Hino levantó la vista, preocupada, cuando Sukasa finalmente entró al salón de clases. Su rostro aún mostraba una clara irritación. El murmullo de los estudiantes se detuvo por un instante al notar su llegada, pero pronto todo volvió a la normalidad.
—?Dónde estabas, Sukasa? —preguntó Hino, inclinándose hacia ella con una mezcla de curiosidad y preocupación.
Sukasa soltó un largo suspiro y se dejó caer en su asiento con un gesto de fastidio.
—Tenía un peque?o problema que necesitaba resolver —respondió sin mucho ánimo.
Hino la miró con inquietud.
—?Y lo solucionaste?
Sukasa apretó los dientes y cruzó los brazos sobre el escritorio.
—Lamentablemente no. Ese problema es como una cucaracha... va a costar exterminarlo.
Hino la observó en silencio, sabiendo que si Sukasa se quejaba, era porque de verdad estaba molesta. No era de exagerar por tonterías.
—Vaya... debe ser algo serio —pensó, mientras su amiga se acomodaba en su asiento con el ce?o fruncido.
En ese momento, una mujer de presencia imponente entró al aula. Alta, de figura llamativa y elegante, con cabello rubio que caía en ondas suaves sobre sus hombros. Sus ojos verdes irradiaban una mezcla de autoridad y calidez que captó de inmediato la atención de todos.
—Muy buenos días —saludó con voz firme, pero agradable—. Mi nombre es Fukuro Shiro y seré su profesora de Historia. En este curso aprenderán todo lo relacionado con los demonios y los Akumas. Saquen un cuaderno y un bolígrafo, vamos a empezar.
Los estudiantes reaccionaron de inmediato, impresionados por su porte. Incluso Sukasa, aunque aún molesta, no pudo evitar sentir un leve interés por la nueva maestra.
***
Kuro llegó corriendo hasta la puerta de su salón, jadeando y con el cabello completamente despeinado. Tocó la puerta con rapidez, y al abrirse, se encontró con la mirada severa de su maestro.
Kaishin, un hombre joven de cabello largo color celeste, lo miró fijamente con los brazos cruzados.
—Hola, Kaishin —dijo Kuro con una sonrisa nerviosa, intentando recuperar el aliento.
El maestro frunció el ce?o.
—?Cuántas veces te tengo que decir que me llames maestro Kaishin? —espetó—. Y encima llegas tarde en tu primer día... —Intentó cerrar la puerta—. Vuelve ma?ana.
Kuro, con reflejos rápidos, detuvo la puerta con una mano.
—?Espera, espera! ?Tengo una buena excusa!
Kaishin levantó una ceja con evidente escepticismo.
—Te escucho. Pero que sea rápido.
—Tuve un peque?o inconveniente y tuve que ir a la oficina del director. él puede confirmarlo, lo juro —dijo Kuro, aún sin aliento.
Kaishin lo miró en silencio unos segundos y luego suspiró.
—Te dejaré pasar solo porque es el primer día —dijo con resignación—. Pero si vuelves a llegar tarde, no solo no entrarás: jamás volverás a pisar mi clase. Ahora entra.
Mientras pasaba, le dio un golpe seco en la cabeza.
—?Auch! Gracias, maestro... —dijo Kuro, sobándose la cabeza mientras se dirigía a su asiento.
Igurū, sentado en el fondo del salón, lo observó con una sonrisa discreta.
—Llegas tarde —comentó con su tono neutral de siempre, aunque sus ojos brillaban con diversión.
Kuro soltó un suspiro mientras se dejaba caer junto a él.
—Sí, ya lo sé... tuve un problemita —murmuró, sin querer entrar en detalles.
Igurū lo miró de reojo.
—?Qué clase de problema?
Kuro esbozó una sonrisa incómoda y se rascó la nuca.
—Nada grave... lo resolveré después, jejeje.
Igurū lo observó en silencio, no del todo convencido, pero prefirió no insistir.
