozaron el rostro una última vez antes de apartarse, y sus ojos, esos ojos hermosos, me miraron con tanta ternura que una parte de mí se sintió culpable una vez más... y otra parte se sintió agradecida.

  "Vamos, muchachos", dije con una voz más firme de la que esperaba.

  "Agarren lo que tengan que llevar, y no se separen. Si escuchan o ven algo raro, gritan. Si se sienten cansados, lo dicen. Vamos juntos, como familia".

  Realmente, el que se sentía cansado físicamente era yo.

  Antes de partir, mamá recogió entre sus brazos la hoja con las conchas de mar y cosas brillantes que conformaban su peque?o altar para rezarle a su dios Adán. Suminia destruyó la pluma que se había atado en el cabello. Los demás recogieron algunas frutas que estaban dando vuelta por ahí en el suelo y finalmente comenzamos a salir uno por uno de la cueva.

  Volví a pasar junto a mis creaciones... Nadie las notó y, sinceramente, yo no tengo ni las más mínimas ganas de cargarlas en mis manos.

  Quizás, si las dejo aquí, alguien podría encontrarlas y posiblemente puedan darle la misma utilidad que yo. O alguna otra nueva, lo cual sería interesante de ver.

  "Aya va a ir por delante marcando el camino y Mirella y yo al final", dije en voz alta mientras caminábamos por el bosque.

  "Y asegúrense de ir bien unidos y no separarse por ningún motivo".

  "?Genial!" Gritó Mirella y se posó sobre mi cabeza.

  Como si no tuviera poco dolor en las piernas, ahora tenía que cargar un peque?o peso más.

  "?Y por qué tú atrás, hijo?"

  "Porque yo ya fui al santuario, y tengo que vigilar que todo esté bien desde acá atrás".

  "Bueno... Pero no vayas a quedarte muy atrás, ?sí?" Dijo, levantando gentilmente un dedo antes de volver a mirar hacia delante.

  "Sí, mamá. No te preocupes, si estoy justo detrás tuyo".

  "?Yo lo protejo, Rundia!"

  Rundia dejó escapar una risita suave y giró apenas la cabeza por sobre su hombro, lo justo para que su mirada me alcanzara de reojo.

  "Mmm... eso de proteger a mi hijo suena muy lindo, Mirella... Y parece que te estás acostumbrando".

  Sus palabras, dulces y afiladas a la vez, quedaron flotando en el aire como un perfume demasiado familiar.

  "?Sí, yo siempre lo voy a proteger!"

  Uh... Creo que Rundia quedó un poquito molesta con Mirella por lo que hicimos, aunque pareciera no querer demostrarlo tanto. En el fondo debe quererla bastante.

  La hadita ni se enteró de la indirecta, así que es como si no le hubiera dicho nada.

  Mientras avanzábamos por el bosque, el peso de la situación me aplastaba. Cada paso hacia el arroyo, cada mirada hacia los demás, me hacía sentir más atrapado en este ciclo sin fin. Mirella estaba balanceándose sobre mí como si no hubiese una preocupación en el mundo, pero yo... Yo sentía el cansancio arrastrándome, como una sombra ineludible. Estaba en un lugar que no era seguro, con personas que dependían de mí más de lo que jamás hubiese querido. Y no tenía escapatoria.

  Mirella golpeteaba mi cabeza con sus dedos, queriendo hablarme.

  "Luciano, ?y si ellos nos esperan dentro del santuario?"

  No respondí de inmediato. Sentía sus peque?as manos golpeteando mi cabeza, pero no quería contestar. ?Qué podía decirle? ?Que no tenía ni idea de qué responderle? ?Que estaba harto de esta situación interminable? ?Que sentía que las piernas se me estaban endureciendo? No era algo que podía simplemente soltar en medio de una marcha por el bosque.

  De todos modos, su pensamiento era sensato.

  "?Lo decís porque vivimos por bastante tiempo ahí y ellos podrían haber notado más movimiento en la zona?"

  "Sí, y además no estamos tan lejos de donde capturaron a todos".

  "Nah. Ellos no pueden ir por el agua. Además, ahora le voy a decir a Aya que ponga algunas barreras por si las dudas".

  "?En serio? ?Entonces vamos a estar bien?"

  "Sí, vos no te preocupes que va a salir todo bien".

  ?Cuántas veces más tendría que poner una fachada de confianza?

  Realmente no sabía si era verdad lo que el hombre pájaro nos había dicho sobre el agua aquella vez cuando comerciamos y él pidió las cosas brillantes del agua. Nos dijo que a ellos les hacía mal el agua.

  Agregado a eso, si vamos por el agua mágica, tendríamos partículas infinitas, ?no?

  El bosque a nuestro alrededor se hacía más denso, y el sonido de nuestras pisadas sobre las hojas y ramas secas parecía resonar en el aire silencioso. El santuario no estaba tan lejos, solo que cada paso se sentía como un esfuerzo monumental. Podía sentir el cansancio acumulado en mis piernas, en mi espalda, en cada parte de mi ser. Y como si eso fuera poco, tampoco había comido nada desde hace horas...

  Aya nos terminó llevando hacia el arroyo y de ahí comenzó a caminar por la orilla. Ya casi estábamos en la zona donde encerramos al pájaro de pico roto.

  "Aya, es mejor si vamos por el agua, porque quiero que vayas poniendo barreras a nuestros costados".

  "?Barreras? No lo creo", respondió sin frenarse ni voltear la mirada.

  "?Por qué?"

  "Porque hay muchas plantas y árboles. Podría poner algunas, pero no serviría si hay una parte donde no pueda poner".

  "Ah, claro..." Respondí, aunque no había entendido mucho lo que quiso decir.

  "Bueno, entonces estaremos alerta a los ruidos... Aun así, me gustaría que fuéramos por el agua, porque se supone que a estos tipos no les gusta meterse allí".

  "?En serio?"

  "A mí fue el que me lo dijeron... Solo que no sé si es verdad", intervino Rin, que se ubicaba detrás de Anya y Tarún.

  De repente, Aya se detuvo y ahora sí se giró a vernos.

  "Bien, entonces todos manténganse cerca y sigan el camino por dentro del arroyo. No se separen".

  Ella fue la primera en descender hasta el agua, que estaba bastante calmada. Sus colas se mojaban apenas mientras avanzaba; sus pasos eran lentos, pero seguros, y nosotros la seguimos.

  Rundia, que seguía delante mío, miraba a las gemelas que iban de la mano. Más adelante, y detrás de Aya, Tarún cargaba algunas frutas junto a Anya. Mirella se mantenía sobre mi cabeza, supongo que vigilando los alrededores mientras se agarraba de mis mechones de pelo, como si yo fuera un caballo y ella la jinete.

  Rin se mantuvo en silencio, caminando delante de las gemelas con su almohada firmemente agarrada. Era obvio que su rabia inicial se había transformado en una resignación amarga. Lo único raro es que no estuviera al lado de Rundia.

  Mientras tanto, yo era el que iba más incómodo. Al ser el de menor estatura, el agua me llegaba hasta la cintura, y eso hacía que mis piernas se cansaran rápidamente, lo que fue separándome poco a poco del grupo.

  Veo que hay varios peces en este arroyo, y eso me recuerda a que todavía es una incógnita dónde es su comienzo, porque su final termina abruptamente antes del santuario, infiltrándose por el suelo.

  Se me están adormeciendo las piernas...

  "Luciano, ?tú ya sabes cuánto falta para llegar?" Preguntó Samira, girando la cabeza hacia mí.

  En ese momento se dio cuenta de que yo no estaba del todo bien.

  "?Rundia, Luciano se está cayendo!"

  Mi mamá se giró hacia mí, con una expresión preocupada al ver que el agua me estaba jugando una mala pasada. Sin pensarlo dos veces, soltó las cosas que tenía entre sus manos y corrió como pudo hacia mí.

  "?Aguanta, hijo!"

  "Luciano, ?agárrate de mí!" Me gritó mientras se acercaba a través del agua, con su mirada llena de urgencia.

  Podía ver el miedo reflejado en sus ojos, y no era tanto por lo que estaba sucediendo, sino por el hecho de que ella debía sentir que me estaba perdiendo, de nuevo. Esa conexión entre madre e hijo era lo suficientemente fuerte como para hacerla olvidar todo lo demás.