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Pero antes de que pudieran seguir hablando, Kaishin alzó una mano y un chorro de agua salió disparado directo hacia ellos. Ambos quedaron empapados.
—?Los dos del fondo! ?Silencio o los saco a patadas! —advirtió con una voz que retumbó como un trueno.
Kuro tragó saliva, empapado.
—Qué miedo... —pensó—. Ya quiero que termine esta clase. Necesito algo de paz... y comida de la se?ora Fukuko...
Igurū se secó el rostro y comentó en voz baja:
—Por cierto, hoy tenemos bastante trabajo como Reyes.
Kuro hizo una mueca.
—Genial... justo lo que me faltaba.
***
Después de clases, Sukasa y Hino caminaban por los pasillos, comentando sobre las primeras horas del día. El bullicio de los estudiantes llenaba el ambiente, mezclado con el aroma a comida recién hecha que venía desde el comedor.
—Las clases de hoy fueron aburridísimas... —se quejaba Sukasa, balanceando su mochila con desgano sobre un hombro—. Solo teoría, teoría y más teoría.
Hino sonrió suavemente, como si ya lo esperara.
—Era obvio, ?no? Es el primer día... no iban a lanzarnos a pelear así como así.
Justo en ese momento, un grupo de estudiantes comenzó a murmurar cerca de ellas.
—?Miren! Ya pusieron el anuncio para la nueva reclutación de Centinelas. Vamos a verlo —dijo uno de los alumnos, se?alando el tablero de anuncios.
Los ojos de Sukasa brillaron al escuchar eso.
—?Vamos, Hino! —exclamó con entusiasmo, tomando a su amiga de la mano y arrastrándola entre la multitud.
—?Oye, espera! —gritó Hino, haciendo equilibrio para no tropezar mientras trataba de seguirle el paso.
Al llegar al tablero, Sukasa se acercó para leer el aviso con atención. Hino, algo más atrás, observaba cómo su amiga devoraba con la mirada cada palabra del comunicado.
—Sí... dice que pueden participar alumnos de todos los grados, incluso los de primer a?o —murmuró Sukasa, leyendo en voz baja—. Y... —hizo una pausa, sus ojos repasando la última línea—. Las pruebas serán esta misma tarde.
Hino se inclinó un poco, notando la emoción en el rostro de su amiga.
—Se nota que estás emocionada... —comentó con cierta duda—. ?Crees que podrás superar las pruebas?
Sukasa reflexionó por un momento, frunciendo el ce?o.
—Depende de qué tan difíciles sean... —murmuró pensativa—. Pero creo que vale la pena intentarlo. Si fallo, siempre habrá otra oportunidad el próximo a?o.
Sonrió con seguridad, sus ojos brillando con determinación.
—?Y tú, Hino? ?No piensas intentarlo también?
Hino tragó saliva y bajó la mirada, visiblemente nerviosa.
—Mmm... no sé. No creo ser lo bastante fuerte para eso. No como tú...
Sukasa se giró hacia ella, mirándola con firmeza.
—No digas eso —le dijo con voz seria—. Estoy segura de que tú también puedes lograrlo. Solo tienes que confiar en ti.
Le dio una palmadita en el hombro, intentando infundirle algo de valor.
Hino la miró durante unos segundos, luego soltó un suspiro. Una peque?a sonrisa se asomó en su rostro.
—Bueno... si tú lo dices... lo intentaré —respondió, aunque la duda aún se notaba en su voz.
Sukasa sonrió de oreja a oreja, su entusiasmo era contagioso.
—?Esa es la actitud! Ahora solo nos queda esperar a la tarde para darlo todo en esas pruebas.
***
En una sala iluminada tenuemente, siete figuras estaban sentadas alrededor de una mesa redonda. El ambiente era serio, cargado de expectativa. Igurū, con su expresión serena y voz firme, fue el primero en hablar.
—Esta tarde iniciaremos con la selección de nuevos Centinelas —anunció, su tono resonando con autoridad en la sala silenciosa.