  La verdad es que me estaba agotando demasiado y, aunque no quería mostrar debilidad delante de todos, mis piernas temblaban bajo el agua. La corriente no era fuerte, pero a fatiga mental y física acumulada, comenzaban a hacer mella en mi resistencia.

  "G-Gracias..." Murmuré, mientras ella me pasaba una mano por detrás de la espalda y me sostenía por mi axila.

  "No te preocupes. Mamá siempre te ayudará, pero tú también debes decir cuando te sientes mal".

  "Perdón... No pensé que me iba a costar tanto".

  Creo que no se dio cuenta de que perdió todas las cosas que llevaba consigo sobre esa hoja que acaba de pasar a nuestro costado.

  Mirella, todavía sobre mi cabeza, dejó escapar un suspiro.

  "?Ay, Luciano, me asustaste! Pensé que te ibas a hundir como una piedra".

  "?Eh? Pensé que ni te habías dado cuenta de que ya no podía avanzar".

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  "?Claro que sí me di cuenta!"

  "Ah..."

  Ella parecía tan despreocupada... O tal vez lo entendía todo y simplemente elegía no dejar que la afectara para que yo me mantuviera fuerte.

  Las gemelas seguían adelante nuestro, una al lado de la otra. Podía notar la diferencia en sus posturas: Samira miraba hacia atrás de tanto en tanto, preocupada por mí, mientras que Suminia mantenía su mirada fija en el camino, como si intentara ignorar lo que me estaba sucediendo. Esa ni?a... siempre tan distante, tan reservada.

  El peque?o viaje terminó siendo más seguro de lo pensado, todo bajo la unidad y fuerza del grupo. El único mal sabor de boca fue el no saber qué sucedió con el hombre pájaro atrapado entre las cuatro barreras invisibles. No lo vimos y Aya no mencionó nada al respecto.

  Mientras el sol ya estaba retirándose, nosotros entramos a la enorme cueva, lo que me hizo tener peque?os flashbacks de aquella batalla contra los mini golems. Nunca supe de dónde salieron o cómo se formaron, porque tengo un recuerdo algo confuso de ese momento. Debe ser por el semejante golpe que me habían propinado en la cara.

  "Mirella, vamos a necesitar una bola de luz. ?Podrías ayudarnos?"

  "?Como tú digas, Luciano!"

  Pasó tan solo un segundo hasta que una bola de luz apareció flotando, siguiéndonos de cerca e iluminando la cueva desde la última posición de la fila humana.

  "Gracias".

  "Mira, mamá, ?esa es la maginica de la dada?" Preguntó Tarún, casi tropezándose por mirar hacia atrás.

  "Parece que sí, hijo. Mirella es increíble".

  La maginica, eh... Qué gracioso. Después debería ayudarle a decir las palabras nuevas.

  Todavía seguía bajo el agarre de mi madre. De alguna manera se sentía bien caminar así, detrás de todos, siendo cuidado por un adulto.

  "Aya, tu santuario es muy bonito".

  Samira miraba hacia todos lados, pero en realidad estaba equivocada.

  "Todavía no hemos llegado, peque?a, falta caminar un poco más. Esta es solo una cueva".

  "?En serio? Qué cueva tan grande".

  "Sí... Por cierto, tu nombre era Samira, ?verdad?"

  "Sí, y mi hermana se llama Suminia. Las dos somos parecidas, pero tenemos nombres diferentes".

  Aya asintió con una leve sonrisa, como si el comentario inocente de Samira le hubiera causado cierta ternura.

  "Lo sé... Sus nombres son muy bonitos. Les quedan bien".

  Suminia, por su parte, no dijo nada. Solo caminaba con los hombros algo rígidos, pero seguro que estaba atenta a cada palabra. Cuando su hermana la miró con una sonrisa, ella desvió la mirada, fingiendo no haber escuchado.

  Luego de tanta espera, al fin llegamos a la estrecha entrada que separaba la cueva con el santuario.

  "Ya llegamos. Tal vez no la vean, o tal vez sí, pero justo aquí hay puesta una barrera mágica. Caminen recto y vean si pueden pasar", dijo Aya, estirando su palma derecha majestuosamente mientras se hacía a un costado para dejarnos pasar.

  Espera... ?Otra vez? ?Esas palabras también las había dicho antes! Fue cuando...

  "?Auch!"

  Mis pensamientos se detuvieron al escuchar el quejido de Rin. Todos los de detrás detuvimos el paso al ver que Rin, que por alguna razón se había adelantado a Anya y su hijo, se había estrellado contra la barrera que a mi vista era invisible.

  "?Se?or Rin!"

  Aya intentó brindarle ayuda a mi padre, que estaba tambaleante.

  "?Qué es esta mierda que nos has puesto en frente?" Preguntó enojado mientras se sobaba la frente, sin aceptar su ayuda.

  Después de lo que había sucedido antes, todos decidimos quedarnos callados.

  Aya mantenía una expresión serena, aunque sus orejas delataban su incomodidad con un leve movimiento involuntario.

  "Lo siento, se?or Rin", respondió con calma.

  "Esta barrera es para proteger el santuario. Pero si no puedes pasar, significa que tu corazón aún tiene dudas o resentimientos que debes dejar atrás".

  Uh... Esas palabras eran lo último que le podían decir a este hombre que está con los nervios de punta en este momento.

  él no contestó nada, simplemente se siguió sobando la cabeza.

  Por dentro, me sentía como si estuviera caminando en una cuerda floja con esta situación de mi padre. Encima, mi propio cansancio me estaba jugando una mala pasada. Sentía el impulso de decir algo, de tratar de mediar entre ellos dos. Sin embargo… ?qué podía decir? Ambos eran adultos, y yo... bueno, era un adulto por dentro, pero en este mundo todavía era un ni?o. Y no estaba seguro de que mis palabras sirvieran de algo, más sabiendo lo que él me dijo antes. Es mejor no meterse.

  "Luciano, ?a mí también me había pasado eso que le pasó a tu papá o me parece...?" Susurró Mirella a mi oído, aunque yo no lograba recordar si algo así había sucedido.

  "No, Mirella. Nosotros hasta ahora siempre pasamos lo más bien por acá".

  Aproveché para soltarme del agarre de Rundia, porque parecía que se estaba poniendo un poco tensa.

  Rin, contra todo pronóstico, parecía estar procesando las palabras de Aya mientras mantenía el ce?o fruncido. Sus miradas se cruzaron y, aunque no parecía estar completamente convencido, la expresión de enojo en su rostro se aligeró.

  "Entonces, que pasen los demás a ver si pueden..." Dijo finalmente, haciéndose a un costado hasta ponerse al lado de Aya.

  "Pero si esa cosa no se quita, no sé cuánto tiempo podremos estar aquí", agregó mirando a Aya.

  El tipo parecía confiado en que a los demás les pasaría lo mismo.

  Anya fue la primera en avanzar y, al no haber ningún problema, su hijo pasó corriendo detrás de ella.

  "?Sí! ?Lo logramos, mamá!"

  Abrazó a su madre por la cintura y apoyó la frente contra su panza.

  "Eso es porque eres un ni?o muy bueno y bien portado".

  Tarún se puso a mirar el sitio que Aya hacía llamar santuario.

  Al menos el espacio era bastante amplio como para que vivamos nueve personas.

  Las gemelas, tomadas de la mano, siguieron su ejemplo y atravesaron la barrera con facilidad. Suminia, aunque con una expresión algo reacia, no soltó la mano de Samira en ningún momento.

  "Tampoco es como si hubiera algo aquí, ?no?" Habló Suminia al aire.

  Aya se asomó un poco por la grieta ante el comentario, pero no dijo nada.

  "?Vamos?"

  Mi madre me invitaba a avanzar con ella. Pude notar sus ojos encendidos con la esperanza de volver a brindarme el cari?o maternal que no había podido darme en este tiempo. 'Quédate conmigo, peque?o' imploraban esos maravillosos ojos marrones oscuros.

  Bueno, tampoco era para tanto, ?no? Solo le agarro la mano y ya.

  "Claro, mamá. De ahora en más, siempre juntos".

  Al final, todos quedamos del lado del santuario, menos Aya y Rin, que hablaban entre ellos.

  "?Quieres volver a intentarlo?" Preguntó Aya.

  "Quiero estar con mi familia, así que debo pasar de alguna manera, ?no?".