A su lado, Remy se inclinó hacia adelante. Su largo cabello púrpura brillaba sutilmente bajo la luz tenue, y su mirada era tan aguda como elegante.
—Solo tenemos espacio para cinco —comentó con seriedad—. Yo creo que debería elegirse uno por cada grado.
Kuro, recostado de forma despreocupada en su silla, negó con la cabeza, una sonrisa ladeada en los labios.
—Lo dudo mucho —respondió con calma—. Los de cuarto y quinto a?o ya están enfocados en los exámenes para ingresar a cargos superiores del ejército. No tienen tiempo para tareas de Centinelas.
Kaiyō, más concentrado, intervino con voz pausada.
—Entonces solo podemos contar con alumnos de primero a tercer a?o. La cuestión es… ?cómo los dividiremos?
Igurū se cruzó de brazos y dejó que sus ojos recorrieran a todos los presentes antes de sacar dos fotografías. Las colocó sobre la mesa con firmeza.
—Tengo una propuesta —dijo, captando la atención de todos—. He identificado a dos posibles candidatas, ambas de primer a?o.
Los rostros en la mesa mostraron sorpresa. Las fotografías revelaban a dos jóvenes Reikens. Una de ellas era Sukasa. La otra, una chica que solo algunos de los presentes reconocían: Remy, Kaiyō e Igurū.
—Ambas obtuvieron las mejores puntuaciones físicas y mentales en los exámenes de admisión —continuó Igurū—. Por eso, este a?o quiero probar un nuevo sistema de evaluación. Algo más riguroso. Ya lo discutimos con Kuro, así que no debería haber inconvenientes. ?Cierto?
Kuro asintió sin dejar de sonreír, aunque sus ojos brillaban con intensidad.
—Así es. Será una evaluación directa. Nada de dividirlos por clases o grados. Todos competirán bajo las mismas condiciones. Queremos a los mejores, no a los más avanzados.
Remy se cruzó de brazos y asintió con aprobación.
—Suena justo. Así nos aseguramos de que solo entren los más fuertes, sin importar en qué a?o estén.
Igurū asintió lentamente, satisfecho por el respaldo.
—Entonces, si están de acuerdo, pondremos en marcha este nuevo sistema. Por mi parte, lo apruebo.
Kuro levantó una mano con total calma.
—Yo también estoy a favor. Es hora de dejar atrás las divisiones innecesarias. Ser Centinela debe ganarse, no asignarse —dijo, aún con una chispa juguetona en su tono.
Remy asintió de nuevo, seria.
—De mi parte, también estoy de acuerdo. Será un enfoque más exigente, pero efectivo.
Kaiyō, con una sonrisa leve, miró a su hermano mayor y luego al resto.
—Todo lo que Igurū propone siempre ha sido para el bien de la academia. Así que también estoy a favor.
Las tres figuras restantes, que habían permanecido en silencio durante toda la conversación, asintieron con la cabeza en se?al de aprobación.
Igurū se permitió relajar un poco el rostro. El plan había sido aceptado.
—Perfecto. Entonces solo queda prepararnos para el proceso de selección. Espero contar con la participación de todos —dijo, mirando en particular a Kuro, quien en ese momento ya estaba comiendo un bocadillo que había sacado de quién sabe dónde.
—Especialmente contigo, Kuro. Ya sabes que siempre desapareces sin avisar.
Kuro levantó una mano con la boca aún llena.
—Lo sé, lo sé... estaré presente —respondió tras tragar—. Pero que conste algo: no tendré piedad con los candidatos. Voy a exigirles hasta el límite. —Su tono se volvió más amenazante, aunque no perdió ese toque bromista.
Igurū sonrió apenas, acostumbrado a su manera de ser.
—Eso ya lo sabía.
La reunión terminó con cabezas asintiendo y una energía creciente en el aire. Mientras los demás comenzaban a organizarse para la prueba, Kuro se levantó lentamente de su asiento, aún masticando, con una expresión entre indiferente y divertida.