  "Adelante, entonces..."

  Rin se enderezó con una determinación aparentemente renovada y dio un paso hacia la barrera mágica, cerrando los ojos y tomando una respiración profunda que hasta yo pude notar. Lentamente, extendió la mano derecha hacia adelante.

  "Algunas personas tienen más dificultades que otras para dejar atrás sus preocupaciones. Tal vez el tiempo y la paz de aquí te ayuden a procesar tus sentimientos".

  Aya estaba lanzando algunas palabras motivadoras al aire. Y claro, su apariencia física y elegancia verbal la hacían ver en este momento como alguien muy sabia.

  Lo cierto era que, a su manera, realmente lo era.

  Finalmente, Rin siguió avanzando con su mano en frente y... Acabó chocando de nuevo contra el muro invisible.

  Golpeteó con sus dedos suavemente lo invisible, tal vez intentando entender qué era lo que le impedía pasar.

  "No puedo pasar y no entiendo qué pasa. ?Ahora qué hago?" Preguntó, girándose hacia Aya mientras volvía la mano a su posición natural.

  Aya cruzó la estrecha entrada y le habló desde el otro lado.

  "Esta barrera refleja más que solo un simple impedimento. Puede que sea necesario enfrentar algunos sentimientos fuertes o resolver algunos conflictos internos".

  Rin se dejó caer al suelo, apoyando la espalda contra la pared rocosa; su expresión era una mezcla de agotamiento y frustración. Se veía claramente que quería estar con nosotros, pero sus propias barreras internas estaban deteniéndolo más que la barrera mágica.

  "?Sentimientos? ?Qué sentimientos? Solo quiero estar con mi familia".

  Rápidamente, mamá cruzó la grieta y se sentó a su lado; los dos se quedaron hablando en voz baja.

  Me quedé observando a mis padres desde la distancia, del otro lado de la pared. Ver a mi padre ahí, sentado contra la pared y derrotado por una barrera invisible... Todo esto parecía algo tan simbólico, tan simple y al mismo tiempo tan complicado. No se trataba tanto de magia. Era más como si esa barrera representara todo lo que había entre nosotros, todo lo no dicho, las frustraciones, las expectativas no cumplidas.

  Suminia se acercó a Aya, observando a mis padres de reojo.

  "Aya era tu nombre, ?no? Este... ?No hay ninguna forma de que él pueda pasar?"

  Fue un buen gesto de parte de Suminia, tratando de buscar una solución desde una posición neutral.

  "Sería fácil quitar la barrera y dejarlo pasar, pero esa no es la manera de solucionar las cosas. Este lugar está hecho para protegernos y, en algunos casos, también para ayudarnos a enfrentarnos a lo que llevamos dentro".

  "Hmm..."

  "No te preocupes, peque?a. él lo solucionará".

  ?No será que Aya está haciendo esto a propósito para que mi padre se arrepienta por lo que sucedió antes o algo así? Si fuera por eso, sería demasiado difícil de hacer, aunque nosotros no tenemos mucha idea de cómo es que funcionan sus barreras. Tampoco se lo hemos preguntado.

  Al menos explicó un poco cuál es la función de este lugar tan sagrado para ella.

  Por mi parte, me quedé sentado contra una de las paredes mirando a las gemelas... Tengo mucho sue?o...

  Voy a cerrar los ojitos un rato.

  ***

  No sé cuánto tiempo pasó, pero ahora tenía a Mirella durmiendo sentada en mi regazo. Los demás también dormían junto a una fogata que habían encendido. Solo faltaban Rin y mamá, que se habían quedado del otro lado de la barrera.

  "Pst. Pst. ?Mirella!"

  "Haaawwwnn..."

  ?Así bostezan las hadas?

  "Eu, Mirella. ?Podríamos hablar un rato? Sobre cómo vamos a hacer las cosas a partir de ahora".

  Acaricié su cabecita mientras ella seguía despabilándose.

  "También te quería agradecer por ayudarme cuando discutía con Rin".

  Mirella levantó la vista y parpadeó lentamente, estirando sus peque?os brazos. Luego se acomodó aún más sobre mi ropa.

  No es ninguna tonta, ?eh! Ya consiguió un lugar para dormir calentita, aunque la temperatura no haya bajado casi a comparación del exterior.

  A pesar de su tama?o diminuto, su expresión era muy tierna, sobre todo cuando veía su cabello rubio y lacio caer en suaves mechones cortos alrededor de su rostro.

  "?Hmm? ?Qué pasa, Luciano?" Susurró.

  "Antes que todo, ?podrías hacerme un peque?o favor? Quiero que te asomes por la salida y veas si mis padres están durmiendo".

  "Ay... Está bien", respondió y se bajó caminando por mis piernas

  Sus pasos eran largos, como si fuera dando saltitos que desafiaban la gravedad. Ver algo tan peque?o caminar así era un poco surrealista, más si siempre la veo yendo por el aire.

  Con sus manos sobre el borde de la grieta, la vi asomarse por allí por unos segundos. Luego volvió caminando de la misma manera en la que se fue.

  "Están durmiendo sentados, cabeza con cabeza".

  Se acomodó de nuevo sobre mí, como estaba antes.

  "Ya... Todos durmiendo".

  El silencio en la cueva, roto solo por el crujido ocasional de la fogata, hacía que cada susurro entre nosotros fuera más íntimo, más pesado de lo que debería ser.

  Aunque Mirella parecía peque?a e indefensa, su presencia siempre me daba seguridad.

  "Por cierto, gracias".

  "De nada".

  Me arrastré un poquito hacia la esquina de la pared con ayuda de mis manos para estar más cómodo.

  "Ahora quería preguntarte tu opinión sobre lo que decidimos. ?Creés que está bien quedarnos acá o va a ser un poco difícil? Digo, tal vez se te ocurre otra forma de no encontrarnos con ellos".

  "Bueno, Aya y yo no tenemos problemas viviendo aquí, pero si lo dices por los demás, nosotras ayudaremos en todo lo que podamos para que puedan vivir bien. Y si proteger a tu familia es lo más importante, tomaste una buena decisión".

  Apoyó la nuca contra mi panza y me miró.

  "Además... Yo me siento bien así".

  "Es complicado... Siento que, si seguimos acá, inevitablemente vamos a tener que enfrentarnos a todo. Y no sé si estoy preparado para eso.

  Lo que pasó con Rin... nunca pensé que llegaría a eso. Pero tampoco podemos escapar de todo, ?no?"

  "Ya nos adaptamos antes, no te preocupes".

  "Sí, creo que tenés razón. A veces, adaptarse es solo cuestión de tiempo y esfuerzo. Aprecio mucho tu apoyo, Mirella. Tenerte acá, junto a Aya, realmente hace una gran diferencia".

  "A mí también me gusta estar a tu lado".

  "?En serio?"

  "Sí".

  Pasamos unos segundos en silencio... En realidad, me estaba picando la garganta por el humo.

  "A todo esto, te quería pedir perdón por lo que dije cuando escapamos de los hombres pájaro, lo de que no importaba si usabas todo tu poder. Quería que sepas que sí me importas, solo que estaba nervioso y no pensaba en lo que decía".

  Mirella se quedó en silencio un momento, tal vez digiriendo mis palabras mientras ahora miraba hacia delante.

  "No tienes que disculparte por eso, Luciano", susurró débilmente, como si temiera romper el frágil silencio que nos envolvía.

  "Sé que solo querías proteger a todos, que también querías protegerme a mí. Yo también lo quería, solo que... a veces olvido que no soy invencible".

  "Lo último que quiero es verte así, agotada o herida, especialmente si es por algo que yo dije. Fue un error mío, pensé que... Pensé que si nos quedábamos sin opciones, podrías salvarnos como siempre lo has hecho, pero nunca creí que eso te pasaría. Y como si fuera poco, volví a repetir mi error en el arroyo. Perdón".

  "Luciano..." Su voz tembló ligeramente, y cuando alzó la mirada, vi que sus ojos brillaban con lágrimas que trataba de contener.

  "A veces... A veces olvido que soy peque?a, que no puedo protegerte siempre como quiero. Pero tú nunca me trataste como algo débil. Me diste una razón para ser fuerte. Me diste una razón para luchar. Y, aunque me agote, aunque me desmaye o incluso si llegara a perderlo todo, nunca me arrepentiría de pelear por ti. Porque... porque tú me salvaste primero".

  Mierda, no pensé que llegaría a admitirlo de esa manera. Esto es... fuerte.

  Y no se detuvo ahí.

  "Y a mí no me importa si soy peque?ita o si uso toda mi magia de luz hasta no poder más".

  Algunas lágrimas ahora caían por sus mejillas.

  "Solo me importa que estés bien, que tú vivas, que sigas adelante, porque tú le das sentido a mi existencia. Antes de ti, no sabía lo que era vivir. No sabía lo que era sentir algo tan fuerte por alguien. Y ahora solo quiero que sepas que, pase lo que pase, siempre estaré a tu lado, aunque me cueste todo lo que soy".

  "Ay, Mirella... No tenés que sacrificar todo por mí, porque no quiero que te destruyas por mí. Tu vida es igual de valiosa que la mía. Si algo te pasa, no sé cómo podría seguir. No quiero que pienses que siempre tienes que ser la fuerte, la que nos salva. A veces... A veces también necesito saber que estás bien, que seas feliz. Eso es lo más importante para mí".

  "?Lo dices todo de verdad?" Respondió mientras se secaba las pocas lágrimas.

  "Sí".

  Tosí un par de veces mientras le acariciaba el cabello, no porque quisiera romper el momento, sino porque el humo de la fogata impregnaba mi garganta.

  "Por cierto, no deben prender fuego cuando estemos por dormir, solo cuando vayamos a comer".

  "Bueno... Adiós"

  Volvió a acurrucarse sobre mi ropa.

  "Adiós, Mirella. Durmamos un rato más".

  Justo en ese momento, una lágrima también cayó por mi mejilla... ?Era la primera vez que lloraba por alguien en este mundo?

  El humo del fuego comenzaba a hacer que mis ojos picaran, o quizás era otra cosa la que provocaba esa incomodidad. Las lágrimas de Mirella, su confesión tan sincera y llena de vulnerabilidad, habían tocado algo en mí que no esperaba.

  ?Cuánto tiempo más podría seguir sin enfrentarme a la realidad de lo que ella siente? ?Y cómo voy a lidiar con todo esto sin hacerle da?o? Porque lo sé, tarde o temprano voy a herirla de alguna manera. Sariah puso una misión demasiado grande en mí y sé que los problemas seguirán.

  Hoy saqué algunas conclusiones sobre las partículas. Se supone que, si alguien se queda sin ellas, se desmayará, o por lo menos eso le pasó a Mirella. Luego está lo del traspaso de una persona a la otra; ese es el tema más curioso, porque a mí nunca se me transfirieron las partículas cuando en el pasado Mirella estaba sobre mi cabeza o sobre mi hombro. No las obtuve hasta que toqué el agua mágica.

  En el santuario, cuando practicaba mi magia, siempre las solía recargar al instante, así que nunca voy a saber en qué momento sucedió o se activó este nuevo sistema, pero es genial.

  ***

  A pesar de que dije que dormiría, me quedé despierto hasta que la fogata se consumió y el humo comenzó a disiparse por la estrecha salida.

  Realmente no sé qué nos deparará este futuro tan cambiante, ni cuánto tiempo aguantaremos viviendo a tanta profundidad. Todo es incierto, y el camino hacia adelante está lleno de sombras y luces. Cada obstáculo, cada barrera, no solo prueba nuestra fortaleza física y mental, sino también nuestra capacidad para enfrentar las batallas internas que llevamos dentro.

  Las piedras mágicas siguen incrustadas en la pared... Me pregunto qué otros misterios y seres nos esperan en este mundo, porque la vida acá no es simplemente un viaje hacia adelante, sino un viaje hacia el entendimiento profundo de mí mismo y de aquellos que me rodean. A medida que avanzo, debo recordar que cada desafío es una oportunidad para crecer, y cada dificultad, una lección para aprender. No sé cuánto tiempo me llevará resolver estos enigmas, pero mientras estemos juntos, cada paso, cada enfrentamiento, me acerca un poco más a cumplir con mi propósito.

  Aún me falta mucho por vivir y tengo mucho que entregar. Eso es lo que significa crecer.

  ----------- FIN DEL VOLUMEN 1 -----------

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